Iniciamos nuestro viaje un viernes por la tarde. Partimos por la A-2 dirección Barcelona. Durante nuestro recorrido en coche podemos ver el cambio de paisaje desde el seco verano de la campiña, pasando por el paisaje de la Alcarria y el paisaje más agreste de la zona de Alcolea del Pinar. Abandonamos la provincia de Guadalajara y nos introducimos de lleno en el paisaje agreste soriano, donde alternamos zonas verdes montañosas con paisajes propios de la llanura castellana. En nuestro recorrido podemos ver pueblos tan singulares como Almazán, Ólvega o Ágreda. Pueblos que recuerdan los versos del Poeta Machado en sus “Campos de Castilla”. Finalmente llegamos a Tarazona, para desviarnos un poco y llegar hasta Añón de Moncayo, final de nuestro trayecto, y centro de operaciones de nuestra estancia.

Nos encontramos en un enclave privilegiado entre Soria, La Rioja, Navarra y Zaragoza. Lo primero que me llamó la atención fue el carácter cariñoso y hospitalario de las gentes que viven en la zona del Moncayo. Personas que quieren y cuidan de su tierra por encima de todo: el Moncayo. Pero ¿sabéis qué es el Moncayo?

Moncayo proviene del latín “Mons Caius” o San Miguel es una montaña del Sistema Ibérico situada entre las provincias de Zaragoza y Soria. Es la montaña más alta del Sistema Ibérico con 2314,30 m y uno de los más importantes de la geografía de nuestro país. Además, desde el año 1978, su vertiente aragonesa forma parte del hoy denominado Parque Natural del Moncayo con una superficie de 11.144 hectáreas. Su cara norte es una sucesión estatificada de diferentes vegetaciones y ecosistemas; los encinares y coscojales van dando paso a robledales, pinares, hayedos y abedulares, hasta que se impone el pino negro plantado, pero que no es autóctono del macizo. Después vienen los matorrales de sabina rastrera y retamares finalizando con pastos ralos de altura a base de “festuca”.

Resulta curioso que es una montaña que desde el primer momento que la ves te incita a subir, y más cuando, como se explica en el párrafo anterior, vas viendo semejante contraste en su flora. Mucha gente, entre los que me incluyo, iniciamos el ascenso desde el Monasterio de la Virgen del Moncayo, situado a 1621 m. Llegamos hasta el circo del Cucharón a 1833 m, para después, seguir dos rutas: la primera que se dirige directamente a la cima por un terreno con mucha inclinación que, en invierno, lo hace peligroso y la segunda que consiste en alcanzar la cresta por la loma que separa el circo donde nos encontramos del circo del de San Gaudioso, hasta llegar al cerro de San Juan a 2283 m y de allí a la cumbre. No obstante, también tenemos la posibilidad de apuntarnos a las 24 horas subiendo al Moncayo (tuvieron lugar el 12 de agosto), donde no nos dejaremos ningún detalle de esta maravillosa montaña.

Sin embargo, no todo va a ser realizar senderismo, el Moncayo también esconde mucha cultura en sus alrededores:

Podemos comenzar nuestra visita por el mismo pueblo de Añón, donde nos encontramos dos cuevas de las que nacen pequeños arroyos que dan caudal al río principal. Además, podemos pararnos en el bar que hay al lado y disfrutar de una buena bebida o comprar productos hechos con la miel de la zona. Continuando dirección a Tarazona, nos encontramos con dos pueblos muy bonitos, Alcalá del Moncayo y Veruela.

En Veruela debemos parar obligatoriamente en su monasterio cisterciense del siglo XVI. Por fuera se asemeja a una fortificación antigua, y una vez que estás dentro disfrutas de la paz y la tranquilidad de un lugar tan majestuoso. Lugar que, por cierto, era parada obligada cuando los reyes de Aragón querían pasar a Castilla y viceversa. Tras recorrer todos sus recovecos, uno comprende más a los hermanos Bécquer y el porqué de su estancia allí de casi un año (diciembre de 1863-julio de 1864). En estos seis meses a Gustavo Adolfo Bécquer le dio tiempo a escribir “Cartas desde mi Celda” y a su hermano Valeriano, le dio tiempo a pintar una serie de 91 dibujos titulados “Expedición de Veruela”. Finalmente, si los viajantes llegan con hambre, les recomendaría hacer una parada en “El Molino de Berola”, restaurante donde podrán degustar comida propia de la zona hecha con mucho cariño. Otra opción para los visitantes es ver el museo del vino que alberga en su interior.

Continuando con nuestro camino por el entorno de este singular paraje, llegamos a Tarazona, capital de la comarca, y un lugar con mucha historia, sobre todo con su industria textil, y las dos fábricas de cerillas y fósforos que albergó o las antiguas naves de máquinas de FF.CC. Sin embargo, si por algo se caracteriza Tarazona es por su catedral de planta Gótica de Nuestra Señora de la Huerta. Catedral iniciada en el siglo XII y consagrada en 1235 por el obispo García Frontín II.

Por último, si el viajero desea conocer más cosas, tiene la posibilidad de ir a Borja y visitar su “Ecce Homo”, sin embargo, deberá ir bien pertrechado ya que se encuentra en una ermita en lo alto de una colina.

¿Qué me decís de sus leyendas?… eso mejor lo dejamos para otro momento y para que el lector profundice en ellas… y que mejor que con el libro, “Moncayo, el laberinto legendario” del escritor y periodista Alberto Serrano.

Me gustaría terminar este artículo con las palabras de Gustavo Adolfo Bécquer sobre esta zona tan bonita: “(…) me he empapado de inspiración a la sombra de los seculares bosques que cubren la falta del Moncayo, por entre cuyos laberintos de verdura corren esas aguas limpias y transparentes cuyo rumor convida al reposo y a la calma”.

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