Estimados independentistas catalanes:

Siento lastima por ustedes. Pesar, porque ilusos, han confiado en políticos nefastos que han utilizado el secesionismo y la estelada como cortina de humo para ocultar sus trapos sucios. Corrupción, de la que ustedes mismos, son víctimas. Así es, como lo leen. Si aún no se habían percatado, al ensalzar a los líderes soberanistas, como aquella vez que aplaudieron a Jordi Pujol en un auditorio, estaban respaldando sus conductas criminales. Comportamientos, que no les perjudican a ellos, sino a los que les siguen la corriente, a aquellos con los que empatizan y que les endiosan como si su causa fuera una revelación.

Esos políticos presos por los que ayunan y dedican plegarias les han tomado el pelo por doquier. Los que se llenaban la boca con célebres mantras como el de ´España nos roba´, planeaban todo tipo de desfalcos para enriquecer a su familia y empobrecer a Cataluña. Mientras los catalanes asumían recortes en educación, teniendo que lidiar con escuelas barracón, o en sanidad, obligando a los ciudadanos a tener que aguantar eternas listas de espera, clanes como el de los Pujol se llevaban a sus cuentas moneda tras moneda hasta amasar una fortuna de 70 millones de euros. Manipulados por el aura de un gurú, están controlados por una secta que asegura facilitarles todo tipo de garantías al mismo tiempo que desfalcan sus bolsillos. Carteras que se vacían. El hecho de que Cataluña sea la Comunidad donde más impuestos se paguen, no contrasta con los servicios de los que disfrutan los habitantes de esta región. Si la circunstancia de tener una fuerte presión fiscal tiene que ser sinónimo de contar con unas prestaciones generosas, en su tierra, en esta autonomía, ocurre lo contrario. El pago de sus impuestos no se ve correspondido como merecen. Y, por si fuera poco, el capital que la administración central inyecta en sus arcas, no les repercute a ustedes, los catalanes.

España no les roba, quienes les atracan, son sus cabecillas. La nación española no ha hecho más que ayudar a la región catalana desde tiempos inmemoriales. Los únicos que han estado saqueándoles, han sido los que creen que son sus protectores. Esos mismos mesías, con una tierra prometida pero utópica, que aspiran a constituir una República catalana sin saber gestionar una mera autonomía. Generalitat conectada al Estado central que en las últimas semanas está viviendo sus instantes más oscuros. Médicos, bomberos, estudiantes y miembros de otros colectivos se manifiestan en contra de los recortes y del desgobierno en Cataluña. Hasta los Mossos, esos que aparentaban ser vasallos del nacionalismo, han puesto el grito en el cielo ante la sensación de desamparo que les transmite el President Quim Torra. Ese jefe del gobierno, que parece estar más del lado de los terroristas de Terra Lliure disfrazados de CDR. ¿No se acuerdan cuando su President alentó a estos antisistema para que calentarán la calle? Para ver a un fascista, no se vayan a las sedes de PP o de Cs, ahí no hallaran ninguno, pongan TV3 o pidan una audiencia con Torra. 

Me cuesta creer, que la mitad de la sociedad catalana, está ciudadanía tan cosmopolita, tolerante y moderna, apoye las actitudes supremacistas y hostiles de Quim Torra. Los que bautizaron a Barcelona como la ciudad de la paz deberían de salir a la calle y condenar la deriva radical del secesionismo. Porque si antes, el independentismo fanático estaba encabezado por la CUP, ahora está liderado por Torra. El President que ya ha manifestado su falta de complejo para llegar a la independencia dejando muertos tras su paso. Seguir la vía eslovena, conquistar la anhelada emancipación mediante las armas, la sangre, y el sufrimiento. Transformar a Barcelona, la metrópoli de la concordia, en un campo de batalla, en un infierno lleno de resentimiento.

Sufro por Cataluña, lloro por los siete millones de catalanes. Mi apellido, de origen catalán, y la circunstancia de que haya tenido que viajar asiduamente a su territorio por asuntos políticos, tienen parte de culpa. En mis cortas pero intensas estancias en Cataluña, he hablado con soberanistas y con españolistas. He estrechado lazos, pero no amarillos, con independentistas. Recuerdo a una chica de Esquerra Republicana, o al propietario de un bar y a sus parroquianos con los que viví gran parte del escrutinio de las elecciones del 21-D. Pese a nuestras discrepancias políticas, conectamos. Las conversaciones y el trato con soberanistas me han hecho percatarme de que no todos los secesionistas son radicales. Por eso, les animo a salir a la calle, a liberarse de esa realidad en la que los villanos aparentan ser los héroes. Porque no tienen que temer a Felipe VI, ni a Albert Rivera, sino al que creen que es su salvador, Quim Torra, ese que está dispuesto a sacrificar a todos los catalanes que sean necesarios para tener el poder absoluto en Cataluña. Eslovenia pago su soberanía con más de 60 muertos, en su mano está que las aspiraciones de unos fanáticos narcisistas se salden con la sangre de algún catalán. Revelense, catalanes, despójense de las garras del engaño y del supremacismo.

Atentamente, Jorge Brugos Martínez.

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