Película escrita y dirigida por Jacek Borcuch y ambientada en las bellas tierras toscanas, cerca de la antigua ciudad etrusca de Volterra. En el film, Maria Linde, la protagonista, es una mujer con caché y gran personalidad, una reconocida poeta que posee el Premio Nobel de Literatura. Vive una vida paradisíaca en su casa de campo. Toda la película gira alrededor de esta mujer ‘ficticia’ llamada María Linde y sus relaciones no siempre claras con las personas más cercanas con una visión confusa de la vida. Como afirma el director Borcuch: “Su coraje y su actitud intransigente despiertan emociones extremas. Puedes identificarte con ella o rechazarla. Nada es fácil, y nada es lo que parece. Quería contar una historia sobre esa vida que no puede ser alcanzada. La creación de la imagen de la gran poeta, que es a su vez autoridad moral y artista admirada me brindaron grandes posibilidades.”

En el eje central de la historia están las relaciones familiares y amistosas de la protagonista, con el sello de una escritora con autoridad y respetada; su marido, hombre afable pero disminuido al lado de ella; la hija que ha ido a visitar a sus padres desde la capital sin su vida resuelta; también están sus nietos e incluso su amante egipcio. Baruch dixit: “Es una casa multigeneracional […] observamos en sus residentes diferentes actitudes, diferentes visiones del mundo, una visión distinta de las cosas en general. Pero lo más importante es que, como si nos estuviéramos mirando en un espejo, nos estamos mirando a nosotros mismos. Somos nosotros los que estamos obligados a responder las preguntas difíciles que surgen en el curso de los eventos.”

El punto central de reflexión de la película es cómo se ve a sí misma Europa, cómo ha ido asimilando su historia y si en este proceso no hay un exceso de hipocresía. De nuevo tomo palabras de Baruch: “El viejo continente ha estado marcando el tono durante cientos de años, ha sido un punto de referencia, dando forma e imponiendo una imagen de lo que es la vida en nuestro planeta. Hoy, cientos de miles de refugiados recién llegados obligan a que se tomen decisiones rápidas, a menudo mal pensadas, cuyas consecuencias se padecen cada día. El miedo a lo desconocido, la falta de política sabia y la cooperación entre los estados que forman la unión hace que el continente sea ‘sofocante’ y muy incierto”.

En el relato hay un símbolo que pone final a la obra que es una jaula en mitad del pueblo. Y hete aquí que el gran poeta Ezra Pound escribió sus famosos «Cantos pisanos» encerrado en una jaula como un animal, en un complejo carcelario próximo a Pisa. El poeta estadounidense, como es sabido, había apoyado a Mussolini durante la Segunda Guerra Mundial, siendo capturado en 1945 por partisanos italianos y castigado por ello. Fue entonces, mientras esperaba su deportación a EE.UU. en tan cruel situación de enjaulado, cuando escribió una de sus grandes obras. La jaula sale a colación en las primeras escenas del filme que ahora comento, durante una fiesta en la villa de Maria Linde. El asunto es que tras un polémico discurso de la gran poeta y Nobel de Literatura en el Ayuntamiento con motivo de un premio que le han otorgado, el pueblo de Volterra, ciudadanos y autoridades, quedan perplejos por las escandalosas palabras de Linde que aluden a la cobardía y la incapacidad para gestionar el fenómeno migratorio en la zona, y otras lindezas más intelectuales pero igualmente fuertes. La poeta, de origen polaco, tiene conexiones como judía con el Holocausto. A sus sesenta y cinco años es mujer casada de largo recorrido y a la vez tiene un affaire con un joven egipcio de la localidad. Finalmente, en la película, el artista que habló del asunto, instala realmente en la plaza central de Volterra la jaula que pretende recordar el episodio del entonces fascista Pound (luego Pound se arrepintó amargamente de ello), episodio para hacernos reflexionar sobre la libertad y la crisis migratoria.

Esta cinta por momentos molesta, cuenta con toda una veterana actriz del cine polaco, Krystyna Janda, que hace un trabajo sugestivo con total dominio del personaje. Declara de nuevo Borcuch: “Mi mayor desafío fue el de crear una gran poetisa ficticia, creíble de tal manera que pudiera decir a través de su vida y sus acciones algunas palabras sobre la Libertad. Afortunadamente, Krystina Janda, un icono, se unió a mí en este viaje”. Y según cuenta la Janda el papel le atrajo desde el principio: “Seguí este proyecto desde la idea inicial y me gustó desde el principio, era controvertido y difícil pero me gusta jugar con este tipo de cosas. Contemporáneo y con problemas actuales. Mi personaje, Maria Linde es genial, muy complejo e interesante.” La poeta protagonista, Linde, es la encarnación del intelectual excéntrico acostumbrado a salirse con la suya. Y como apunta Krystina Janda: “Este papel de ‘rebelde’ ha marcado mi camino profesional y lo tengo muy cercano. Creo que el director me eligió por esta razón».

Aunque intenta resistir la airada respuesta del pueblo, finalmente la trama se resuelve de manera singular con un sugerente final abierto cargado de interrogantes en el cual es cada espectador quien debe intentar posicionarse.

Buena la dirección de Jacek Borcuch, guión que deja puntos sin tejer y cuestiones en el aire, probablemente intencionadamente. Buena BSO de Daniel Bloom con excelente fotografía de Michal Dymek y un reparto donde sobresale muy por encima del resto Krystina Janda (premiada en el Festival de Sundance) a quien acompañan en excelente nivel Antonio Catania, Lorenzo de Moor, Robin Renucci, Vincent Riotta y Kasia Smutniak.

Tomando de nuevo al propio director, Borcuch afirma que su personaje calculadamente ambiguo y denso, es una escritora basada en “muchas artistas y mujeres intelectuales que conozco en Polonia, Europa y EE.UU.”, convertida en “en una metáfora de una Europa que se está agrietando y derrumbando lentamente”. Además, el film establece conexiones entre lo personal y lo político, convirtiendo un drama familiar en una deliberación sobre la identidad europea con evidentes signos de miedo al extranjero, el terrorismo y el nacionalismo. O, para decirlo mejor, Borcuch hace, por boca de la protagonista, una acendrada defensa de los valores de la vieja Europa, lo que no quita para que, a la vez, alerte sobre la resurrección de los fascismos y los recelos al ‘otro’, a gente venida fuera.

El punto final resulta tan simbólico como inesperado e incluso escandalo

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