El director Sébastien Marnier consigue desde el primer momento, con un cine original, naturalista y perturbador; logra conducir con pulso narrativo un thriller de suspense centrado en un colegio de élite y adolescentes superdotados, insoportables y engreídos.

En una de las primeras escenas, un profesor, sin mediar palabra se tira por la ventana del aula dejando pasmado al espectador, no así a algunos de los jovenzuelos que miran con desdén y siniestra frialdad la escena del cuerpo del suicida estampado sobre el asfalto.

Pierre será el profesor ‘interino’ lo sustituya. Desde la secuencia inicial, despiadada y manifiestamente hostil de parte de los jóvenes, se hace la presentación del personaje de Pierre en un travelling desde atrás, lo cual que el espectador es invitado bucear a partir de entonces en las procelosas aguas de un viaje cargado de confabulaciones, cuyo itinerario es incierto.

Estos adolescentes fríos e inexpresivos tienen mucha mala bilis y es obvio desde el principio que encierran un secreto. Pierre no tarda en darse cuenta del carácter hostil de sus alumnos, que son seis, chicos y chicas, que urden algo enigmático. En este clima denso de alumnos aviesos y un colegio magno que los mima a modo de triunfo, Marnier va incrementando la tensión de forma pausada, in crescendo, dando lugar a múltiples sospechas en impensadas direcciones. Esta sensación de angustia que prevé algo terrible, unido a la dificultad intrínseca del grupo de alumnos, hacen que el novato profesor se sienta abrumado llegando a la pesadilla y al delirio.

La dirección de Sébastien Marnier me ha parecido interesante hasta casi el final. El director francés nos introduce de forma convincente y atribulada, en una fábula naturalista y paranoica, dentro de una componenda que parece anticipar algo desasosegante. Con la creación de este clima, Marnier se mueve en el formato de cine de suspense y por su originalidad, de cine de autor. Prevalece el principio de que un buen misterio ataviado con la ambientación adecuada, puede servir de base incluso al más flojo de los relatos. Así, un tenebroso punto de partida nos va llevando con intriga y realismo, seduciéndonos malévolamente, en un marco escolar de terror que sirve como asidero de atención.

El guión del propio Marnier junto a Elise Griffon, resulta de adaptar la novela del francés Christophe Dufossé de 2002 titulada: “L’Heure de la sortie” (‘La hora de la salida’). Un libreto para thriller de misterio del cual el espectador espera una solución airosa y brillante.

La espléndida y a ratos inquietante música de Zombie Zombie, así como la fotografía mate de Romain Carcanade, hacen que la cinta tenga un perfil de producto arriesgado, distinta y bordeando lo fantástico.

En el reparto, Laurent Lafite hace una meritoria interpretación contenida y a la vez expresiva, sin muchos alardes gestuales ni verbales; es quizá uno de sus mejores papeles. Junto a él un reparto de actores y actrices y un casting de jóvenes actores que hacen un loable trabajo coral.

Pero, ¿qué queda de la pretensión de azoramiento de la obra? ¿A dónde nos lleva el relato?

Lo que ocurre es que Marnier se va disgregando y tomando caminos desde mi modo de ver erráticos. El encadenamiento de sucesos perturbadores a los que asistimos no termina de cerrar en un discurso equilibrado o palmario. El resultado carece de una clausura eficiente y da sensación de incompletitud, pues su apocalíptica parte final no casa con la cadena de maquinaciones humanas precedentes. El extremo de unos chicos que parecen prepararse para salvar al planeta de la degradación a la que está sometido, no es suficiente para un final insólito. La conflictiva relación entre los muchachos y el profesor carece de recorrido y de recursos para que el enigma que atraviesa la trama se concrete en algún punto de pánico y zozobra entre los protagonistas. Todo se precipita en una destrucción apocalíptica que produce perplejidad. Recordando a San Juan de la Cruz se me ocurre decir: “Entréme do no supe/ y quedéme no sabiendo/ toda sciencia trascendiendo”.

De modo que tras haber esperado en vano que algo suceda, todo se apresura repentinamente, como si fuera necesario a toda costa completar esta narrativa dándole una dimensión racional y de masiva catástrofe, un desastre ecológico de dimensiones oceánicas, algo que pone en solfa todo: la civilización, al género humano, la educación, la economía, etc. Pero, según mi opinión, la cosa deviene fiasco monumental. El gran mensaje ecologista no es para mí suficiente. La historia necesitaba de un broche más concreto, más en el nódulo de las relaciones entre los protagonistas.

Al libreto le falta historia y el film da un cerrojazo tan inesperado como impreciso para los mimbres con que se fue tejiendo la trama, que era ante todo una trama de gran desasosiego afectivo y de relación dentro de un encuadre educativo.

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