Hay deportistas que marcan una etapa, que rozan la perfección y hacen fácil lo imposible. Este es el caso de Breanna Stewart, la jugadora perfecta. La norteamericana ha conseguido rozar el cielo con tan solo 24 años, ya sea con su equipo universitario, con su equipo en la WNBA o con su equipo nacional.

 

Breanna Stewart es el ejemplo de jugadora perfecta porque ha ganado casi todo, ya sea colectiva o individualmente, algo que casi ninguna deportista puede decir con 24 años. Pero tras tanto brillo hay muchas sombras, y en este caso no es distinto.

Cuando ella tenía nueve años sufrió abusos sexuales. El abuso duró dos años, dejando marcada de por vida a la jugadora. Y uno de sus salvavidas fue el baloncesto, daba largos paseos por las calles acompañada de un balón de baloncesto, jugando quizá finales de WNBA, una de las mejores ligas de baloncesto en el mundo, en su mente.

La jugadora consiguió superar todo su pasado y, tras una impresionante carrera en el instituto, decidió partir a la universidad de UConn, en Connecticut. Breanna consiguió, en su primer año de universidad, clasificar a las suyas como primeras en su región, con un balance de 29-4. Después, en el “March Madness“, consiguió vencer sin problemas a sus rivales.

En la Final Four de New Orleans, las cosas no cambiaron: en semifinales vencieron con rotundidad, con un 83-65 a su favor, a Notre Dame, equipo que le había derrotado en dos ocasiones en la temporada regular y con el que forjaría una gran rivalidad. En la final, consiguieron sobrepasar a Louisville por un 60-93.

Stewart sería premiada en el All-Tournament Team, junto con sus compañeras Hartley, Mosqueda-Lewis y Faris. La norteamericana conseguiría ganar este galardón en todos sus años como jugadora universitaria.

En el segundo año, las Huskies consiguieron la temporada perfecta, con un 40-0 de balance. Breanna promedió 19’4 puntos y 2’8 tapones por partido, siendo la líder indiscutible en su equipo, tanto en ataque como en defensa. Ningún rival fue capaz de acercarse a menos de diez puntos al sonar la última bocina. Ni siquiera su rival en la final, Notre Dame, que también estaba invicta, pero no fueron un gran problema para las de Connecticut, ya que vencieron por 79-58.

En el tercer año, las Huskies volvieron a vencer a su máximo rival en la final por 63-53. Pero en el cuarto año no llegaron a enfrentarse en la locura de marzo, Notre Dame cayó en tercera ronda; aunque Connecticut seguía venciendo, sin encontrar fallos en su programa. De esta forma, en 2016 consiguieron su cuarto título consecutivo de la NCAA, contra Syracuse, por 82-51.

La jugadora consiguió el MOP (Most Outstanding Player, el equivalente al MVP en la NBA) en los cuatro años que jugó con los Huskies, un récord histórico del torneo universitario. Era algo inédito, nunca antes una jugadora había conseguido cuatro títulos universitarios seguidos; y, además, debía añadir que recibió el premio a la mejor jugadora de la competición.

Y llegó el momento de decir adiós a su etapa universitaria. Breanna Stewart se presentó al Draft de la WNBA, y no fue ninguna sorpresa que fuera elegida en el número uno; tampoco lo fue que dos compañeras suyas (Jefferson y Tuck) fueran elegidas en el segundo y tercer puesto.

Seattle Storm consiguió hacerse con los servicios de la jugadora, y así comenzaría otra etapa. Desde el primer año dejó claro que quería ser candidata al “Hall of Fame”. Terminó la temporada como “Rookie Of The Year“, y no era para menos, ya que debutó con 23 puntos y consiguió promediar a lo largo de la temporada 18’3 puntos, 9’3 rebotes y casi dos tapones por partido.

En la segunda temporada consiguió subir un poco más el listón con su primera nominación al All Star. Consiguió promediar 19’9 puntos y su equipo clasificó en un octavo puesto, pero no consiguieron pasar de primera ronda.

 

Sería en 2018 cuando llegaría el mejor momento de la ala-pívot, su tercera temporada en la WNBA, cuando demostraría su potencial, ese que parece no haber encontrado techo. Seattle Storm finalizaría la temporada como primera de la conferencia oeste, con un balance de 26 victorias y ocho derrotas, el mejor balance del torneo, clasificando directamente a semis.

Ahí se daría uno de los duelos del año: se enfrentaba la mejor jugadora de la temporada contra Diana Taurasi, la máxima anotadora histórica de la liga y considerada la mejor jugadora de todos los tiempos. Y todo se decidió en el quinto partido, en un “Win or go home”, un ganar o perder, un todo o nada. Pero Stewart consiguió llevar a las suyas a la final, con 28 puntos y 7 rebotes en su haber.

Se jugarían el título contra las Washington Mystics. Delle Donne contra Stewart, un duelo que prometía, ya que enfrentaba a las dos jugadoras que serán el futuro de la competición.

Y se saldó con victoria para Seattle, las jugadoras no dieron ni un suspiro a su rival y no cedieron ni un solo partido. Las Storm ganarían la final barriendo a las Mystics por 3-0, en una serie al mejor de cinco. Y ahí comenzaría un mes de locura.

 

El 26 de agosto fue nombrada MVP de la temporada regular. El 12 de septiembre la ala-pívot conseguiría ser nombrada como MVP de las finales de la WNBA. Y el 30 de septiembre sería campeona del mundo con Estados Unidos y MVP del torneo organizado por la FIBA.

La nacida en Nueva York consiguió liderar al dream team de Estados Unidos para llegar a la gran final, y en ningún encuentro tuvieron problema alguno. Ni siquiera en la final, fue un camino en línea recta dirección al oro.

El único título individual que le faltó fue el de máxima anotadora de ambos torneos -WNBA y Mundial FIBA-, privilegio que consiguió Liz Cambage, la jugadora más dominante del mundo en la pintura a lo largo de este año.

 

Ahora, Stewart, la jugadora perfecta, se embarcará a otra misión: Europa. La ala-pívot se unirá al Dynamo Kursk ruso, con Candace Parker como compañera y Lucas Mondelo como entrenador. Su objetivo será ganar la Euroleague Women y aumentar aún más su palmarés.

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