En los tiempos que corren, running times, en que abandonamos inmisericordes (hala traduce si hay webs) nuestro preciosos idioma, he creído que llamaría más la atención un título en inglés, half por lo menos. Quizá así aficionados al crossfit, algún que otro personal shopper o trainer, devoradores de reality shows y aficionados a spoilers en la web fijen su atención en él. May be.
Reconozco que es un idioma que envidio por varias razones. Es unitario; no tienen regiones dando por saco (bag) con la primacía del dialecto sobre el llamado Inglés de la Reina, aunque haya registrados hasta 37 de ellos. Sus diferencias son más de pronunciación que de idioma. Esto nos resulta fácil de entender. Un sevillano o gaditano hablan el mismo español que un pontevedrés, donostiarra o ilerdense (normales), aunque en ocasiones se parezca como un huevo a una castaña. Si ya es murciano apaga y vámonos “acho que he quedao en la picoesquina”. Con todo mi cariño hacia Murcia, héroes de Baler en nuestra Filipina patria.
Por otro lado, carece de género; no saben el ahorro que supone en tiempo y problemas. Nosotros sí. The bored devil kills flys with the tail (1). De un tiempo a esta parte se libra una anodina e insustancial batalla al respecto. Lectores y lectoras, amigos y amigas, aficionados y aficionadas, dentistas y dentistos, funambulistas y funanbulistos, portavoces y portavozas, cargos públicos y cargas públicas. Una de tantas que el experto prestidigitador fomenta para distraer a la ingenua audiencia. ¡Ale hop! y desaparecen “nosecuantos” millones, ¡Ale hop! y aparece una mansión con piscina, servicio doméstico y vigilancia. ¡Ohhhhhhhhh! ¡Qué chulada!. Murmulla al unísono ante el truco el sorprendido público. El espectáculo justifica el impagable (literalmente) precio de la entrada. Lo primero (a) es lo primero (a), no se puede consentir tal infame discriminación propiciada por retrógrados (y plantígrados) extremistas opresores del lenguaje.
Además lo envidio por inalcanzable. Tras más de treinta años de intento, ni lo hablo, ni mucho menos, lo escribo correctamente. No consuela que sea uno de tantos en la misma tesitura (traduce venga). Mientras mi vecino inglés habla un español impecable con imperdible acento británico y problemas con la zeta (a lo Michael Robinson), si intento imitarle parezco el Apache del western, en el mejor casos.. En fin, es lo que hay y está asumido. Cualquier día rompo a hablarlo con fluidez.
Ahora bien, tiene sus carencias. El título lo demuestra. Contamos con términos, expresiones y conceptos intraducibles. Un “gandul” no es un “lazy”, es algo más que una persona apática o vaga. Es un holgazán con aire cansino y hastiado incluso de sí mismo y, claro, traducirlo es casi imposible. Lo mismo ocurre con “borrego”. En su literal acepción es, simplemente, la cría de la oveja de uno o dos años. No se queda ahí, es mucho más. Es también la persona que se somete a la voluntad de otro sin resistencia ni protesta; que sigue al grupo agachando la cabeza sin interés alguno en ver, nada más, que las piernas del líder, vaya hacia el comedero o directo al precipicio. Quien jamás se plantea si el grupo tiene razón o sentido, ni hacia dónde se dirige. La única finalidad de su existencia es pertenecer al mismo, no quedar excluido y asentir “borreguilmente” a las consignas dadas. En definitiva, no pensar y ni tan siquiera intentarlo, por lo que pueda pasar; no mirar por miedo a lo que pueda ver y que su ignorante y plácida comodidad se vea alterada por la realidad. Maldita realidad que intenta imponerse a la absoluta verdad de la versión del pastor.
Si a Clarice atormentaba el recuerdo dormido de los silenciosos corderos esperando ser conducidos al matadero, asusta mucho más el ruidoso silencio de los borregos callados ante una realidad clamorosa. Los que callan, otorgan o distraen la atención del respetable con trucos de manos vacíos de contenido per cargados de intención.
Ni los propios parecen conformes con el raudo y veloz pacto social-podemita; con el ninguneo de Su Majestad como (aún) Jefe del Estado, como mínimo por respeto y educación constitucional y torera; con el reparto de mesas, sillas y cómodos sillones, previo a cualquier fondo material; con la consagración, bendición y homenaje a la disolución del Estado y aceptación de las diferencias regionales dentro del edificio común; de la política veleta, conforme convenga, carente de ideales de servicio salvo por uno mismo y sus acólitos; con la aceptación de la corrupción propia y la condena salvaje de la ajena (sin color o condición definida); con el conocimiento de los males que nos aquejan y las soluciones necesarias y la cobardía para aplicarlas; con el menosprecio a las instituciones democráticas, léase jueces, fiscales, autoridades y funcionarios de seguridad, y la incapacidad, silencio cómplice, de amparo y autoprotección.
Lo más indignante, lo que rebela al tiempo que desanima, es la callada, el silencio de los borregos, porque es cómplice y autor por colaboración. La falsa lealtad al traidor aún conociendo sus espurios motivos, su única intención de autocomplacerse en su trono grapado al culo. Estatal, regional, local o institucional. El borrego, es mucho más que una cría de ovino, es un obediente e inconsciente colaborador del fraude. Su silencio es necesario para que el pastor medre a su costa sin importarle que acabará en el matadero más pronto que tarde.
Prefiero mil veces al perverso malvado que al ingenuo borrego, al primero sé lo que le mueve, se puede prever su curso dirigido a su exclusivo beneficio; el segundo ni es previsible ni descansa. Desconcierta, desespera, aburre y desmotiva.
(1) Cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo