Se lleva años vertiendo ríos de tinta en debates sobre si el videojuego es o no cultura, si es o no arte y si es o no una industria respetable. Conforme el número y tipo de jugadores crece exponencialmente en las últimas décadas y, con ello, se consolida la industria en lo económico, son más las voces que abogan por considerar al videojuego no sólo como mero divertimento para niños sino como una sólida y pujante industria cultural y con claras intencionalidades artísticas.

En nuestro país, tradicionalmente más conservador que otros respecto a la consideración del videojuego como cultura, parece que se están dando los primeros pasos para que así sea.

La Gamescom es la feria de videojuegos más importantes de Europa. Se celebra cada año en Colonia (Alemania) y esta edición tenía como país invitado a España, por lo que los videojuegos españoles tendrían un pequeño espacio destacado. El Ministro de Cultura y Deportes, José Guirao, viajó hasta allí y nos dejó unas interesantes declaraciones, además de probar algún que otro videojuego patrio en la feria. Las declaraciones más rotundas y, quizá, importantes, son en las que afirma sin ningún lugar a dudas que “el videojuego es cultura”. El Ministro no ha dicho nada que no hayan dicho millones antes pero, en vistas de las circunstancias, se desmarca de las posturas de ministros pasados y son palabras interesantes para tantear la postura del gobierno en esta cuestión.

La reivindicación del videojuego como industria cultural suele venir acompañado de cifras económicas en un intento de legitimar dicha postura. Aunque la situación del desarrollo de videojuegos en España es un tanto más precaria que en el resto de Europa, sí que es cierto que cada vez acoge más puestos de trabajo y gana en importancia, siendo el cuarto mercado europeo del sector, con más de 15 millones de jugadores y un consumo que superó los 1.300 millones de euros en 2017. Guirao también hizo referencia a esto y comentó que el videojuego español tiene un crecimiento anual del 20%, pero además señala que, pese a la calidad artística de los títulos españoles, “la mayoría de las empresas son pequeñas” y son “necesarios proyectos de más envergadura que se vendan internacionalmente”, con el fin de “reforzar el lado empresarial”.

Lo más interesante es que la postura del ministro no se reforzó exclusivamente con cifras económicas, que puede ser una forma un tanto banal de reafirmar al videojuego como cultura, sino que abogó por la consideración firme del videojuego como tal por méritos artísticos y comentaba que la fama que se habían ganado hasta ahora como juegos excesivos y dañinos es “completamente falsa”: “Hay que trabajar para dar una imagen verdadera del videojuego (…) su base es creativa y sus valores son igual de importantes que los de un libro o una película, lo que cambia es el soporte”

Las declaraciones de José Guirao pueden ser un cambio de rumbo interesante. Su posición parece firme y la industria del videojuego español la ha acogido con alegría. La propia industria lleva reclamando años ayudas al pequeño estudio y un mejor trato gubernamental del videojuego. Si las palabras del ministro se materializan, podrían ser buenas noticias para el desarrollo español. No será fácil ni inmediato, pero el apoyo del gobierno, desde su discurso y, esperemos, desde lo económico, pueden suponer un empujón nada desdeñable para la consideración del videojuego como cultura y el crecimiento de la pujante industria de desarrollo español.

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