Que la obesidad conlleva muchos problemas para nuestra salud, no es ninguna novedad. Puede provocar enfermedades cardiovasculares e hipertensión, diabetes, apnea del sueño, lesiones articulares degenerativas e incluso algunos tipos de cáncer. Eso sin contar el daño psicológico y la menor calidad de vida.

Pero otra de sus consecuencias, la degeneración cognitiva, es de las menos conocidas y estudiadas. La obesidad puede afectar negativamente a la memoria y al aprendizaje, provocando pérdidas cognitivas detectables y predisponiendo incluso al padecimiento de enfermedades graves como el Alzheimer.

En España se calcula que hay 8 millones de personas obesas, estimándose que más de la mitad de las personas adultas -el 53%- está por encima de su peso, responsable del 7% del gasto sanitario total. La obesidad es una enfermedad crónica, alcanzando el grado de epidemia del siglo XXI, convirtiéndose en uno de los retos más importantes en materia de salud pública. 650 millones de personas en todo el mundo sufren obesidad.
Tal y como detalla la doctora Purificación Martínez de Icaya, de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad:

“A medida que vamos ganando peso el tejido subcutáneo pierde capacidad para acumular la grasa, que se va hacia el abdomen, donde tiene más sitio. Pero cuando el tejido adiposo abdominal se llena también, la grasa se desplaza hacia el corazón, los músculos, el hígado, los riñones y el sistema nervioso central. A más índice de masa corporal (IMC), más trastorno cognitivo en personas de edad media”.

La clave está en la microglía
¿Cómo podemos saber por qué la obesidad produce pérdidas cognitivas? Por el momento, se está investigando en ratones a los que se les induce la obesidad mediante la dieta, con el fin de estudiar su sistema nervioso. Al igual que las personas, los ratones que comen mucha grasa engordan rápidamente. Esos ratones obesos son después sometidos a diversas pruebas de agilidad mental, siendo peores al escapar de laberintos y recordar la ubicación de un objeto, en comparación con los ratones de peso normal.

En algunas células nerviosas, existen unas protuberancias microscópicas denominadas espinas dendríticas (esos bultos con forma de uva de la imagen), donde se producen las sinapsis, es decir, las señales de comunicación entre unas neuronas y otras. En comparación con los ratones de tamaño normal, los ratones obesos tenían menos espinas dendríticas en varias partes del hipocampo –una de las estructuras cerebrales más importantes para el aprendizaje y la memoria en humanos y otros mamíferos-, lo que explicaría las deficiencias de memoria.

Pero, ¿qué provoca esa disminución de espinas dendríticas? Según publicaba el 10 de septiembre de 2018 la Journal of Neuroscience, son las células de la microglía –células que tienen como función proteger el sistema nervioso central- las que absorben y desintegran (lo que se conoce técnicamente como “fagocitar”) las espinas dendríticas, reduciendo la recepción de mensajes neuronales de los ratones e impidiendo su funcionamiento óptimo. Esta microglía, que forma parte del sistema inmunitario del sistema nervioso, ataca “por error” las espinas dendríticas, debido según parece a algún marcador químico relacionado con la obesidad, que les incita a actuar de ese modo.

 

 

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