Es difícil vislumbrar con exactitud a las primeras personas que lucharon por instaurar el feminismo y los derechos de las mujeres en una sociedad tradicional e históricamente machista. Hoy en día no es difícil encontrar noticias y síntomas de que el movimiento está más vivo que nunca, lo que de por sí ya debería ser motivo de sonrojo para una cultura, la nuestra, a la que se le ha dado fenomenal mirar hacia otro lado ante las cuestiones más candentes. A pesar de ello, hay una figura que destaca en el panorama nacional del siglo XIX: Emilia Pardo Bazán, de cuyo nacimiento en la hermosa tierra de A Coruña se cumplieron 167 años el pasado 16 de septiembre.

La Pardo Bazán es una de las grandes figuras de la literatura española, puesto ganado a pulso por su calidad y por derecho propio, en una época en la que lo tuvo todo en contra para seguir la senda de las letras que ya había abierto Concepción Arenal y que seguirían otros grandes nombres como Rosalía de Castro o Clara Campoamor. Desde sus primeros pasos percibió trabas en insultos, desplantes y ataques a su físico, que no son más que respuestas furibundas ante el miedo que produjo la deslumbrante aparición de una mujer en el panorama cultural rancio y desfasado de la segunda mitad del siglo XIX. Su propio marido, José Antonio de Quiroga, la intentó disuadir varias veces para que abandonase su vocación y obviase su espíritu reivindicativo, sin éxito, como no podía ser de otra forma, hecho que provocó que el matrimonio se separase en el sentido espacial de la palabra y no volviese a reencontrarse nunca. La determinación de Pardo Bazán era la alegoría perfecta del movimiento que llegaba tarde, pero con más fuerza que nunca.

Todo surge a raíz del estudio y la traducción de la obra del francés Émile Zola, considerado el promotor de la corriente naturalista en la literatura europea. En España ya teníamos el precedente de La gaviota, novela considerada costumbrista de Cecilia Böhl de Faber, escrita bajo el pseudónimo de Fernán Caballero, lo que habla por sí solo del papel de la mujer en la literatura de la época. Es en ese costumbrismo donde se empiezan a asentar las bases del realismo y del naturalismo, este último, como hemos mencionado, venido desde el país vecino. Pues bien, Emilia Pardo Bazán, aun disconforme en algunos puntos con la teoría literaria de Zola, tradujo y estudió sus escritos y novelas, siendo recopilados en el tomo La cuestión palpitanteque no dejaría indiferente a nadie. En aquellos momentos, tanto Zola como la literatura francesa, eran vistos bajo un halo crítico que los tildaban de pornográficos y ateos, haciendo gala de esa costumbre tan nuestra de dilapidar todo lo que desconocemos antes de darle una oportunidad.

La polémica estaba servida: una mujer casada, con tendencias políticas impropias de su género, difundiendo la actividad periodística de un autor considerado poco menos que el anticristo y, además, francés, con las heridas de principios de siglo aún húmedas. Las antorchas estaban preparadas y la pira montada, pero, como sólo pueden hacer esas personalidades elegidas bajo un genio inigualable, la Pardo Bazán aprovechó el fuego que pretendía acallar su voz para prender la mecha de la lucha por la igualdad de hombres y mujeres y, de ese modo, abrir un sendero del que hoy somos deudores. Además de ello, aderezó su controvertida vida pública con una excelsa producción literaria que, a día de hoy, sigue sin haber recibido todo el reconocimiento que debería: centenares de cuentos; novelas de un incalculable valor literario y testimonial de su época como Los pazos de Ulloa, Insolación, Pascual López: autobiografía de un estudiante de medicina, Morriña; teatro, ensayos críticos, labor periodística, y un largo etcétera.

En estos días convulsos, por suerte, la voz de Emilia Pardo Bazán se ha difundido por todas nuestras instituciones, siendo ahora la voz de todos aquellos que luchan por un panorama literario y cultural más justo, visible y con igualdad de oportunidades. A menudo solemos olvidar a los grandes referentes que, desde el inicio de los tiempos, han ido cincelando nuestra conciencia y nuestro modo de ver el mundo, que han ido conformando la sociedad en la que vivimos hoy en día. Emilia Pardo Bazán no fue la única persona que, a lo largo del siglo XIX, empezó a alzar su voz y la de todas las mujeres, pero sin duda merece ser considerada como una de las figuras más destacadas de la literatura española y, sobre todo, de la lucha por la igualdad de género.

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