Cuando empiezas el largo camino de una legislatura gracias al empujón de un lazarillo en lugar de llenar el depósito con una mayoría sólida, corres el riesgo de quedarte en la cuneta. Era de esperar que Pedro Sánchez se estancara en tierra de nadie teniendo en cuenta que su mandato estaba cogido por el hilo que maneja Carles Puigdemont; en cuanto al inquilino de Waterloo le diese por dejarle tirado, en soltar la cuerda con la que sostiene al presidente, el gobierno caería en un coma institucional hasta que le diese por reanimarlo. Conocida es la tesis doctoral de Pedro Sánchez, pero el que de verdad es doctor en la sala es Puigdemont, él es el único que puede salvar la vida del Ejecutivo. 

Llegados a este punto se llenarán los medios de comunicación de sesudos análisis, de cábalas maquiavélicas. Sin embargo, nada será lo que parece. En el fondo todos sabemos que la única salida está en tener una conciencia alemana, en emular lo que llevan haciendo años en el país germano y llevar a cabo un acuerdo de gran coalición entre los dos grandes partidos. Se hablará de la convocatoria de las nuevas elecciones, de la necesidad de llamar a los españoles de nuevo a las urnas. Algunos lo harán movidos por su honradez intelectual, otros en cambio están siendo oportunistas dejándose secuestrar por el interés particular de tener una nueva oportunidad de gobernar España; dicen que los españoles quieren votar, que el Ejecutivo que tenemos es ilegítimo al haber sido engendrado por una mayoría amorfa y quimérica. Lo cierto es que estamos un poco cansados de meter la papeleta, de no poder vivir tranquilos sin que haya comicios una vez al año. De convocarse elecciones, auguro una participación muy baja, si me apuran, la movilización más rácana de la historia. No quiero que volvamos a ir a las urnas, lo que quiero es que gobiernen y me dejen tranquilo. El problema que tiene nuestra clase política es que no es consciente de la irritabilidad que producen al resto de los mortales; siguen sin hacer autocrítica respecto a la desafección que sufre su gremio.   

Lo más destacado de la semana es un punto de inflexión para nuestros dirigentes, empeñados en ver el árbol en lugar de precisar el bosque en toda su extensión, obsesionados con ser el problema en vez de la solución.      

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