El 9 de noviembre de 1938, las juventudes hitlerianas, destruyeron sinagogas, comercios y viviendas de judíos en la cita que dio el pistoletazo de salida a uno de los mayores magnicidios de la historia, el holocausto. Aquella velada, conocida popularmente como “La noche de los cristales rotos”, todo aquel que fuera semita fue maltratado y señalado. Siervos del nacionalismo alemán, miles de jóvenes fieles a Hitler decidieron emprender una persecución contra todo aquel que no fuera de la raza aria superior. Los tarados genéticamente debían de ser exterminados y excluidos de la sociedad.

¿Les suena? Quim Torra decía en sus columnas hace no mucho tiempo que los españoles éramos bestias carroñeras, víboras, hienas con una tara en el ADN. Inmersos en la firme creencia de que los catalanes son una raza superior, discriminan e ignoran a sus paisanos que no solo se sienten catalanes, sino también españoles. La bandera de España les genera urticaria, y el himno español les produce otitis cuando lo escuchan. Todo vale, incluso la violencia, para conquistar el espacio público. ¿Recuerdan cuando Quim Torra, ese nacionalista, y no digo nazi porque igual me cae una denuncia, le dijo a los CDR que presionaran y que calentaran la calle? El President de la Generalitat avala a los que fueron a Alsasua a apoyar a los Abertzale a tirar piedras y a amedrentar a los dirigentes de Ciudadanos y otros partidos constitucionalistas.

Los que llaman nazis a los que protegen la Constitución, una carta repleta de derechos y libertades, son los mismos que empujan por las escaleras del metro de Barcelona a un hombre por llevar la bandera de España. Aquellos que tachan a PP y Cs de ser formaciones radicales, pintan y deterioran el negocio de los padres de Albert Rivera. Son ellos los que mancillan y destruyen los comercios de los españolistas, pero luego somos nosotros los que recibimos gratuitamente la etiqueta de fachas y fascistas. ¿Lo ven lógico? A que no. Pues esto es lo que uno tiene que aguantar cuando va a Cataluña o al País Vasco. Los que te tiran piedras, al mismo tiempo que están preparando sus brazos para lanzar esas armas arrojadizas te acusan de autoritario y violento. Los que vamos caminando obviando a todos esos demócratas de pacotilla somos los que venimos a calentar el ambiente y a aumentar la crispación. En cambio, los que tiran las piedras, son ciudadanos ejerciendo su derecho a manifestarse.  ¿Qué hubiera pasado si uno de esos lanzamientos o si el empujón al hombre de la bandera de España se hubiera cobrado alguna victima? ¿Los asesinos hubieran sido considerados héroes?  

Ya vale de tener una visión tan corta. Los que maltratan comercios, como los de la familia de Albert Rivera, y los que agreden a ciudadanos por quitar lazos amarillos son esos a los que la izquierda y los dirigentes independentistas llaman demócratas. Como en “La noche de los cristales rotos” del 38, los secesionistas violentan todo signo o propiedad que esté relacionado con España. A diferencia de en Alemania, donde si la historia ha considerado a los agresores los villanos, en nuestra nación, por desgracia, los malhechores son los que reparten paz. El odiado, es el que debe ser repulsado, el odioso, ensalzado. No hay nada que diferencie al nacionalismo alemán con el catalán. Ambos compartían unas tesis supremacistas con las que buscaban excluir a todos los que no fueran como ellos. Si en la Alemania de Adolf Hitler los judíos eran maltratados y apartados, en la Cataluña de Quim Torra los que no comparten los pensamientos secesionistas son olvidados, ignorados y maltratados por radicales. Esos mismos que Torra alienta desde la barrera.

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