Izquierda, derecha. Rojos, azules. Etiquetas. Esos atributos con los que se relaciona a una persona en función de la forma de pensar que esta tenga. Si apoyas a este partido eres de izquierdas, si criticas a este otro, eres de derechas. Como burros que no pueden mirar más allá, algunos se empeñan en sintetizar las ideologías políticas en dos marcos o posiciones como si el mundo fuera tan simple.

Esta realidad, que comprimida, resulta mucho más explicable para los menos ilustrados en el arte de la política. Si eres de izquierdas, apostaras por un mayor gasto social en reprimiendo de la economía. En cambio, si eres de derechas, realizaras las operaciones inversas para engordar el marco empresarial y reducir el bolsillo de los ciudadanos. Así de fácil. El mundo gira en torno a la derecha o a la izquierda sin que haya cabida para un punto intermedio entre las dos líneas ideológicas. El centro se ve marginado por el sensacionalismo y las paradojas del liberalismo y del socialismo. Dos corrientes irreconciliables. Tan opuestas, que nadie puede enlazarlas para que sean una. Por mucho que diga que es de centro, es decir, socialliberal, a este siempre se le va a situar en la mayoría de las ocasiones en el lado derecho del tablero político.

La nueva derecha, dicen de Ciudadanos. Neoliberal dicen de Emmanuel Macron, Presidente de la República Francesa. Fachas, así nos tildan. En cuanto criticamos una iniciativa o decisión de una formación de izquierdas, levantan un muro para que no podamos atravesar su barrera ideológica como si fuéramos apestados. En una existencia de blancos y negros no tienen cabida los grises. La etiqueta y el sensacionalismo sustituyen al sentido común olvidándose de la razón.

Lógica que ha perdido la izquierda. Socialdemocracia que se encuentra huérfana de héroes. No porque esta corriente ya no tenga utilidad, sino porque los líderes que la abanderan no aportan las ideas que hacen falta para dotar de solvencia y brillo a esta perspectiva de la realidad. Cabezas in-pensantes que se niegan a reconocer que el liberalismo ha venido para quedarse, y que el socialismo y el liberalismo sin son compatibles. El ser liberal no te desacredita para ser también socialdemócrata. El liberalismo no es monopolio de la derecha.

Si un servidor critica a la izquierda y a sus homólogos en España, ya sea el PSOE o Podemos, es porque sus propuestas son de todo menos importantes. Me acuerdo cuando Unidos Podemos llevo al Congreso la propuesta para impedir que se les amputara el rabo a los perros o cuando estos mismos propusieron una moción para que no se vendiera Coca Cola en ninguna de las cámaras legislativas. La campaña de Podemos no la paga Irán ni Venezuela, lo hace Pepsi, pensé. Planteamiento, como el de sacar a Franco del Valle de los Caídos. Un PSOE controlado por un Pedro Sánchez que está deseando hacer historia como el presidente que exhumó los restos del malvado dictador Francisco Franco. Ya verán como al hoy Presidente de Gobierno se le hace el culo gaseosa al ver su nombre en los libros de historia.

Desgraciadamente, la izquierda solo se preocupa de dar titulares y de rellenar las hojas de los periódicos con propuestas llamativas en la forma, pero banales en el fondo. Lloro por esta izquierda, me entristece y me alegra a la vez, que iniciativas que en teoría deberían ser promulgadas por el señor Sánchez y su vicepresidente en la sombra, Pablo Iglesias, son llevadas a cabo por el partido que para ellos representa a la nueva derecha. Al mismo tiempo que estos se encargan de despotricar contra Ciudadanos, la formación de Albert Rivera plantea ideas progresistas como la gestación subrogada, la eutanasia, el complemento salarial para menores de 35 años, la rebaja de la cuota de autónomos, o la equiparación salarial entre hombres y mujeres.

La nueva derecha con ideas de izquierdas, el liberalismo conectándose con la socialdemocracia.

 

 

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