Para hablar de la guerra civil española, hay que tener en cuenta varios factores que pasaré a relatar a continuación, de sobremesa, con un té caliente con aromas de Marrakech a mi vera, y con la tranquilidad de saber que los resúmenes son susceptibles de alargarse, y sufren considerablemente la esquematización.

A lo largo de estos años, se ha manipulado vilmente la historia. En ello han contribuido la dictadura franquista, en donde no se podía hablar del tema, y la democracia posterior, en donde no se habló nada en los colegios, y que dio pie a cualquier “ilustrao” a decir en voz alta lo que le convenía.

España no llegó a una guerra civil de la nada. Hubo muchísimos factores que influyeron. Y hay muchas personas ignorantes que no pueden ser acusadas de malas, solo de vagos por no investigar; y otras que no son ignorantes, que manipulan la historia, y que sí debemos de considerar como tóxicas, malas, perjudiciales y necesarias de poner en evidencia por inventar algo que no existió, o por omitir un pasado que está ahí.

La historia de España es apasionante, siempre lo digo. Se podría hacer cine del bueno sin tergiversar la historia, con líos de faldas, tretas políticas y confrontaciones por sucesiones. Un buen ejemplo es la serie Isabel. En lo que respecta a la guerra civil española, me remontaría, como germen, a la Invasión francesa de 1808. Ellos traían la ilustración a cambio de colonizar un país, y a raíz de ahí se vinculó ilustración con invasión extranjera. El rey de España y su hijo se vendieron a Napoleón y se exiliaron a Bayona. Mientras tanto, el pueblo llano se sublevó contra la invasión extranjera, y usando como estiletes lo agreste del territorio español, logró frenar a los franceses y no postrarse a su superioridad. Los ilustrados españoles de la época se vieron en una dicotomía: los franceses ofrecían modernismo, y lo que había en España era una sociedad en donde no había calado el lema de la Revolución Francesa. Germinó así la muy noble Constitución de 1812, “La Pepa”, que ofrecía al pueblo español una salida justa si se decidía a derrotar al invasor extranjero. Aquella Constitución era tan inclusiva que contaba con los pueblos de ultramar como legítimos participantes de las decisiones del país. El resultado fue impoluto: Napoleón fue derrotado en España. Pero a la vuelta del rey traidor que nos había vendido, Fernando VII, quiso volver a las condiciones injustas de antes de 1808. Se fulminó la Pepa, pero el germen de las libertades y las igualdades ya estaba en el ambiente, tristemente usado solamente para ganar guerras. 

A la muerte de Fernando VII, los partidarios de la ilustración (su hija Isabel) y el antiguo régimen (su hermano Carlos), se enfrentaron en una nueva guerra de sucesión, que los historiadores llamaron “guerra carlista”. Hubo amagues de ilustración, pero siempre con los militares regentando a la reina, y con un tapón que llevó a lo que otrora fue un Imperio, a un suicidio sin vuelta atrás. Así estuvimos hasta 1874, más o menos, con esa confrontación. Mientras tanto, ni rastro de una revolución industrial en España, cuando Europa evolucionaba.

Luego llegó la época del caciquismo, el bipartidismo, junto a una monarquía que iba dejando de ser decisiva en decisiones políticas. Para entonces, España había perdido casi todas sus colonias en América, que se vio culminado con la pérdida de Cuba y Filipinas. Quedaba así un país corrupto y podrido. Aparecieron la Institución Libre de Enseñanza y luego la Generación del 98. Íbamos sobrados de gente culta y preparada, dispuesta a extender por España un sistema justo de reparto de riqueza, libertades, derechos obreros, etcétera. Surgió en ese clima el PSOE y el comunismo, con el mensaje ideal de que el poder fuera para el pueblo. Sonaba genial, sobre todo para la gran mayoría obrera y pobre. Como contrapartida, la iglesia pedía a sus fieles que aquellos eran movimientos herejes (ya que veían en peligro sus privilegios centenarios y sus favores económicos). El país seguía siendo un panal corrompido, con asesinatos de políticos, movimientos obreros, huelgas y guerras coloniales.

Surgió así la dictadura de Primo de Rivera, en los años 20, y el país, más o menos, privado de políticos corruptos, fue tirando para adelante con un militar a la cabeza. Obviamente, toda la corriente de cambios sociales, ilustración, alfabetización universal, cultura, etcétera, vio en el dictador un frenazo. A su vez, Europa era un polvorín y España no iba a ser menos: el socialismo, el marxismo, comunismo, liberalismo….y surge el fascismo. Elecciones municipales del 14 abril de 1931, mayoría en algunas partes de los partidos de izquierda y el rey, recordando a los Borbones que se fueron a Bayona en 1808, abandona el barco por Cartagena, dejando un vacío de poder, declarándose así la República. Hay que recordar que la República llegó así, no hubo un referéndum ni una consulta popular. 

Las intenciones de la República, vistas con ojos de hoy, eran increíblemente buenas:

-derechos para las mujeres (en una sociedad machista);

-democracia (después de años de dictadura, bipartidismo y caciquismo);

-Laicismo (en el país que cristianizó todo un continente);

-Derechos obreros (en un lugar donde no hubo revolución industrial);

-Reparto de tierras (en una sociedad en donde la tierra había sido entregada a los nobles a medida que se conquistaba a los moros, con lo que la propiedad era de 4 ricos y de la iglesia).

Sería como llegar a Arabia Saudí o Catar a día de hoy y querer hacer en meses que haya igualdad de derechos para todos. Véase la Irak post Hussein.

Surgieron entonces los nacionalismos catalanes y vascos, sus estatutos; surgió el fascismo en España, con poquísimo apoyo. Hay que recordar que en las últimas elecciones de mayo de 1936, la Falange recibió tan solo 6.800 votos, un 0.7% de los votos. Y, por consiguiente, ninguna representación parlamentaria. Es decir, el fascismo en España en mayo de 1936 era irrelevante. Los principales actores políticos eran los partidos conservadores, en su mayoría republicanos y unidos a la iglesia, así como el comunismo, y el socialismo… Los militares más peligrosos fueron mandados a puestos alejados de Madrid, en una intención de curarse en salud de una posible revuelta militar. Y casi se consiguió, o quizá por eso la sublevación tuvo una contención de la República de 3 años. Nunca lo sabremos. Para añadir más salsa al cocktail, en Asturias hubo una rebelión minera sin precedentes, con muchos muertos, y con las iglesias ya ardiendo en algunas partes del país, y los ajustes de cuentas ya en danza.

Y así, en junio de 1936, la guardia pretoriana del socialista Indalecio Prieto le pega un tiro al líder de la oposición Calvo Sotelo. No eran formas, pero hace 100 años y algunos lo justificarán con miles de argumentos. Otros, simplemente, lo explicamos con la inevitable vista atrás de todo lo que había pasado. Para entonces, la suerte ya estaba echada. Sanjurjo en Lisboa, Franco en Canarias y Mola en Pamplona. Ninguno de ellos en Madrid. Lo que vino después fueron tres años de vergüenza: Gernika, Paracuellos, los paseos, las checas, la batalla del Ebro, los 52 de Rafal… Lo que viene siendo una guerra civil. Como siempre ocurre, unos ganan y otros pierden. Los vencedores hicieron lo que habrían hecho los perdedores: represalias. 

Acabó la guerra mundial y Franco fue ahogado por las fuerzas aliadas. Una autarquía que hizo más difícil si cabe la posguerra. Con los años 50 ya llegaron las alianzas con los americanos, en su lucha unida contra el comunismo. Franco era bien visto en las potencias de occidente y por eso se mantuvo tantos años, a pesar de ser un militar e ir en contra de la idea conjunta de Europa que fue surgiendo en la vieja Europa. Mientras tanto, llegó el bikini, la apertura del turismo, una censura cada vez más permisiva, el perdón a algunos presos políticos y por último, la muerte de Franco. En ese momento, el ambiente no era muy diferente al que ocasionó la guerra civil, pero los veteranos de ambos bandos no querían volver a jugársela en las trincheras. Así, llegó la Transición, con la supervisión indiscutible de los Estados Unidos, a quien interesaba una España democrática. Se tiró para adelante, esquivando las bombas de ETA. Y volvió otro viejo fantasma: el caciquismo, el bipartidismo, la corrupción y el nepotismo. Todo eso explotó en 2007 y poco después, con el 15M de 2011, nuevos movimientos populares, el resurgimiento del nacionalismo catalán y la irrupción de un partido con raíces comunistas (con el apoyo de gente apolítica), que metió un giro brusco a la izquierda a la política nacional. 

Y en esas estamos. Octubre de 2019. Franco ha sido exhumado, mucho después de cuando debería haber sido, pero sin incidentes, que es lo alegre. Franco es parte de la historia de España. Su presencia en las instituciones es inexistente, su influencia en el pueblo residual (más allá de los nostálgicos). España es hoy día una democracia cada vez más sólida. Un país con una historia envidiable, que ha sido capaz de enfrentarnos muchas veces, pero que ha dado a luz a tipos como Velázquez, Cervantes, Lope de Vega, García Lorca o Miguel Hernández.

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