Cuando alguien menciona la “esgrima” la primera imagen que a la mayoría le vendrá a la mente es la de la esgrima olímpica o deportiva, esa vertiente de competición que se caracteriza por utilizar armas ligeras como el florete, donde los adversarios visten de blanco y se combate en una pista lineal con el objetivo de tocar al rival. Con esta acción, nos anotamos un punto y, al llegar a una determinada cantidad, ganamos.

Esta vertiente de la esgrima deriva de la esgrima clásica de finales del siglo XIX y es olímpica desde los Juegos Olímpicos de París de 1900, únicamente cuatro años después de los primeros juegos Olímpicos modernos. La esgrima era ya decididamente un deporte, un juego; no respondía a una necesidad como décadas o centurias atrás, donde el manejo de un arma se ligaba a la defensa de la propia vida tanto en el ámbito civil como en el militar. Conforme las armas de fuego relegaron a las armas blancas a un segundo plano hasta terminar haciéndolas inútiles se generó esta vertiente deportiva que ha llegado hasta nuestros días. Hablamos, por tanto, de una tradición mantenida durante más de cien años y una implantación internacional muy importante a pesar de no ser un deporte de masas.

 

Esgrima deportiva en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012.
Tratado de Verdadera Destreza (Francisco de Ettenhard, 1675)

Hemos de diferenciar esta esgrima deportiva de la esgrima histórica (o esgrima antigua o tradicional). Como su calificativo indica, este tipo de esgrima utiliza armas históricas con el objetivo de matar y no ser matado; hablamos, por tanto, de un arte marcial y no un deporte. Es el arte marcial que se estudiaba siglos atrás, cuando las armas blancas estaban a la orden del día y era necesario (sobre todo para nobles, de naturaleza guerrera), aprender el manejo de la espada. Los Maestros de Armas, nobles o tiradores de aquellas épocas estudiaban la espada como arte o ciencia desde la cuál dispensar la muerte sin que ello supusiera la muerte propia. Se estudiaron y analizaron casi tantas armas como se manejaron, desde espadas de armar a espadas roperas características del siglo de oro pasando por las espadas largas bajomedievales-renacentistas. Esta tradición de armas llegó hasta principios del siglo XX, donde todavía se seguía instruyendo a la infantería y caballería en el uso del sable militar; a partir de entonces, las espadas históricas quedaron relegadas a un ámbito meramente ceremonial y la casi totalidad de la práctica fue ocupada por la esgrima deportiva de la que hablábamos antes. Por tanto, la tradición marcial quedó interrumpida hasta casi un siglo después.

Clase de ropera en el IV Seminario de Esgrima Histórica de Alicante.

A finales del siglo pasado se generó un movimiento que trataba de recuperar estas artes marciales perdidas. Poco a poco, con el estudio de los tratados históricos y su interpretación, se generaron sistemas de combate fieles a la Historia pero adaptados a la actualidad. Esto implica el uso conveniente de protecciones y el sentido común con tal de no dañar al compañero ni dañarnos nosotros mismos. Existe un vínculo estrecho y fuerte con la esgrima histórica que practicaban siglos atrás nuestros antepasados, con un claro interés histórico-cultural. La esgrima histórica contemporánea es fiel a la Historia pero también consciente de que el contexto sociocultural actual no es de los siglos XV o XVII. No obstante, en nuestro día a día la esgrima histórica se plantea como una mejora personal como artistas marciales (el famoso “camino de la espada” también presente en las artes marciales orientales), donde lo importante no es la competición, a pesar de que existan torneos de diferentes tipos.

Hoy en día, la esgrima histórica cuenta con una implantación nacional sólida y en aumento. Tenemos salas repartidas por buena parte de la provincia, que se organizan en asociaciones (Asociación Española de Esgrima Antigua, Federación Española de Esgrima Histórica, Asociación Galega de Esgrima Antiga…) o bien trabajan de manera independiente. Miles de personas en España acuden a salas de armas con diferentes objetivos, pero a todos les une algo: el amor por la espada, ese sentimiento atávico que muchos hemos sentido viendo películas medievales o leyendo El Capitán Alatriste y que se acaba magnificando en el estudio marcial.

En este enlace encontraréis un mapa con las salas de armas que existen en España, donde podéis acercaros y preguntar si estáis interesados en iniciaros en esta disciplina. Os dejamos, además, una serie de asaltos y exhibiciones con diferentes armas para que valoréis vosotros mismos.

 

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