Uno de los experimentos científicos más intrigantes se llevó a cabo alrededor del mundo en 1971. En lugar de héroes o máquinas del tiempo, los protagonistas eran cuatro relojes atómicos, resistentes a perder más de un segundo cada 30 millones de años. Los físicos Joseph Hafele y Richard Keating embarcaron estos relojes en un vuelo comercial que primero se dirigió hacia el oeste y luego hacia el este, antes de regresar a su laboratorio en Washington DC.
Para su sorpresa, al comparar los tiempos de estos relojes viajeros con aquellos que permanecieron en tierra, descubrieron una discrepancia significativa. El simple acto de viajar había alterado notablemente la percepción del tiempo. Este experimento fue una prueba del principio fundamental de la teoría de la relatividad de Albert Einstein, que sostiene que el tiempo no es universal. Al desplazarse a velocidades más altas, el tiempo transcurre más lentamente para el observador.
Este fenómeno es pequeño en términos prácticos. Durante un vuelo trasatlántico, tu reloj solo estaría una diezmillonésima de segundo detrás de uno que se quedó en tierra. Sin embargo, envejecerías ligeramente más despacio que si hubieras permanecido en casa.
Otra predicción de la relatividad sugiere que la gravedad también influye en la percepción del tiempo. Alejarse de la fuerza gravitacional de la Tierra aceleraría el paso del tiempo. Este efecto se extiende a nuestros propios cuerpos, lo que implica que la cabeza envejecerá ligeramente más rápido que los pies.
A mayores distancias de la Tierra, como en el sistema de GPS, estos efectos relativistas se vuelven relevantes. Los satélites, ubicados a 20,000 km sobre la Tierra, deben tener en cuenta estos factores para un funcionamiento preciso.
En resumen, la teoría de la relatividad de Einstein plantea que el tiempo no es una constante universal. Su percepción varía según la velocidad y la gravedad. Aunque estos efectos son pequeños en nuestra vida cotidiana, en situaciones extremas, como cerca de agujeros negros, se vuelven más pronunciados.
El tiempo, lejos de ser una corriente constante, es maleable y se curva en función de las fuerzas que actúan sobre él. Entender estos fenómenos puede proporcionar a los físicos nuevas perspectivas sobre las complejidades del tiempo y su relación con el espacio-tiempo deformado por agujeros negros.