La semana pasada exploté. Mucho estrés. Decidí pedirme tres días de vacaciones y huir de Madrid. ¿Destino? Cuenca. Tengo poco tiempo y poco dinero. Muy de ahora, así que Cuenca me pareció buena opción: bonito, cerca, buenos precios…
Me bajo del autobús y qué tranquilidad. La vida en las pequeñas ciudades es distinta, más real. Mas que desconectar, conecté.
Dejé las maletas y me fui a la exposición de Bill Viola.
Entro en uno de los centros (son 16 obras repartidas en cinco centros expositivos, dos de ellos iglesias desacralizadas) y me siento a ver uno de sus vídeos.
Se llama “La observancia” y dura algo más de 10 minutos. En él aparecen varias personas en lo que parece un entierro o un funeral. No se ve a qué miran, pero se intuye que a un féretro. El espectador asiste a todas las emociones de cada uno de los presentes en ese supuesto entierro. Dolor, tristeza, alguno mira con un gesto difícil de descifrar… ¿rencor quizá? Todo despacio. Mucho. Lágrimas que se deslizan por mejillas, manos que se rozan buscando alivio, miradas pasajeras y brazos que se prestan para dar contención. Emoción a cámara muy lenta, algo que define la obra de Viola: el slow motion
Con su obra Viola nos propone un reto: frenarse y atender. Reparar en los detalles y su importancia, en los gestos, en las emociones.
Al principio puede resultar inquietante. Somos la generación fast. Ya no leemos noticias si no que saltamos de titular en titular, consumimos productos audiovisuales de 15 segundos -como los stories de Instagram-, nos sirven una hamburguesa cocinada en 10 minutos y nos la comemos en 7, que si no no llegamos, ni siquiera escuchamos música, o no como antes, no escuchamos un CD completo si no que vamos de una canción a otra, según lo que nos sugiera Spotify.
Estamos medio desquiciados y por eso enfrentarse a la obra de Viola resulta complicado. Vídeos de hasta 30 minutos, a cámara lenta y que ahondan en la conciencia, la muerte, las emociones…Difícil para un millennial, centennial y toda esa gente.
En una de sus obras: “El quinteto de los silenciosos” (alerta de spoiler) aparecen varios personajes. La emoción de tristeza se va apoderando del conjunto, pero a diferente ritmo. Uno de los personajes aparece casi todo el tiempo impertérrito y estoico hasta que de repente se resquebraja de tristeza y tú asistes a esa emoción de la misma manera: a cámara lenta, pero sin dejar de hacerte preguntas. Porque ¿qué es el arte contemporáneo si no te hace cuestionarte cosas?
¿Se podría disfrutar de esta exposición de igual manera en Madrid u otra gran ciudad? Creo que no. Requiere aminorar la marcha.
¿Y si detenemos un poco esta vida frenética? ¿Podremos observar así esos pequeños gestos que lo cambian todo? Ahora no les estamos dando el espacio que merecen. O ni siquiera llegamos a verlos. Parece que nos han robado la paciencia, ¿o es la sensibilidad?
En los 70, cuando Viola comenzó, el arte era fundamentalmente social. Él se deslindó y decidió hacer arte espiritual.
Ahora que la espiritualidad parece estar reducida a libros de autoayuda o a tomar, después de hacer yoga, alguna infusión de las de que de la bolsita cuelga una etiqueta con algún mantra indio, Viola consigue que, a través del arte contemporáneo, tengamos una experiencia religiosa.
Lo logra gracias a su conocimiento de la pintura -muchas de sus obras tienen una fuerte influencia de la pintura clásica-, de la religión y de lo que más caracteriza su obra: el uso de la cámara lenta. A través de ese lento movimiento Viola consigue que lleguemos a la esencia. Al principio puede costar pero después ya solo eres capaz de fijarte en cada pequeño movimiento. Una experiencia inmersiva con la que es imposible no reflexionar sobre aspectos esenciales de la condición humana.
Continué viendo las obras y cuando me iba vi entrar a una pareja joven. Se detuvieron en una obra, se agarraron de la mano y la miraron, creo que pensando “¿pasará algo?” Se fueron antes de los dos minutos, como quien lee el prólogo de un libro y abandona antes del primer capítulo. Se fueron sin saber que ahí dentro pasaba de todo.
Dense prisa, Viola solo está en Cuenca hasta el 23 de febrero, pero eso sí, vayan con calma.