Por fin.

Parece que Lucasfilm, o mejor dicho, su poderosa propietaria Disney (reyes absolutos del merchandising), han dado en el clavo galáctico con The Mandalorian.

A nadie se le escapa, sobre todo a los acérrimos, que Star Wars ya no es lo mismo desde que Disney metió sus zarpas imperiales en el magno universo creado por George Lucas, iniciado allá por 1977 con su célebre Episodio IV: Una nueva esperanza. Si bien esos miedos iniciales sobre la compra de Lucasfilm se materializaron en dos películas poco destacables (las dos “oficiales” de la saga, es decir, los episodios VII y VIII), también es cierto que han generado joyas en bruto como Rogue One (2016) y la que nos ocupa: The Mandalorian: tan sólo meros apéndices, o, como dicen los modernos, “spin-offs” del culebrón principal, pero con mucha más personalidad y genialidad.

No es ningún secreto el hecho de que George Lucas ha sido un director muy irregular, por no decir pésimo. El rodaje del Episodio IV fue toda una odisea homérica y un descontrol presupuestario, por ello optó por dejar en manos de otros directores los siguientes dos episodios: Irvin Kershner para Episodio V: El imperio contraataca (1980) y Richard Marquand para Episodio VI: El retorno del Jedi (1983), aunque Lucas estuviera directamente implicado como productor ejecutivo. Posteriormente, se atrevió a dirigir la trilogía entera sobre Annakin Skywalker en Episodio I: La amenaza fantasma (1999), Episodio II: El ataque de los clones (2002) y Episodio III: La venganza de los Sith (2005). El resultado es que las películas no dirigidas por él han sido las que más aceptación han tenido por todos los fans (a excepción del estupendo Episodio III, probablemente porque Lucas ya había alcanzado soltura con los episodios anteriores).

Sin embargo, Lucas no tiene parangón como creador. Ha sido el dios del marketing y del merchandising, palabra ésta que prácticamente nació junto con el Episodio IV. Ha sido todo un pionero en este sentido, y su olfato para los negocios le llevó al camino poco ético de venderse al mejor postor. Todas sus ideas, sus personajes, sus mundos, dejaron de pertenecerle a partir de que J.J. Abrams, director experto en dar nuevas capas de pintura a viejas glorias, estrenó el Episodio VII: El despertar de la Fuerza (2015) bajo el nuevo dominio del imperio Disney.

Pero volvamos a The Mandalorian. ¿Qué nos ofrece de nuevas esta serie que no hayamos visto ya en más de 40 años de Star Wars? Absolutamente nada. Entonces, ¿es otro subproducto, como aquella Aventura de los Ewoks (1984), oportunista y vacío de contenido que sólo quiere aprovecharse del tirón que está generando el próximo estreno del Episodio IX? Ni por asomo.

Jon Favreau, creador de la serie (y recordémoslo también responsable de otro héroe enmascarado carismático con armadura), ha mamado suficiente de Star Wars para saber transmitir lo que nos transmite The Mandalorian. Porque su encanto reside en su pureza, el reconocimiento dentro de la mente del viejo aficionado de que está volviendo a la luz un sentimiento que parecía ausente en las dos últimas películas. Y para el nuevo aficionado, o para reclutar nuevos adeptos, la serie ofrece la simplicidad suficiente para servir tanto de complemento al corpus de la saga como de gancho para los no iniciados.

En un primer acercamiento a The Mandalorian, ya se percibe que estamos ante una especie de western de proporciones galácticas. Es Clint Eastwood cabalgando a lomos de la Razor Crest, atravesando las estepas del universo lucasiano. El solitario cazarrecompensas va visitando lugares comunes visiblemente reconocibles de toda la imaginería Star Wars. Y es que el alma de la franquicia se encuentra en cada minuto de los 40 que dura cada episodio, como un recordatorio constante de que la antigua magia no se ha perdido del todo.

Es un producto hecho con mucho cuidado y respeto hacia la saga y, sobre todo, hacia los fans, que respiran aliviados al ver sus ruegos escuchados después de los lamentos que llevaron a muchos a perder la esperanza de que su adorada space-opera remontara en manos de Disney. La serie no sólo logra recuperar el espíritu de las primeras películas, sino que lo hace con un nivel técnico a la altura de cualquiera de sus hermanas mayores cinematográficas, y con una caterva de nuevos personajes que ya empiezan a formar parte del universo Star Wars por motivos sobrados. Y es que, si la Fuerza sigue siendo poderosa en The Mandalorian, el merchandising también lo es.

Inmejorable aperitivo para hacer más llevadera la espera del estreno del Episodio IX el próximo 20 de diciembre.

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