Nos dejó Concha Velasco a los 84 años de edad el pasado 2 de diciembre de 2023, la popular actriz, cantante, bailarina o presentadora de televisión, multifacética y popular artista española. 

El cine nos dejó testimonio de la Velasco desde que tenía 15 años: La reina mora (1955), de R. Alfonso; La fierecilla domada (1956), de A. Román; o Muchachas en vacaciones (1957), de J.M. Elorrieta son ejemplos. Fue cambiando de estilo y de registros.

Conchita, la chica yeyé en Historias de la Televisión (1965), de J.L. Sáez de Heredia, fue cine y ritmo ya en los finales de los ’50 y en los ’60, con comedias ligeras y alegres, algunas con su admirado amigo Tony Leblanc, inaugurando la década del desarrollismo: Las chicas de la Cruz Roja (1958), de R.J. Salvia; El día de los enamorados (1959), de F. Palacios; Los tramposos (1959), de P. Lazaga, oAmor bajo cero (1960), de R. Blasco, un cine luminoso y simpático.

Velasco fue también pareja en pantalla de Manolo Escobar, al cual le puso su alegría y talento de actriz. Trabajó con los mejores: Alfredo Landa, Fernán Gómez, José Luis López Vázquez, y para los mejores directores, como Sáenz de Heredia (La verbena de la Paloma, 1963 o Los gallos de la madrugada, 1971), M. Ozores, o J. Aguirre y J.M. Forqué, con estos dos últimos hizo: Los que tocan el piano (1968) y Las que tienen que servir (1967), ambas con humor y un manual de sociología bajo el brazo.

En época de transiciones, la Velasco estuvo magistral. Con P. Olea rodó Pim, pam, pum… ¡Fuego! (1975), como corista de posguerra ayudando a los maquis; o Las largas vacaciones del 36 (1976) de J. Camino; y al poco, La colmena (1982), de M. Camus.

Aunque fue justo después y en un trabajo para televisión de Josefina Molina, Teresa de Jesús (1984), donde hizo el papel de su vida como actriz de fuste, acompañada por Paco Rabal. Este trabajo supuso un punto de inflexión que reveló una faceta dramática hasta entonces inédita en ella: «Como actriz, ha sido mi mejor trabajo», declaró.

Y mucho más, pues la Velasco participó en 129 películas, amén de revistas y obras de teatro. Tenía una formación importante. Estudió Danza Clásica y española en Madrid en el Conservatorio Nacional de los 10 a los 20 años y fue cuerpo de baile de la Ópera de La Coruña; trabajó además como bailaora flamenca con Manolo Caracol (nada menos) o como vicetiple con otra grande: Celia Gámez.

Mención especial en su vida fue el teatro. «El teatro es mi pasión. No entiendo la vida sin él». Lo decía Concha Velasco antes de subirse a escena a interpretar Reina Juana, una obra de Ernesto Caballero por la que obtuvo el premio Nacional de Teatro hace apenas seis años. «El teatro –dijo en 2016 en Almagro, al recibir el premio Corral de Comedias– es mi vida, mi amante más fiel, el que nunca me ha abandonado. Es mi centro, yo no he querido ser otra cosa sino actriz. El teatro me lo ha dado todo, incluso a mis hijos, a los que he criado en un camerino».

Fue actriz principal, y menciono sólo algunas, en obras teatrales como: 1964, la Doña Inés de Don Juan Tenorio; 1977, Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipcíaca, de J. Martín Recuerda; Filomena Marturano, de E. de Filippo; Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?Mata-Hari, ambas de A. Marsillach; Buenas noches, madre, de M. Norman, o La rosa tatuada, de T. Williams. Hizo también espectáculos musicales, y más teatro y más de todo.

Como escribiera José Manuel de Prada en ABC: «Concha Velasco fue una actriz descomunal, vocacional y hormonal, una actriz de forma irremediable (…) podía hacer comedia y drama sin solución de continuidad».

Para honrar su memoria he elegido comentar dos películas emblemáticas en su carrera: Las chicas de la Cruz Roja (1958) y El indulto (1961).

LAS CHICAS DE LA CRUZ ROJA (1958). La historia se desarrolla en el Madrid de los cincuenta, en el Día de la Cruz Roja. Paloma, Isabel, Marion y Julia, son cuatro bonitas muchachas de la capital que ataviadas con lindos vestidos piden, hucha en mano, alguna aportación para la insigne institución. 

Estas jóvenes, de distinta ascendencia social, son alabadas por los maduros señores que echan billetes de los grandes en sus blancas alcancías. Además, las cuatro son pretendidas por diferentes jóvenes; ellas buscan el amor de sus vidas y casarse, lo propio de la época.

Rafael J. Salvia resuelve con solvencia esta película, rodada al estilo americano y con importantes medios. El objetivo, dictado desde arriba, era promocionar a la Cruz Roja y hacer propaganda de un país próspero que ya había pasado la época pauperizada de la posguerra.

El régimen franquista se abría paso al resto del mundo y enfilaba el camino del progreso con la ayuda del turismo y de los norteamericanos, claro.

El guion de Pedro Masó y del propio Salvia, bien escrito, se resume en un relato sencillo y predecible; una historia amable. Lo importante es la liviandad de las guapas jóvenes intérpretes, el uso del tecnicolor, una bonita fotografía de Alejandro Ulloa; y por supuesto la música pegadiza e inocente de Augusto Algueró con las chicas de la Cruz Roja como protagonistas.

Un reparto es llamativo jóvenes jovencitos a actrices y actores como Concha Velasco, que entonces tenía 18 años; Tony Leblanc pletórico con 36; Arturo Fernández elegante y trazas de galán; Jesús Puente, Luis Sánchez Polack (Tip) y algún deportista afamado como el famoso portero de fútbol Ricardo Zamora.

Como chicas de la Cruz Roja: Luz Márquez, Katia Loritz, Manuel Arbó y la joven Conchita Velasco, claro; y un reparto de fuste (Manuel Gómez Bur, Jesús Puente y otros), que ya forman parte ya de nuestro imaginario cinematográfico personal y colectivo. Interpretaciones agradables, destacando el humor blanco y sin maldad.

Además, se puede ver en la cinta la bonita de la época, los automóviles, las maneras de trato hacia las mujeres, y mil pequeños detalles de una cultura ida que resulta de interés social para entender mejor aquel tiempo.

Especie de bocanada de aire fresquito y de ilusión para tantos españoles corrientes que empezaban a soñar con dejar atrás los años del hambre, del pan negro, que aspiraban en comprarse un Seat 600 y a vivir una vida más cómoda y alborozada.

El propio tema central del filme fue súper popular, sonaba a todas horas en la radio, y la gente la cantaba como una especie de himno primaveral ante tanta densidad social y política. Aquí podemos ver primero al gran Tip y el himno cantado por la Velasco y sus compañeras: https://www.youtube.com/watch?v=_212lmqES-Q

En fin, todo un éxito popular, lo cual consiguió por el carácter coral del filme y por la presencia de las cuatro guapas y modernas jóvenes, y también por el colorido de la fotografía y algunas escenas que aunque cándidas, eran ya algo aperturistas para la época.

Tráiler aquí: https://www.youtube.com/watch?v=VytAgvonItc

EL INDULTO (1961). Adaptación libre del cuento de título homónimo de Emilia Pardo Bazán, 1893, una de las mejores novelistas y autora de relatos cortos realistas y naturalistas entre el siglo XIX y principios del XX.

El estreno de esta película fue un fracaso comercial absoluto en su momento. A pesar de que no es una de las obras más reconocidas de Sáez de Heredia, es una de las mejores que ha realizado y Concha Velasco es principal.

El guion fue escrito por Sáenz de Heredia y es un melodrama rural, un triángulo con una mujer acosada en el centro, retrato del personaje femenino del cuento de la Pardo Bazán. Sáez desarrolla esta trama de manera convencional, añadiendo personajes como el de Manuel Monroy, el hermano del marido, enamorado y defensor de la mujer.

Entre los protagonistas, la Velasco en su primer trabajo con Sáez de Heredia, lo cual supone un necesario cambio de registro para ella, acostumbrada a la comedia. Lucas, el malvado, es encarnado por Pedro Armendáriz, estrella del cine mexicano que hace un gran trabajo como esposo maléfico, acosador y criminal. Están muy bien como actores de reparto la hermosa Eulalia del Pino, Antonio Garisa o Rafaela Aparicio, entre otros.

Película de tinte expresionista, estupenda fotografía (B&N) de Cecilio Paniagua y decorados fueron por el genial Sigfrido Burmann, todo lo cual ve en el tratamiento de la obra.

Buena música de Salvador Ruiz de Luna y cuidada ambientación, que hace de esta obra de Sáez una película más qu solvente, tal vez adelantada a su momento. Drama intenso, historia rural contada con gran magisterio  y un libreto de J.L. Sáenz de Heredia de gran nivel, igual su labor como director. vemos aquí a una Velasco en el centro de una trama terrible con un intenso pulso narrativo.

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