El otoño ha llegado, las temperaturas caen y nos empieza a apetecer “cero tirando a nada” salir a dar una vuelta tras el trabajo o irnos de fin de semana. Nos apetece llegar a casa, dejar las cosas en la entrada, encaminarnos al sofá, al sillón o a la cama y leer algo. Pero no algo especialmente sesudo, queremos drama, aventura, terror… tampoco queremos gastarnos demasiado en la novela de moda porque, al fin y al cabo, no nos vamos a gastar más de 20 euros en algo que vamos a leer en poco tiempo.
Para eso están las librerías de viejo, las estanterías de nuestros padres y esas pequeñas joyitas que son los bestsellers antiguos. No es que sean grandes clásicos de la literatura (de momento) pero sí son buenas historias y son baratas. Ideales para una pasar una tarde fría y lluviosa.
Nosotros, en concreto, hemos revisado las estanterías de nuestros familiares y hemos encontrado estos títulos.
- Chacal, de Frederick Forsyth (1971). Forsyth era todo un maestro del superventas y esta es, quizá, su obra más conocida. Un asesino desconocido es contratado por un grupo terrorista francés para acabar con el presidente Charles de Gaulle. Ahora se nos puede escapar la trascendencia del presidente francés y su época, pero la novela es trepidante y, de verdad, se gozan los planes y la astucia del asesino para llevar a cabo su plan. Por cierto tanto la novela como la posterior película fueron prohibidas en el Chile de Pinochet por ser consideradas un verdadero manual para realizar un magnicidio.
- La semilla del diablo, de Ira Levin (1967). Ira Levin fue en su momento un autor conocidísimo, hasta tal punto que la mayoría de sus novelas fueron adaptadas a la gran pantalla. La más famosa, por supuesto, fue la adaptación de ese texto en el que una pobre mujer se va dando cuenta poco a poco de que su hijo es el anticristo. Aunque hayamos visto la película de Polanski merece la pena leer el texto original y ver sus diferencias, que las hay.
- Entrevista con el vampiro, de Anne Rice (1976). Sí, la famosa novela que redefinió el mito del vampiro (para solaz de unos y para disgusto de otros) fue escrita en los años 70 aunque se convirtió en bombazo en 1994 –que también hace ya unos años- gracias a una cinta protagonizada por Tom Cruise, Brad Pitt y una jovencísima Kirsten Dunst. La película, todo hay que decirlo, creemos que ha envejecido un poco mal porque el vampiro lánguido, con crisis existenciales y demás lamentos resulta ya un poco cargante. Las diferencias entre la película y la novela son mínimas, si bien tiene su encanto disfrutar del estilo romántico –en el buen sentido- de Anne Rice al atardecer (somos unos sentimentales).
- El misterio de Salem’s Lot, de Stephen King (1975). Un año antes de que la Rice cambiara al vampiro, Stephen King reclamaba el reinado de terror de los chupasangres originales en su segunda novela. Una epidemia de vampirismo se extiende por un pueblo de Nueva Inglaterra y los supervivientes, entre aterrorizados e incrédulos, se dan de bruces con unos monstruos que sólo creían pertenecientes al mundo de la ficción. King lo cuenta de tal manera que el lector puede sorprenderse a sí mismo buscando un crucifijo para colocarlo debajo de la almohada. Por cierto, la novela es todo un compendio de remedios contra la acción de los vampiros.
- Odessa, de Frederick Forsyth (1972). Volvemos a uno de los autores superventas más superventas (valga la redundancia) de la época. Esta vez nos narra la historia de un periodista alemán que debe infiltrarse en una sociedad de antiguos camaradas de las SS repartidos a lo largo y ancho del mundo. Aunque esa sociedad no existió de verdad sí parecía estar inspirada en las actividades de diferentes jerarcas nazis que lograron huir de Europa tras la caída del Tercer Reich, por lo que su lectura entre líneas resulta fascinante. Como suele pasar con este autor, uno se queda con la duda de cuánto de real hay en las páginas.
- La casa de los espíritus, de Isabel Allende (1982). Hubo una época en la que esta novela estaba en casi todas las casas. Aunque ya había pasado el boom de la novela latinoamericana la historia de una familia chilena caló –¡y de qué modo!- entre los lectores españoles hasta tal punto que muchos nacidos en los ochenta conocimos a Isabel Allende antes incluso de saber por la clase de literatura qué era el realismo mágico. Se podría decir que esta novela es todo un compendio de recursos usados durante mucho tiempo en la narrativa latinoamericana: extensas familias, elementos sobrenaturales, choques políticos, amores prohibidos y hasta cierto ramalazo de novela de dictador.
- El topo, de John le Carré (1974). A le Carré se le conoció durante muchísimo tiempo como el “maestro de espías”. Su carrera como agente del espionaje británico durante el momento álgido de la Guerra Fría le hizo crear historias llenas de personajes auténticos y tramas veraces. Prueba de ello es El topo, una estupenda aunque a ratos densa novela en la que se entrecruzan las historias personales y “laborales” de agentes caídos en desgracia, de astutos traidores, y de viejas glorias que buscan su sitio en un mundo lleno de intrigas. Eso sí, no esperemos tiros, misiones trepidantes ni villanos narcisistas delirantes. Esto fue, y es, el mundo real.
- Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell (1936). Todo el mundo leyó el libro en su momento, todos hemos visto la película en algún momento, y pocos han releído la novela en el presente. Aunque la película es muy fiel a la novela evidentemente hay sucesos y tramas del libro que no fueron trasladados a la gran pantalla; por ejemplo aquellas que tienen que ver con la política de posguerra en los territorios del sur de Estados Unidos o con el nacimiento del ku klux klan. Una lectura muy recomendable aunque, las cosas como son, los cinéfilos pueden llevarse algún chasco al comprobar que algunas escenas míticas de la película no aparecen entre las páginas del libro.
- Los niños del Brasil, de ira Levin (1976). Las malas lenguas dicen que Levin leyó Odessa y no quiso quedarse al margen del éxito de una historia protagonizada por nazis retirados; así que puso a trabajar su fantasía y creó una historia alucinante con trazas de realidad: el doctor Josef Mengele, llamado “El ángel de la muerte” por su actividad en Auschwitz, ha creado varios clones de Hitler que ha dado en adopción a diferentes familias a lo largo del mundo y planea hacer todo lo posible para que, al menos uno de ellos, reviva el Reich. Ezra Liebermann, un cazador de nazis, hará lo posible para evitarlo. Aunque el planteamiento es bastante fantasioso toda la historia está dotada de tal verosimilitud que algunas veces podemos llegar a pensar si el Mengele histórico tendría en mente llevar a cabo un plan semejante.
- El perfume, de Patrick Süskind (1985). Esta sugerente novela cuenta la historia, ambientada en la Francia del siglo XVIII, de Grenouille, un asesino en serie obsesionado por las esencias, olores y perfumes cuyo objetivo es encontrar su propio aroma, del que carece. A tal efecto se convertirá en todo un maestro perfumista capaz de atrapar el olor característico de cada persona que se cruce en su camino. Pese a lo truculento del argumento estamos ante una obra delicada y muy entretenida. Tras su lectura uno corre el riesgo de obsesionarse con la fabricación de un perfume propio, eso sí, con métodos más ortodoxos que los del protagonista.
- Asesinato en el Orient Express, de Agatha Christie (1934). Lo cierto es que cualquier obra de Agatha Christie nos hubiera valido para pasar las tardes de otoño; pero reconocemos que a esta la tenemos peculiar cariño. Dada la situación, un tren atrapado entre la nieve, nos parece que crea una atmósfera muy adecuada para una tarde fría; de igual manera Poirot nos parece que está especialmente sembrado pese al dilema moral que supone… bueno… aunque sabemos que el lector conoce de sobra la novela tampoco queremos destripar la trama.
Por supuesto faltan muchos, muchísimos libros y novelas que citar. Nosotros, volvemos a decir, hemos escogido aquellas que hemos encontrado casi al azar. Invitamos al lector a que haga lo mismo. Nunca se sabe que antigua historia de éxito podemos resucitar.