Está todo a flor de piel, en la era de la hipersensibilidad cualquier decisión, acto o movimiento es interpretado como una afrenta o atentado contra una causa justa. Ahora el mundo mediático se ha rasgado las vestiduras ante la decisión de Pepa Bueno, directora de El País, de prescindir de los servicios de Fernando Savater; despido procedente causado por las criticas del intelectual hacia el periódico en un medio de la competencia. Ante el cese, el autor se ha encargado de pasearse por varios espacios para ahondar en su teoría de que la cabecera de Prisa es un medio gubernamental controlado por el Gobierno de Pedro Sánchez. Con firmeza, sostiene que no estamos más que ante una manifestación expresa de la censura que practica todo periódico secuestrado por el poder.

Respeto a Savater, de hecho seré uno de los que lea su último libro, sin embargo, en esta ocasión creo que se está equivocando. Lo hace porque está contando los hechos –sin ser fiel a la realidad absoluta–, cogiendo la parte que le interesaba para crear un relato que edulcore los acontecimientos. Su despido de El País es un hecho impepinable, de eso no hay ningún ápice de duda. El problema recae en que su expulsión de la cabecera no ha sido como causa de las aparentes afinidades editoriales al Gobierno, sino por el simple hecho de que ha criticado de manera flagrante, ha mordido la mano que le da de comer; acusa de ser un panfleto al periódico en el que escribe. Eso es algo debatible, habrá quien diga que tiene razón y habrá otros que se recreen leyendo los artículos de Prisa. Lo curioso es que Fernando Savater no haya sido coherente y no se haya ido de allí ante esas presuntas condenas propagandísticas. Me parece estupendo que él piense eso de la casa en la que lleva escribiendo durante 47 años, lo que no alcanzo a entender es si se sentía coaccionado o secuestrado porque no dejó de usar su pluma para beneficio de esa empresa. Pocos se quedarán con esa hipocresía, con esa falta de concordancia en el relato, tan solo les importará el ingrediente de que es un motivo más para criticar al Ejecutivo.

Esos comentarios son además una falta de decoro, de respeto hacia sus colegas columnistas que continúan cobijados en el paraguas editorial de El País. Firmas nada sumisas con el Gobierno, por cierto. Me vienen a la cabeza los nombres de Daniel Gáscon o Ana Iris Simón, que en más de una ocasión han sido independientes a la hora de verter sus opiniones sobre la actualidad lanzando sin reparos críticas al Ejecutivo. Sirve tambien esa conversión de Javier Cercas en la que confesaba su arrepentimiento de haber votado a Pedro Sánchez y cumplir el propósito de enmienda alejándose de todo ambiente o consigna política.

Fernando Savater parece haber salido del trance, del síndrome de Estocolmo al que Prisa le tenía sometido. Su conducta me recuerda a todos estos afiliados al Partido Popular que no dejan de renegar de sus siglas sin que hagan el digno ejercicio autocrítico de romper el carnet. El damnificado nunca dejó de escribir a pesar de que desde su juicio estaba colaborando con un panfleto maoista.

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