El término democracia proviene del griego antiguo (pronunciado dēmokratía), en donde “demos” se puede traducir como “pueblo” y “kratía” como poder. El poder del pueblo, por tanto. La democracia nació en algunas ciudades estado de Grecia, y tuvo un paso fugaz por aquella próspera historia helénica. Luego, en Roma volvieron a hacer uso de ella, con su Senado y todo, en donde los políticos se esforzaban por ser muy populistas para satisfacer al pueblo que les votaba.

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Dicen que después de Roma, nada nuevo. Y, aunque no es exactamente así, ya que ahora vivimos en una época de revolución tecnológica y gozamos de transportes más rápidos, e incluso viajamos al espacio…, la base de nuestra organización política ha variado poco, salvo por la emergencia del comunismo a finales del siglo XIX, con su auge y ocaso en la URSS en el siglo XX, y su reminiscencia en algunos lugares complejos y estratégicos como Cuba, Corea del NOrte o Venezuela.

El fascismo nació y murió al poco de nacer, dejando muchos muertos atrás. Cayó derrotado en Europa por las fuerzas liberales americanas y el comunismo ruso. Sin embargo, en España se mantuvo 40 años en una dictadura militar que se yuxtaposicionó con la iglesia católica para sobrevivir al pasaje más angustioso de nuestra historia reciente: la Guerra Civil Española.

La democracia actual es el poder del pueblo en las urnas. Con una papeleta, puedes elegir al gobernante que mejores opciones te ofrezca. Durante más de tres décadas, dos partidos se repartieron el pastel en España, hasta que la crisis económica de hace una década fue un buen terreno abonado para que prosperaran partidos políticos que pregonaban ser el pueblo, no “casta”. Pero la historia es cíclica, siempre vuelve el pasado, por eso conviene leer mucho para estar informado, contrastar y saber lo que ha ocurrido en los lugares en momentos pasados.

Es por eso que anoche, el señor Pablo Iglesias, no actuó como un demócrata cuando instaba a sus bases a salir a la calle a parar al fascismo, epíteto que él dedica a la elección de la ciudadanía andaluza en el día de ayer. Si tiene un gatito negro, debe estar acariciándolo, sentado en su sofá, cual Gargamel de este macabro cuento, comprobando que le han hecho caso 5.000 estudiantes en Granada y 2.000 en Sevilla.

¿Y ahora qué? Es una batalla desigual, pues sabemos que los trabajadores no pueden unirse a esas manifestaciones espontáneas por estar ocupados en sus labores. Andalucía ha elegido un cambio, lo cual no quiere decir que vaya a ser mejor o peor que lo que había. Simplemente ha elegido cambiar, y en eso consiste la democracia: en el poder del pueblo en las urnas.

España es un país imperfecto, generoso por naturaleza (líder mundial en donante de órganos), destino vacacional preferido de casi toda Europa, referencia en gastronomía y sí, lleno de casos de corrupción hasta las trancas. Por eso surgen partidos políticos nuevos, porque este país que “lleva cientos de años tratando de destruirse a sí mismo, y nunca lo consigue” (Bismarck) se regenera siempre, a juzgar por nuestra historia, milenaria ya.

Llamar a las barricadas quizá sea heroico, emocionante y de otros tiempos en donde había dictadura y no teníamos ni voz, ni voto. Pero un buen demócrata tiene que aceptar los resultados en las urnas y reflexionar qué ha hecho mal, con quién ha pactado, qué leyes ha aprobado, qué prioridades ha tenido… Autocrítica, al fin y al cabo.

Sócrates, a punto de tomar la cicuta que le llevaría al más allá, fue instado por sus discípulos para que se rebelara contra la sentencia que le había condenado a muerte. Pero él dijo: “Una de las cosas en que yo creo es el imperio de la ley. El buen ciudadano, como os he predicado tantas veces, es el que obedece las leyes de la ciudad. Las leyes de Atenas me han condenado a muerte, de lo que se deduce lógicamente que, como buen ciudadano, debo morir”.

Sócrates no creía en la democracia ateniense, pues estaba corrompida, pero era un hombre justo. Llamar a las movilizaciones después de perder en las urnas no es ni de demócratas ni justo. Solo espero que todos y cada uno de ellos paguen sus deudas antes de irse, como dijo el bueno de Sócrates antes de expirar… “Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo y no lo descuides”.

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