Ocho son los Premios Nobel españoles (7 si no contamos al peruano Vargas Llosas). 6 de literatura y 2 de medicina. Y hoy, 29 de abril de 2019, se cumplen 61 años de la muerte de uno de ellos: el escritor andaluz Juan Ramón Jiménez Mantecón.

JRJ es conocido por su Platero y Yo (libro del que Salvador Dalí y Luis Buñuel dijeron que era una mierda y que ese burro se ha convertido en uno de los animales más odiados) y desconocido por el resto de su jenial escritura. Sí, jenial, con j. Porque hoy es un buen día para honrarle y recordar a todos aquellos que rompen con las rígidas reglas clásicas de ortografía.

Se conoce como ortografía satírica a la modificación intencionada de la ortografía de una palabra o nombre con fines retóricos y humorísticos. Algo de lo que se acusa a menudo a los cantantes urbanos pero que muchos intelectuales y letrados han practicado a lo largo de la historia.

Es famoso el discurso de Gabriel García Márquez en 1997 en el Congreso de la Lengua Española. Discurso en el que Gabo llegó a decir: «Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna»

Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?

Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario.

 

Pero antes que Gabriel García Marquez estaba Juan Ramón Jimenez (y no Gimenez o Ximenez). Este desterró la g de sus textos y toda grafía ge o gi lo cambió por je y ji (jente, jirasol). También le declaró la guerra a la x (esperimento, escelentísimo).

En el siguiente texto aparecido en la revista “Universidad”, en Puerto Rico, se reflejan las ideas de JRJ sobre la ortografía.

Mis ideas ortográficas

Se me pide que escriba algo en “Universidad” sobre mis ideas ortográficas; o mejor dicho, se me pide que esplique por qué escribo yo con jota las palabras en “ge”, “gi”; por qué suprimo las “b”, las “p”, etc., en palabras como “oscuro”, “setiembre”, etc., por qué uso “s” en vez de “x” en palabras como “excelentísimo”, etc.

Primero, por amor a la sencillez, a la simplificación en este caso, por odio a lo inútil. Luego, porque creo que se debe escribir como se habla, y no hablar, en ningún caso, como se escribe. Después, por antipatía a lo pedante. ¿Qué necesidad hay de poner una diéresis en la “u” para escribir “vergüenza”? Nadie dice “excelentísimo” ni “séptima”, ni “transatlántico”, ni “obstáculo”, etc. Antiguamente la esclamación “Oh” se escribía sin “h”, como yo la escribo hoy, y “hombre” también. ¿Ya para qué necesita “hombre” la “h”; ni otra, “hembra”? ¿Le añade algo esa “h” a la mujer o al hombre? Además, en Andalucía la jota se refuerza mucho y yo soy andaluz .[…]

En mi casa de Moguer había un hermoso “Diccionario de Autoridades de la Academia Española”, en dos grandes tomos (…) que era un tesoro para mí. En él lo encontraba todo fatalmente y mejor que en ningún otro libro; todo conciso y suficiente. Era un modelo de enciclopedia. Desde niño me acostumbré a leer con j y s… También tenía mi padre, entre sus libros heredados de su hermano Eustaquio que murió en Francia, una edición de Larra (París, etc.) que yo me apropié desde mis 15 años, y en ella se usaba la misma ortografía que en el diccionario. A mí me parecía aquello tan natural, aquella ortografía se acomodaba tan bien a la prosodia moguereña, que no vacilé en aceptarla como buena. Al principio no la usaba en mis libros porque yo no tenía autoridad para imponerlo en las imprentas: los regentes no me hacían caso o protestaban indignados (…). Pero me acostumbré a ello tanto que luego fue imposible y casi desagradable lo otro. Por fin me decidí a usarla en Washington en 1949 (…) en mis “Poesías escojidas” (New York, etc.). Cuánta tontería se escribió sobre ello. E. Dic. dijo que un libro de poesías no era apropiado. Yo contesté que sí.

Yo leí a “Fígaro” por primera vez en una preciosa edición que aún poseo, impresa en París con esta misma ortografía que yo uso. Un tío mío, hombre de gran cultura y viajero incansable, y quien me legó una parte de su hermosa biblioteca. Escribía así y me pidió que yo lo hiciera; y, como me gustaba, lo hice. De modo que, como me acostumbré a escribir así desde niño, me pareció absurdo escribir de otra manera. Mi jota es más higiénica que a blanducha “G”, y yo me llano Juan Ramón Jiménez, y Jiménez viene de “Eximenes”, en donde la “x” se ha transformado en jota para mayor abundamiento. En fin, escribo así porque yo soy muy testarudo, porque me divierte ir contra la Academia y para que los críticos se molesten conmigo. Espero, pues, que mis inquisidores habrán quedado convencidos, después de leerme, con mi explicación y, además, de que para mí el capricho es lo más importante de nuestra vida. Emerson había escrito “fancy” en la puerta de su cuarto de baño.

Muchos se tiran de los pelos al leer errores tan garrafales por parte de escritores importantes e ‘intelijentes’ y creen que esto no le hace nigún favor al castellano (o a la lengua que sea; Bernard Shaw también criticó la grafía de fish, laugh, women, business o people en inglés). Pero esa gente se olvida de que la lengua es un ser vivo que evoluciona con los años. Si no fuese así seguiríamos hablando todos latín, o griego clásico, o arameo.

Recordemos para terminar que la Real Academia Española nos simplificó la vida en 1741 cuando publicó su Ortografía de la lengua española. En ese recopilatorio de reglas y normas suprimieron las grafías ch, ph, ps, th y th de origen griego. Por ello ahora escribimos salmo y no psalmo, física y no physica o ritmo y no rhythmo.

Así que, como dijo don Juan Ramón en uno de sus poemas: «Intelijencia, dame el nombre exacto, y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas»

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.