La editorial Plataforma ha editado la biografía del rumano Virgil Tanase sobre Albert Camus, el premio Nobel argelino. La obra, un concreto recorrido por las atribuladas experiencias del francés argelino de origen español, narra desde los comienzos humildes y huérfanos de un muchacho desanclado, salvo por su empatía con los más pobres (y simples, positivamente hablando para el autor de “El extranjero”), hasta el recorrido por Francia, en concreto París, donde se rodeará el autor con la crème de la crème de los galos.

Camus, huérfano de padre desde muy pequeñito, vivió en ambientes sencillos con su madre y su abuela, siendo su tío una especie de figura paternal para él, junto a su maestro de escuela, que, en sus palabras, fue quien más luchó por su futuro viendo su talento literario y quien convenció a su madre de intentar postergar su entrada al mercado laboral para darle una oportunidad en el instituto (y más tarde en la Universidad, donde estudiará Filosofía). A él le agradecerá con pasión su ulterior Premio Nobel.

La biografía incide en las relaciones personales del autor existencialista (que no se consideraba como tal): su madre, por un lado, figura de referencia moral, faro de luz en sus momentos de más oscuridad, orgullo por su lucidez pulcra frente a unas élites parisinas de las que siempre intentó separarse por asco moral (mas a los que regresaba siempre bien por vanidad bien por necesidad económica); su esposa, Francine, a la que amaba à la Albert, esto es, con una fidelidad matrimonial no muy rígida, digamos, pero a la que siempre anteponía en los momentos de crisis, en especial durante su aguda depresión, y la que entendía con lealtad; su relación con la izquierda francoargelina, por un lado, y los independentistas argelinos, por otro, a los que siempre rindió amistad y sinceridad, y, aunque parezca extraño, también absoluta falta de adhesión y fidelidad intelectual, pues Camus, el libérrimo Camus, se granjeó enemigos por doquier criticando siempre en los peores momentos, bien la Francia post-ocupación revanchista, bien la Argelia nacionalista terrorista, bien la izquierda parisina comodona y filosoviética, siempre crítico, siempre creyendo, a veces en una ingenuidad infinita, defender a los débiles frente a los poderosos.

Su obra, absurda y personal, siempre con vacíos de crisis de fe en su capacidad literaria, vertebra su vida personal bajo el sol fuerte mediterráneo y el acero parisino como influencias en su concepción de la existencia humana, forzada, emergida, impuesta. El teatro, de lo que se habla poco, fue su gran pasión, donde disfrutaba con avidez de adaptar a clásicos en compañías de teatro donde la camadería le insufabla reposo moral, una calma de espirítu de la gente sencilla que dispensa diversión estética e intelectual. Sus memorias evidencian una salud mental cuestionable y altibajos en su capacidad de sobreponerse a tiempos duros que le atacaban en lo personal e intelectual.

Aunque se le asocia a menudo con Sartre, lo cierto es que la biografía demuestra las graves desaveniencias con el padre del existencialismo, empezando por la mera etiqueta “existencialista”, que, como Foucault con la de posmoderno, rechazaba tajantemente. La obra incide en la relación de Camus con la élite intelectual francesa, siempre recelosa, nunca del todo abierta a un muchacho argelino de orígenes pobres, siempre aparte, siempre diferente, incluso cuando la unidad de partido se daba por supuesta en los oscuros tiempos de la ocupación nazi, donde se jugó el cuello para clandestinamente seguir publicando periodismo crítico contra Vichy.

Estamos, pues, ante una biografía imprescindible para entender al autor de El extranjero o Calígula. Aun a riesgo de sobreromantizar su vida y su obra con un retrato, como en todas las biografías, indulgente y subjetivo orientado a idealizar al sujeto, recomiendo este libro para tener un punto de vista diferente del siglo XX francés y ligeramente ácido con la élite francesa, en especial si queremos leer palabras incómodas sobre Sartre y Beauvoir y simpatizar con las endiabladas travesuras de Albert con muchachitas de todas partes del mundo y enternecernos con su relación con su madre, su primera esposa (drogadicta que lo engañó y luego al que pidió ayuda para tener un control propio sobre su cuerpo contra la morfina) y su esposa, a la que dejó viuda tras un accidente de coche que entristeció al país galo, incluso a sus enemigos, que al final no eran tal. “Era un hombre justo sin justicia”, escribía Sartre. “Aujourd’hui maman est mort, ou, peut-être, hier. Je ne sais pas.”

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