Breaking Bad es una serie que revolucionó el panorama televisivo para siempre. No tengo ningún problema en reconocer que, para un servidor, es una de las mejores series de la historia, y entraría en mi top 5 sin problema alguno.

La serie tuvo un final más que satisfactorio, con un final conclusivo, pero siempre me quedó la espina de saber cómo le irían las cosas al bueno de Jesse Pinkman (mi personaje favorito de la serie). Pues bien, mi sueño se ha visto cumplido, ya que, después de años de rumores, por fin nos llega su historia a modo de película y en exclusiva para Netflix (en un movimiento maestro por su parte). Y todo ello bajo la dirección del creador de la serie, el señor Vince Gilligan.

¿Qué podía salir mal? Pues una vez vista uno se hace las mismas preguntas que con la serie Better Call Saul (tan correcta como irregular), porque estamos ante una secuela/epílogo que realmente no aporta nada a lo visto hasta el momento, demasiado tardío (han pasado seis años, y se nota) y totalmente decepcionante, aunque no mediocre.

Entre los críticos profesionales (que han podido ver el producto a la vez que los espectadores, en un movimiento inusual) se ha destacado la dirección y fotografía del episodio… perdón, de la película. Nos encontramos con lo mismo que nos ofrecía técnicamente la serie, lo cual es una buena noticia, aunque tampoco creo que la dirección sea para tirar cohetes y sólo hay un momento realmente inspirado.

Por otro lado, el guion es bastante flojo y alargado hasta el extremo. No estamos ante una película, sino más bien ante un episodio extendido y con mucho relleno. Todos sabemos el destino que se merece el personaje, y lo que acontece en la producción son una serie de añadidos para alargar “el camino” y hacer que dure dos innecesarias horas.

Tampoco ayuda el abuso de flashbacks, como si la historia que nos ocupa (que no es otra que la huida de Pinkman) no fuese suficiente, y a cada momento nos quisieran recordar la serie original, con apariciones y escenas que son puro fan service y no aportan absolutamente nada al conjunto.

Hubiese preferido una mirada hacia adelante, y no depender de la serie que ya había finalizado, la verdad, porque se sacan de la manga demasiados momentos, como si la película en solitario de Jesse no tuviese la suficiente fuerza por sí sola, y fuese deudora de otros personajes y tramas. Creo que se han equivocado en la planificación y ejecución del proyecto, y no hacían falta seis años para contarnos algo que ya suponíamos.

Personalmente, me ha sacado mucho de la película que aparezcan personajes (y por lo tanto, actores) tan cambiados. Ya chirría mucho ver a Aaron Paul en escenas del pasado, cuando es obvio que no es el mismo y los años le han pasado factura, que también tenemos que ver a Jesse Plemons (que ha cambiado una barbaridad) recuperando su personaje de Todd, y con un aspecto inverosímil e imposible de asimilar.

Creo que ha habido un trabajo perezoso en las caracterizaciones (las pelucas son más que evidentes) y ni se han preocupado en los pequeños detalles, porque ver a un Todd horondo en tantas escenas anteriores a la conclusión de la serie y compararlo… como que no, señores. Quizás otros no le den importancia a estos detalles, pero yo no salía de mi asombro.

La película es una sucesión de flashbacks y momentos innecesariamente alargados y metidos con calzador, que no van a ninguna parte. Creo que hubiese funcionado mucho mejor como corto de veinte minutos, pero el dinero es el dinero, y no le veo otro sentido a hacer un proyecto así, la verdad.

En cuanto al reparto, todos están geniales (como sucedía con la serie), pero, obviamente, el bueno de Aaron Paul destaca por encima de todos ellos, al recuperar a su personaje estrella y dándolo (de nuevo) todo. Vuelve a dar una clase maestra de carisma y dramatismo, y suyo es el mayor logro de la cinta. Sin él esto no tendría ningún sentido, siendo lo mejor de la película, de lejos.

En conclusión, estamos ante una secuela y epílogo demasiado tardío, que se tendría que haber rodado al finalizar la serie, y que únicamente se justifica seis años después porque los fans tenían hambre de más Breaking Bad y la fallida precuela del señor Saul Goodman no ha sido aperitivo suficiente. Ha llegado tarde y mal. Ni más ni menos.

Una pena, porque tenía muchas expectativas en este anunciado punto y final de la serie, y me queda un sabor agridulce, porque, aunque creo que como entretenimiento cumple y la valoración final sería la de “correcta, sin más”, considero que se podrían haber hecho las cosas mejor, ya que había tiempo para ello. Como producto BB decepciona, como película en solitario no tiene sentido y como epílogo conclusivo sólo funciona a ratos. Merecías una despedida mejor, señor Pinkman. Hasta siempre.

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