La película adapta el libro de memorias “Comportarse como adultos”, escrito por el ex-Ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis sobre la crisis griega de 2015. Se trata de una crónica en primera persona sobre lo que ocurrió a lo largo de los cinco meses de negociaciones entre el gobierno griego y la Troika. Varoufakis hace una crónica personal sobre el enfrentamiento del país heleno con sus acreedores. Dicha negociación se produjo en la denominada “primavera griega” de tan doloroso recuerdo para todos. El entonces Ministro de Finanzas Varoufakis se convirtió en un personaje público principal y ocupó los titulares y las portadas de prensa y TVs de la época, por sus diferencias con la Troika, grupo de decisión formado por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ¡¡Ahí es nada!!

El título de “Adults in the Room” (Comportarse como adultos), surge de una frase de la antigua responsable del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, que en medio de una reunión de hombres en Europa aseguró: “En esta habitación lo que faltan son adultos”, lo que hace pensar que para la ocasión faltaron líderes con capacidad de diálogo y de espíritu ecuánime y resolutivo.

Costa-Gavras hace una narración con tensión, pulso y hasta un poco del vértigo de aquellos días en los que Grecia estuvo a punto de quedar fuera del sistema europeo del euro y de la misma Europa. Tiene una vigorosa puesta en escena, fluida, eficaz y entretenida, con una trabada ejecución dramática que trasciende cierto dogmatismo, lo cual es de agradecer.

La versión de Gavras sobre los acontecimientos contados por Varoufakis que culminaron con la dimisión del Ministro de Finanzas griego, gira sobre las razones que llevaron a Alexis Tsipras, presidente del Gobierno de izquierdas, a aceptar las condiciones de la Troika ‘versus’ el resultado del referéndum que él miso convocó. El misterio sigue ahí (hay una escena donde un extraño baile envuelve al primer ministro), aunque con el tiempo, sobre todo una vez perdidas las elecciones, las cosas se aclararon bastante, algo que excede el cometido del film.

Esta es la primera película que el director franco-griego rueda en Grecia y en ella parece que Gavras quiera darnos una lección de la reciente historia greco-europea, una historia de puertas adentro de esa institución que es Europa, encerrada en un espectacular edificio de cemento y enormes ventanales de cristal opaco, con lujosos muebles y reuniones al más alto nivel. Y todos esos personajes que solemos ver en los noticiarios que Gavras retrata con su ambición, sus temores, sus ideales y con el inmenso poder desde el cual miran al mundo con cierta displicencia. Evidentemente, Gavras se posiciona en contra de esos políticos, financieros y burócratas que parecen dominarnos, lo cual que el regusto que queda tras el visionado de la cinta es bastante amargo. Pero hay algo que es necesario decir. La historia es contada por un Varoufakis interesado y por un Costa-Gavras cuyas preferencias ideológicas ya conocemos. Así las cosas, y a pesar de que sabemos de la avidez del mundo financiero y de los poderosos, sin embargo, en el film se ignora el interminable listado de errores en la gestión, corruptelas y otras maniobras políticas inconfesables de los gobiernos griegos que derivaron en una enorme catástrofe para el pueblo llano que es quien siempre paga los platos rotos.

Costa-Gavras es un director que ha dedicado su vida cinematográfica a denunciar tremendas, injustas y penosas situaciones y acontecimientos en prácticamente todas las partes del mundo. Es un cine mezcla de denuncia social y thriller político, que ha sacado a la luz violaciones a todo nivel dictadas por los poderosos, asesinatos impunes, explotación, y otras atrocidades sufridas por colectivos y ciudadanos inocentes en la historia de los últimos cien años. Es llamativo que Gavras parece siempre tener claro quiénes son los buenos y quiénes los malos. Pero este convencimiento y maniqueísmo tropieza con lo que debiera ser un preciso y efectivo sentido de la verdad, sobre todo cuando se abordan asuntos complejos y hasta discutibles. Dicho lo cual, nadie va a negar que el cine-Gavras sea un cine comprometido que ha disfrutado por décadas y aún hoy, del beneficio de un público incondicional que lo recibe con aplausos y parabienes.

Esta película no será de multitudes, pero sí llenara ‘salas especiales’ con espectadores ya maduritos que seguimos queriendo ver a Gavras, a ver qué cosas son las que hace en su ya avanzada senectud, y cuáles son sus propuestas a día de hoy. No hace mucho Gavras declaraba con relación al film: “En la vida lo más importante es la resistencia, porque es la única manera de cambiar a uno mismo y a la sociedad. Tenemos siempre razones para resistir y no siempre lo hacemos”. Buena reflexión, incluso le serviría a Varoufakis, pues bien poco que aguantó en su cargo y ahora, contando la feria según le fue, mucho me temo que intenta reparar su imagen con un libro que desde luego no logra ese cometido. Y creo que Gavras se ha dejado seducir por el cuento de Yanis, un relato lastimero y sin mínima autocrítica.

Buen reparto con actores que cumplen muy bien (Christos Loulis, Alexandros Bourdoumis, Ulrich Tukur o Josiane Pinson). Buena la Música de Alexandre Desplat y la fotografía de Giorgos Arvanitis.

Lo que considero más meritorio, para bien y para mal de lo que he visto, es la palmaria actitud de su director de hacer pedagogía y de contar la historia, con brocha gorda eso sí, olvidando los rincones en los que no quiere entrar y sermoneando en lo que él le parece ver muy claro. Pero hoy, en 2019, el líder Alexis Tsipras ha presentado la nueva Syriza. El líder de la izquierda radical que intentó acabar en 2015 con la austeridad y el rigor en Grecia, se ha puesto al frente de un partido que, tras su salida del poder, se reformula para ocupar el espacio que solemos llamar centro-izquierda. Incluso le hace carantoñas al Pasok del populista Andreas Papandreu. Pero claro, de eso no hablamos pues han sido el ‘resistente’ Yanis Varoufakis quien escribió el libro y el suspicaz Gavras quien dirigió su puesta de largo en el celuloide. Porque según mi opinión, no le falta a la película una expeditiva voluntad de ajustar cuentas con el pasado inmediato; sin embargo, carece de interés o intención por obtener una imagen serena, objetiva y completa sobre el mismo.

Acabo apuntando que es una obra de interiores donde abunda la recreación digital de fondos, signos ambos de que es una película de escaso presupuesto, lo cual que se nota. Desde luego no vamos a negar las buenas intenciones del director y su conocida implicación con los más débiles (aunque no sean los débiles quienes más aparecen en el film). Y como ya he dicho, en ese duelo de intereses, siempre ganan los arriba y la cuerda, como suele decirse, se rompe por el lugar más frágil. Echo en falta esa realidad de la pobreza y la angustia del pueblo griego de la que apenas se nos ofrecen unas pinceladas de comercios cerrados o secuencias documentales de las protestas.

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