Fue en noviembre de 2008 cuando doce ataques de terroristas paquistaníes, reivindicados por un grupo islamista de nombre “Muyahidines del Decán”, dejaron 173 víctimas mortales en Bombay. Uno de los lugares atacados, más el lujoso y llamativo en cual se centra el film, fue el hotel de lujo Taj Mahal Palace. En ese hotel la máxima fundamental y primera era: “El huésped es Dios”. Podemos ver e incluso vivir con gran angustia, el terror de los huéspedes, y la defensa y apoyo heroicos de los empleados para salvar al mayor número posible de los clientes durante un asedio que duró días.
El australiano Anthony Maras retrata con habilidad el desamparo y la tragedia de hombres y mujeres acorralados y tiroteados sin piedad, en un thriller de acción y violencia que se mueve entre el cine de género y cierta intención de compromiso contra la barbarie de unos jóvenes terroristas que obedecen las órdenes de una voz diabólica que les habla permanentemente por el teléfono móvil en nombre de Alá. El ritmo vibrante y el poder visual de escenas horribles crean una sensación de asfixia.
Está conseguido el guion de John Collee y Anthony Maras que refleja de forma artera una experiencia cargada de suspense y terror, siendo además muy difícil hacer ficción con un hecho que fue tan verídico como sangriento y cruel. Además, los personajes son muy certeramente retratados.
El reparto es bueno, sobresaliendo actores como Dev Patel, que hace un trabajo interpretativo de excelencia, con la angustia reflejada en sus profundos ojos de camarero Sij (Patel es un actor que ha ido a más, a mucho más desde que nos sorprendiera en la película “Slumdog Millionaire”, once años atrás). Armie Hamer y Nazanin Boniadi están muy bien como matrimonio con un bebé, aterrorizados por cuanto ocurre. Jason Isaacs estupendo como ex militar ruso. Anupam Kher muy creíble y eficiente como el heroico jefe de cocina del hotel. Y así todos los componentes del elenco que saben trasladar al espectador la turbación de unas personas en el centro de una ratonera cercada por uno criminales fanáticos.
Las escenas de violencia están rodadas de manera cruda y realista, con más imágenes pavorosas de asesinatos que la mayoría de ‘slashers’, a sabiendas de que se está contando un hecho real tremendo que significó un fuerte shock para la India y para el mundo civilizado. O sea, una rotunda brutalidad en imágenes de vísceras desparramadas y otras, que sin dude son excesivas.
Pienso que Maras se centra en el escenario del Hotel y no en otros de Bombay donde también hubo atentados, porque en el tal lugar había hombres y mujeres occidentales que sin duda venden más que la pobre gente que murió ametrallada o bombardeada, por ejemplo, en la estación de ferrocarril de la gran urbe.
En este sentido, el principal problema de la película es que, aparte de los estereotipos sociales y culturales típicos-tópicos que aportan poco y mal, no se observa el intento de cierta reflexión política o social, lo cual que tras finalizar el metraje, el espectador puede legítimamente preguntarse qué sentido tiene lo que cuenta Maras, qué pretende al hacer tan violento film. O tal vez, Maras meramente ha querido impactar a los asistentes del mismo modo que lo podría haber hecho con una obra de catástrofes. Solo que esta historia es veraz y está extraída de la crónica más negra de la reciente historia del mundo. De hecho, está construida en base a docenas de entrevistas de personas que vivieron los acontecimientos.
Concluyendo: estamos ante un ejercicio de tensión in crescendo que consigue conmover y dejarte aplastado en la butaca durante 125 minutos ¿Es eso suficiente?