Hape Kerkeling es toda una estrella y a la vez una personalidad en Alemania como actor televisivo, humorista y escritor que, además, ha triunfado en Europa con su libro “Bueno, me largo”, donde narra su experiencia haciendo el Camino de Santiago en el año 2001, obra que habla de la fuerza purificadora que experimentó en su peregrinaje. Al respecto, el propio Kerkeling manifestó: “Fue una de las mejores experiencias de mi vida. Me ayudó a encontrar mi camino”.
La película cuenta los años infantiles de Kerkeling. Años muy trágicos y duros para él, un tiempo que ayudó a forjar la personalidad de este genial artista, que descubrió desde pequeño el humor como arma para afrontar problemas y momentos. Corre el año 1972, cuando Hans-Peter Kerkeling tiene nueve años y descubre su capacidad para hacer reír a los demás. El humor se convierte en su tabla de salvación ante los problemas familiares, sobre todo el delicado estado de salud de una madre a la que estuvo muy apegado en aquellos primeros años de su vida. Esto fue más evidente durante la profunda depresión que la aquejó con un penoso final. Es entonces cuando su padre encomienda al pequeño al cuidado de sus abuelos. Abuelos que amaban al niño por sobre todo. Su abuela materna, ya en su lecho de muerte le vaticina: “vas a ser alguien muy especial; vas a ser famoso”.
En general, su familia estaba compuesta por individuos excéntricos, siempre bordeando una sana locura con fiestas y celebraciones continuas donde las abuelas eran todo un ejemplo de tolerancia que sabía sortear el abismo generacional. Este círculo familiar “toleraba” a un niño diferente, que se vestía de princesa e imitaba a las señoras de la tienda de alimentación del pueblo. El mismo Kerkeling ha declarado: “Me he preguntado varias veces si no era raro tener, a comienzos de los setenta, una familia así. Tal vez eran tan abiertos porque el Ruhr, donde vivíamos, ya era entonces una región de inmigrantes, y la libertad en esos lugares suele ser mayor”. La cosa es que no solo era aceptado sino querido por todos: padres, abuelos, hermanos, tíos y amistades, lo cual refleja muy bien la cinta.
La bonita directora alemana Caroline Link ya consiguió en 2002 el Óscar a la mejor película de habla no inglesa con, “En un lugar de África”, la vida de la escritora Stefanie Zweig. En esta nueva entrega, la Link sabe acometer con franqueza cinematográfica los esfuerzos y tormentos de una familia de la cual el espectador va a quedar prendado en el transcurso de los cien minutos de metraje. El niño Hans-Peter se nos presenta con su mirada inocente, sin artilugios ni ornamentos, a través de una cámara próxima y a la vez con estudiados planos.
Gran guión de Ruth Toma, adaptación del libro autobiográfico del protagonista Hape Kerkeling, “Este niño necesita aire fresco”, dedicado a su niñez en la República Federal de Alemania de principios de los años setenta. Un texto lleno de espontaneidad y gracia ante la aflicción y el abatimiento omnipresente que, sin embargo, no resulta perturbador por la frescura y la elegancia del relato. La trama transcurre, más que con diálogos, con el poder de la imagen, muchas y variadas secuencias inusualmente breves que van dejando en el espectador un poso de ternura que alivia la enfermedad y la muerte que asoman a cada tanto del la historia.
Este relato infantil refleja el humor destacado del protagonista, un humor tierno que esquiva el estilo mordaz o la maledicencia. Un humor que Kerkeling reconoce haber practicado luego en su vida adulta. Él mismo explica: “el límite al humor no lo pone el cómico, sino el espectador”. Y como precisa la directora Caroline Link: “El humor de Hape tiene unos límites muy claros de la burla; él es un imitador que maneja muy bien el lenguaje y sabe como reírse de la gente, les observa y caricaturiza, pero nunca con mezquindad. La calidad del humor es muy importante, ya sea para enfrentar a la gente con la verdad o para que aguante las críticas”. Hape, en su autobiografía nos cuenta cómo supo aliviar el dolor de una madre enferma y cómo afrontó con su ironía el bullying de sus compañeros de clase por sus maneras afeminadas. Pero siempre con un talante fresco y de sonrisa generosa.
En el reparto podemos disfrutar de actores de gran talla como Martina Eitner-Acheampong, Joachim Król, Rudolf Kowalski y Ursula Werner (soberbia, como abuela paterna), un conjunto encantador que a la vez estimula la naturalidad del protagonista, el pequeño Julius Weckauf, en escenas cotidianas para pasar a una comedia sutil que en lugar de la carcajada fugaz, busca la sonrisa que se encuentra en lo profundo de nuestros sentimientos más humanos.
Estupendo apoyo musical de Niki Reiser con su BSO, amén de bonitas canciones muy bien elegidas. Estupenda fotografía de Judith Kaufmann y eficiente puesta en escena reflejada en el vestuario, calles, vehículos, etc., de los primeros años ’70 en la RDA.
Al final, cuando un largo plano reúne a todos los personajes de la familia, Kerkeling admite que él es el resultado de todos ellos, que es su madre, su padre, sus hermanos, sus abuelos o sus tíos. En esa escena final, fugazmente, podemos ver al propio Haper adulto quien con un gesto amable parece decir adiós a la película y a su infancia.
Estimulante comedia que ensalza el poder de la risa sanadora. La película es todo un retrato de la historia de un niño que se convierte en un personaje que aprende a sobrevivir, a crecer y a encontrar su manera de autoafirmarse.