Recuerdo, tiempo atrás, cuando semana tras semana escribía sobre Cataluña como si no hubiera un mañana y varios de mis lectores me criticaban por mi tendencia monotemática al solo hablar de la situación que se vivía en Cataluña. Que si Puigdemont se fugaba, que si los CDR salían a la calle secundados por los extintos terroristas de Terra LliureCada siete días, ponía sobre la mesa una catastrófica desdicha del catalanismo y algunos de los usuarios mostraban su empacho con respecto al pensar solo en Cataluña. A día de hoy, pese a que el conflicto catalán había amainado en los últimos tiempos, se siguen publicando obras, estudios y ensayos sobre la crisis catalana mientras unos cuantos protestan porque no se tratan en profundidad otros asuntos de vital importancia para España como las pensiones a la par que quitan hierro al problema catalán. “Mientras miles de manifestantes avanzan en marcha a favor de los políticos presos y los medios se hacen eco de dicha protesta, los pensionistas hacen lo propio pero para reclamar unas garantías justas a la par que los periodistas ignoran este hecho”escribía un instagramer en una publicación expresando su malestar por la vuelta al escenario de la historia interminable que representa el procés.

Tengo la sensación, de que no somos conscientes de lo que representa el ataque secesionista. Vivimos como si las circunstancias que acontecen en Cataluña fueran baladí o como si no nos repercutieran en la vida diaria. Pasividad, que es un fiel reflejo de la falta de patriotismo que tenemos. La integridad de España y nuestra democracia están en juego, y preferimos centrarnos en problemáticas que teniendo enfrente el procés no suponen más que asuntos secundarios. No digo que las pensiones, el fracaso escolar, la pobreza energética etc no sean un asunto de Estado, solo que si no se aplaca el suprema-cismo catalán y sus ansias secesionistas, nuestro país lo tendrá más complicado para lidiar con el resto de problemas presentes y futuros. Porque una España fragmentada, es una España menos democrática, porque una España rota, es una nación más injusta. Cuando Puigdemont, Torra, Junqueras, y el resto de la banda,-esto si que es un verdadero cartel del crimen que ansia matar nuestro sistema-, incumplen la legalidad creyéndose fuente de sus propias normas, o censuran a todo aquel que no les baila el agua para convocar un referéndum sin ningún tipo de validez o garantía, violentan el Estado democrático de Derecho. El conflicto catalán,-que en los últimos compases ha ido aumentando su escalada de violencia con un President de la Generalitat que ejerce como capo de los instigadores y terroristas-, representa el problema más grande desde que Tejero intentó hacer una remasterización de la dictadura en 1981. Un 23-F, que,- a diferencia del Golpe prolongado en el tiempo que estamos viviendo ahora y que es secundado de manera indirecta por los comunistas radicales de Podemos-, fue condenado por la izquierda con Santiago Carrillo a la cabeza. Porque… ¿Qué diferencia hay entre un militar que pretende destruir nuestro sistema convirtiéndolo en una tiranía y un grupo de pijos burgueses catalanes que ansían hacer lo mismo para emancipar a Cataluña de España?

Si no paramos el golpe de Estado que se esta ejecutando en Cataluña, ya nada volverá a ser igual en nuestro territorio. Ignorar, apoyar o quedarse de brazos cruzados ante lo que esta sucediendo en la región de los intelectuales-, quien nos lo iba a decir teniendo en cuenta que se han adueñado de esta una jauría de fanáticos en celo-, es querer una España menos libre, menos plural, democrática e igualitaria. Ya que recuerden, que el procés, nació por la corrupción de unos, y por las ansias de tener una Cataluña superior al resto de la nación, de otros. Si queremos terminar con la desigualdad entre españoles, debemos erradicar el ego de los golpistas, porque una España unida, es más democrática y prospera que una fragmentada.

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