Si cree que no tiene ningún virus, se equivoca.

Puede ser difícil de comprender, pero el cuerpo humano está ocupado por grandes conjuntos de microorganismos (conocidos comúnmente como microbioma) que han evolucionado junto a nosotros desde los primeros días de la humanidad.

Los científicos han comenzado recientemente a cuantificar el microbioma y han descubierto que está habitado por al menos 38 billones de bacterias. Lo más interesante, quizás, es que las bacterias no son los microbios más abundantes que viven dentro de —y sobre— nuestros cuerpos. El primer premio se lo llevan los virus.

 

Micrografía de transmisión de electrones de múltiples bacteriófagos adheridos a una pared celular bacteriana. Dr. Graham Beards, CC BY-SA

Se estima que existen más de 380 billones de virus viviendo dentro de nosotros, una comunidad conocida de forma conjunta como el viroma humano.

Sin embargo, estos no son los virus peligrosos sobre los que se suele hablar, como los que causan la gripe o el resfriado común, u otras infecciones aún más siniestras, como el Ébola o el dengue. Muchos de estos virus infectan las bacterias que viven dentro de nuestro cuerpo y los llamamos bacteriófagos (o fagos para abreviar). El cuerpo humano es un caldo de cultivo para los fagos y, a pesar de su abundancia, sabemos muy poco sobre lo que están haciendo estos o cualquiera de los otros virus que hay en el cuerpo.

Soy médico y científico y estudio el microbioma humano centrándome en los virus, porque creo que aprovechar el poder de los principales depredadores naturales de las bacterias nos enseñará a prevenir y combatir las infecciones bacterianas.

Uno podría asumir —y con razón— que si los virus son los microbios más abundantes en el cuerpo, deberían ser el objetivo de la mayoría de los estudios sobre el microbioma humano, pero lamentablemente no es así. El estudio del viroma humano está tan rezagado con respecto al estudio de las bacterias que es ahora cuando estamos descubriendo algunas de sus características más básicas. Este retraso se debe a que los científicos tardaron mucho en reconocer la existencia de un viroma humano y a la falta de herramientas estandarizadas y sofisticadas para descifrar lo que realmente hay en el viroma.

El abecé del viroma

A continuación veremos algunas de las cosas que hemos aprendido hasta ahora.

A las bacterias del cuerpo humano no les gustan los muchos fagos que viven dentro de ellas y a su alrededor.

De hecho, desarrollaron sistemas CRISPR-Cas —cuyos genes estamos modificando actualmente— para deshacerse de los fagos o prevenir las infecciones que estos causan. ¿Por qué? Sencillo, porque su función es matar bacterias. Se apoderan de su maquinaria y las obligan a producir más fagos en lugar de más bacterias y, al terminar, salen de la bacteria, destruyéndola.

Finalmente, se sitúan en las superficies de nuestro cuerpo esperando a cruzarse con más bacterias vulnerables. Es decir, básicamente se dedican a acosarlas.

 

Un virus llamado bacteriófago infecta las bacterias e inserta su material genético en la célula. La bacteria ‘lee’ las instrucciones genéticas y produce más virus que destruyen la bacteria cuando salen de la célula. Guido4, CC BY

Es evidente que se está librando una guerra en nuestro propio cuerpo cada minuto de cada día y no tenemos ni idea de quién está ganando o cuáles podrían ser las consecuencias.

Los virus pueden habitar cualquier superficie, tanto dentro como fuera del cuerpo.

Los investigadores han encontrado virus en todas las partes que han estudiado: en la sangre, en la piel, en los pulmones, en la orina… Dicho en pocas palabras, puestos a hablar sobre dónde viven los virus dentro el cuerpo humano, es mucho más sencillo preguntarse dónde no lo hacen.

Los virus son contagiosos, pero a menudo no pensamos que los virus bacterianos también se comparten fácilmente.

Los investigadores han demostrado que el solo hecho de vivir con alguien conduce a un rápido intercambio de virus.

Por ello, si no sabemos cuáles son las consecuencias de la batalla constante que se libra entre las bacterias y los virus de nuestros propio cuerpo, entonces se vuelve exponencialmente más complicado si consideramos la lucha entre nuestras bacterias y los virus de otra persona, que a su vez se compartirán luego con otros, incluyendo a cónyuges, compañeros de piso e incluso mascotas.

¿Los virus nos mantienen sanos?

 

Los virus destruyen la bacteria cuando salen de la célula. Aquí, los círculos tenues revelan dónde los bacteriófagos han matado a las bacterias. Guido4/Shutterstock.com

En última instancia, necesitamos saber qué hacen todos estos virus en el cuerpo humano y determinar si podemos aprovechar nuestro viroma para mejorar nuestra salud. Sin embargo, por ahora resulta difícil explicar que nuestro viroma puede llegar a ser útil.

Puede parecer contradictorio, pero dañar nuestras bacterias puede resultar perjudicial para nuestra salud.

Por ejemplo, cuando nuestras comunidades bacterianas saludables se ven afectadas por el uso de antibióticos, otros microbios malignos (también llamados patógenos) aprovechan la oportunidad para invadir nuestro cuerpo y enfermarnos.

Por lo tanto, en ciertas afecciones humanas, nuestras bacterias saludables desempeñan un papel importante previniendo la intrusión de patógenos. Aquí es donde los virus entran en juego, puesto que ya saben matar bacterias. Es todo cuanto hacen.

Por todo ello, se está trabajando para encontrar en nuestro viroma los virus que saben protegernos de los microorganismos dañinos, a la vez que dejan intactas las bacterias buenas.

De hecho, hay ejemplos anecdóticos recientes en los que se utilizan fagos satisfactoriamente para tratar infecciones potencialmente mortales causadas por bacterias resistentes a la mayoría de los antibióticos (si no a todos), un tratamiento conocido como terapia con fagos.

Desafortunadamente, estos tratamientos están —y continuarán— siendo obstaculizados por la falta de información sobre el comportamiento de los fagos en el cuerpo humano y las consecuencias imprevistas que su introducción pueda provocar en el huésped humano. Por lo tanto, la terapia con fagos permanece fuertemente regulada.

Al ritmo actual de la investigación, pueden pasar muchos años antes de que los fagos se utilicen de forma rutinaria como tratamiento contra las infecciones. Pero no se equivoque al respecto, los virus que han evolucionado con nosotros durante tantos años no solo son parte de nuestro pasado, sino que representarán un papel importante en el futuro de la salud humana.The Conversation

David Pride, Associate Director of Microbiology, University of California San Diego y Chandrabali Ghose, Visiting Scientist, The Rockefeller University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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