Hay una frase que aparece en la pantalla nada más comenzar la película: “Basada en una mentira real”. Así es literal y metafóricamente este segundo film de Lulu Wang, escritora y directora chino-estadounidense nacida en Pekín, que relata autobiográficamente los últimos días de su abuela, que luego resulta que en la realidad sobreviviría a los malos augurios médicos, pero esa es otra cuestión.

En la historia, una familia china, tras conocer el diagnóstico de cáncer terminal de la matriarca Nai Nai, deciden ocultarle la mala nueva y se disponen a visitarla en la ciudad de Changchun, y a la vez cuidarla y protegerla. Viajan a China el hijo y su esposa que residen en los EE.UU., y el otro hijo y familia provenientes de Japón. Llegan todos con el pretexto de la boda de un primo. La parte chino-norteamericana se niega a participar en lo que consideran una farsa, lo cual incluye a Billi, la joven hija-nieta tozuda quien también ha viajado por su cuenta para despedirse de su abuela, a la que tanto quiere. Este reencuentro, por cierto, da lugar a que ambas, abuela y nieta retomen el antiguo e intenso vínculo que había quedado en suspenso tras años de distanciamiento, lo cual que dibuja con tacto y sensibilidad la intensidad de las relaciones cálidas entre abuela y nieta.

Wang se acompaña en el relato de una banda sonora, el sonido de temas de música clásica y ciertos detalles de la trama, todo ello para diferenciar el modo de vida occidental y el oriental. En tanto en occidente prevalece una concepción individualista, en oriente es predominante un concepto colectivista, un todo ineludible que en el film representa a la familia o incluso al país chino y sus tradiciones. La película argumenta con claridad ambos puntos de vista y la cosa da para imaginar que ambas concepciones son compatibles.

La cinta se desarrolla con planos fijos y una dirección ligera de Wang, cuyo resultado está más centrado en el montaje que en los movimientos de cámara, con pocos primeros planos y el gusto por el encuadre. La historia queda modulada por cierto convencimiento de la directora en lo que hace y una elegante nota de ligereza.

La película resulta interesante, excelente puesta en escena y la permanente reflexión alrededor de la denominada mentira ‘piadosa’ para que la abuela no conozca su fatal destino; todos los personajes en sus diálogos e interacciones emotivas mienten; pero también se mienten a sí mismos; hasta Lulu Wang, como conoceremos al final, miente al espectador. Mentiras en aras a la felicidad, lo cual el mismísimo Kant, para quien el deber de decir la verdad es una ley moral inviolable, no habría admitido; no así Nietzsche, para quien la verdad indulgente es plausible. Pero la principal realidad es que estamos en China en cuya cultura, la mentira para proteger a los ancianos de una verdad terrible como la inminente muerte, es concebible y aceptada. No creo erra si afirmo que la idea contraria prevalente en occidente de decir la verdad al enfermo terminal, tiene un sesgo pragmático e interesado: voluntades, testamento, etc.

En el reparto, la misma directora es llevada a la pantalla por la rapera y actriz Awkwafina, que lleva el papel con gracia, carisma y naturalismo cargado de matices y siempre convincente. Y una interpretación auténtica y muy buena de la veterana actriz Zhao Shuzhen, que hace suya la película, encarnando a la abuela china, el único personaje que ignora la farsa que revolotea a su alrededor, un papel que interpreta con verismo y sentimiento. Acompañan de forma excelente Tzi Ma como padre de la joven protagonista; Jim Liu, el joven casadero; la madre encarnada en Diana Lin; o Yongbo Jiang, otro de los hijos, proveniente de Japón. Es un reparto que consigue un excelente trabajo coral.

Esta película, de difícil clasificación, podría ser definida de maneras diferentes: como comedia ligera, comedia familiar amarga, drama de esperanza, drama humanista o un estrambote infausto. Todo según el color del cristal con que se mire, según la Ley Campoamor. La cosa es que el film tiene su mensaje antropológico y enseñanzas sobre la diversidad cultural, diálogos interesantes, tono ligero, vivacidad melancólica y un sentido paródico; oscilaciones entre la melancolía y la hilaridad, pero evitando el humor obvio o ramplón. Todo ello sin afectación. Lo cómico, lo irónico y lo dramático bailando al compás de una interesante y alegórica música de Alex Weston junto a una bonita fotografía esplendente de Anna Franquesa Solano.

Quizá conviene subrayar que en este trabajo íntimo y tan personal, la directora Lulu Wang y la protagonista de la historia Billi Wang, comparten la misma vida prácticamente, la una como guionista y directora y la otra como personaje. Ambas emigraron a USA de muy pequeñas dejando atrás familia y paisajes de China, ambas se dedicaron al piano en la niñez y también las dos son más americanas que chinas, pero con un espíritu y una estirpe que puentea ambas identidades: la oriental y la occidental. En cuanto a la actriz Awkwafina, Lulu Wang ha dicho: “realmente ella quería interpretar a Billi porque sentía un vínculo muy fuerte con el personaje y con la historia. Su madre murió cuando era ella una niña, y esas emociones la ligaban de manera muy intensa a la historia. Y creo que en su actuación se nota”.

La resultante es un relato a pequeña escala pero expansivo emocionalmente, de las experiencias familiares de Lulu Wang, que se mueve entre los límites de culturas diferentes que, al fin y al cabo, no dejan de ser potencialmente complementarias.

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