Se cumplen 35 años del fallecimiento de Luis Buñuel, seguramente el mejor director de la historia del cine español, que moría un día como hoy en 1983. A siete lustros de su último suspiro, la filmografía del maestro de Calanda perdura como una de las más constantes y representativas del cine mundial, sirviendo de inspiración a algunos de los directores actuales más reconocidos internacionalmente: el equívoco fetichismo de Quentin Tarantino es buñueliano, como lo es también el sugerente surrealismo de David Lynch.

Pero Buñuel no hay solo uno: ese Buñuel que nace en Calanda, Teruel («Se puede decir que en el pueblo que yo nací la Edad Media se prolongó hasta la I Guerra Mundial. Yo tuve la suerte de pasar la niñez en la Edad Media»), que se traslada a Zaragoza para estudiar y luego a Madrid, donde se instala en la Residencia de Estudiantes, en convivencia con Lorca, Dalí, Gómez de la Serna, Alberti… Ese mismo Buñuel que vive la eclosión de las vanguardias en el París de los años 20 y que pasa a formar parte del grupo surrealista al tiempo que se decide a hacer cine tras visionar una cinta semiolvidada de Fritz Lang, Der müde Tod (“Las tres luces”).

Buñuel, desde luego, se dice de muchas maneras, pero se dice sobre todo de tres maneras: hay un primer Buñuel joven y surrealista, todavía muy escorado hacia la literatura (Un chien andalou era el nombre de un poemario suyo de esos años) y que prácticamente funda nuestra tradición cinematográfica en las sesiones del Cineclub Español; hay un segundo Buñuel, que es ya un cineasta maduro, que sufre el exilio y produce una cantidad pasmosa de obras maestras en pocos años, que vuelve esporádicamente a España para sembrar el escándalo y de nuevo regresar al exilio; hay, finalmente, un Buñuel ya radicado en Francia y reconocido internacionalmente como leyenda viva del cine.

El primer Buñuel es el autor, junto a Dalí, de la película surrealista por excelencia: Un chien andalou (“Un perro andaluz”), título en que se ha querido ver una alusión a Lorca, que fue estrenada en 1929 y que obtuvo inmediatamente el reconocimiento de André Breton y su círculo. El propio Buñuel dijo provocativamente que esta obra no significaba nada, que era un entramado de sueños. Lo cierto es que las interpretaciones, más o menos disparatadas, se han sucedido desde entonces, porque la película se presta a ellas. Pero lo esencial de Un chien andalou es, a nuestro juicio, que configura una poética, un desafío a las formas cinematográficas tradicionales y la incursión definitiva del arte en el cine. También lo son, a su modo, L´Age d´OrLas Hurdes/Tierra sin pan, el testimonio que rodó en España y que es simultáneamente el primer documental y el primer falso documental (que en los mejores casos son el mismo género) de nuestra cinematografía. El mejor documentalista español de los últimos tiempos, José Luis Guerín, es el último eslabón de esta cadena iniciada en 1933 por Buñuel.

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El período del exilio mexicano, con breves incursiones en España o Francia, se caracteriza por el despliegue total del talento cinematográfico de Buñuel. De 1947 a, aproximadamente, 1962, la filmografía de Buñuel aparece constituida por una sucesión apabullante de obras maestras: Los olvidados, Él, Ensayo de un crimen, Nazarín, El ángel exterminador y, naturalmente, Viridiana, producción española que constituye acaso la cima de su obra fílmica. No están claras las razones por las que Buñuel volvió a España en 1961, ayudado por Juan Antonio Bardem y Pere Portabella, para rodar esta película: seguramente, pensamos, Buñuel sentía que Viridiana solamente podía hacerse en España. Porque Viridiana es, entre otras muchas cosas, una metáfora de su país, de esa Edad Media que se prolongó hasta su infancia. El solitario terrateniente Don Jaime, interpretado por Fernando Rey, la ingenua novicia Viridiana que protagoniza la película, la turbamulta de mendigos que se aprovechan canallescamente de su caridad: son símbolos de una España tradicional que moría, al tiempo que el joven heredero, Don Jorge (Fernando Rabal), pragmático, desinhibido, deseando emprender reformas en el viejo caserón de su tío para sacar ganancias, representa a la nueva España, la del desarrollismo capitalista que comienza en los años 60, y que es la que acaba imponiéndose.

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Al último Buñuel se le ha imputado a veces un cierto desgaste, un encorsetamiento de las formas cinematográficas en el que se echaría en falta la frescura y la originalidad de su cine precedente. Tal vez la última etapa francesa no sea tan brillante como la mexicana, pero estos juicios nos parecen indiscriminados: no solo porque en estos años concibe también una serie de películas sobresalientes (como Tristana, su último rodaje en suelo español, o Ese oscuro objeto del deseo, adaptación de la novela de Pierre Louÿs que ya había llevada al cine Josef von Sternberg), sino, sobre todo, porque nos deja una de sus más acabadas y características obras maestras: Belle de jour, en que una Catherine Deneuve en estado de gracia interpreta a una mujer casada de alta posición que solo es capaz de superar su frigidez al entrar a trabajar en una casa de citas. Su embrollo amoroso con un maleante que la frecuenta, memorablemente interpretado por Pierre Clémenti, pone de manifiesto la despiadada crítica social que vehicula Belle de Jour, señalando acusatoriamente a la doble moral de la burguesía y reflejando su alianza con el sector más lumpen de la sociedad.

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Buñuel sigue siendo a día de hoy uno de los grandes de la historia del cine mundial, por lo que verosímilmente cuando pasen otros 35 años el reconocimiento hacia su figura no solo se mantendrá, sino que habrá aumentado. Cuando vivía, nadie fue tan injusto con él como sus compatriotas, que condenaron al exilio a nuestro mejor cineasta. La tarea para los próximos aniversarios no está por tanto del lado de Buñuel, que tiene ganada su perdurabilidad, sino que nos incumbe más bien a nosotros, que acaso todavía no hemos sido capaces de construir un medio cultural en que fructifiquen y se reconozcan a los genios que, como Buñuel, aportaron desde su medieval Calanda un legado universal.

Foto: https://www.flickr.com/photos/portalpbh/6964688509

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