Película intensa, emotiva y desgarradora. Como su propia directora ha declarado: “Todos los días vemos a nuestro alrededor pobreza, niños que intentan lavar el parabrisas. Los tenemos delante, pero no los vemos, son invisibles y viven al margen de la sociedad”. Nadine Labaki se acercó a las zonas más desfavorecidas de Beirut para conocer a estos niños y saber de sus necesidades y sufrimientos. Lo que vio fueron niños sin voz, pues son siempre los adultos quienes hablan por ellos. Niños sin representación a los que Labaki les pidió que contaran su historia para hacerlos visibles.

La cinta cuenta la historia de un niño de 12 años que solo ha conocido penuria y ultraje. Después de haber cometido un delito y hecho preso, presentará una demanda ante el juez contra sus progenitores por haberlo traído al mundo. El niño exige justicia y que esa justicia prohíba a sus padres tener más hijos. Es el final de la infancia del protagonista, si es que fue niño en algún momento.

La dirección de la conocida actriz y directora Nadine Labaki está conducida por un guion de su propia autoría y de Jihad Hojely (la historia es suya), de lo cual resulta un libreto inteligente y con una potente carga afectiva que logra tocar la fibra sensible del espectador. Labaki consigue una narración palpitante que se introduce en nuestro ‘fondo endotímico’ hasta arañarnos por dentro. Un niño que habla con la honda sentimentalidad de su mirada y un increíble bebé negro a cuestas, y las desdichas que pasan ambos, donde la fábula se entrelaza con un estilo documental efectivo. El desprecio social que padecen ambas criaturas, el sarcasmo de quienes les rodean, la actitud inmisericorde y hostil de la familia, todo ello hace de esta película una tormenta que desprende rayos de intranquilidad, tristeza a raudales y un hondo penar cuyas fuertes implicaciones van de la pantalla directamente al corazón del espectador. La realidad de una historia yerma, de una niñez vejada en el Líbano actual. Algo que se repite en miles de países y lugares del mundo, incluyendo el nuestro. Un lugar que es similar a muchos otros rodeados de crisis económicas y políticas. Una obra a caballo entre el melodrama y el documental; y es que hay documentales de ficción que superan a los reales.

 

Credito: Wild Bunch

 

Gran fotografía de Christopher Aoun con la cámara lenta y a la altura de los ojos de los niños, arropada por la preciosista música de Khaled Mouzanar. Ambientación perfecta de barrios lumpen, paisajes lóbregos, los arrabales más misérrimos con gente mendicante acuciada por la necesidad más elemental imaginable, una nube de desolación y zozobra.

El reparto en sus planteamientos generales corre a cargo de aficionados, destacando por encima del resto de protagonistas la figura de un niño que sintoniza con la cámara y puede expresar lo más conmovedor del espíritu humano con una maestría inaudita; es el actor sirio Zain Al Rafeea, un niño que tiene magnetismo y transmite veracidad: un gran descubrimiento para el cine; sin olvidar que para llegar a este resultado Labaki debe haber invertido paciencia y maestría a raudales; también con el prodigioso bebé negro tan afable y simpático, Boluwatife Treasure Bankole. Junto a ellos, en forma coral, excelentes actores y actrices como Yordanos Shiferaw, que está sublime como la mamá somalí, Kawthar Al Haddad, Fadi Kamel Youssef y la propia Nadine Labaki que interpreta a la abogada del muchacho.

Es una cinta que duele, que provoca angustia y desazón, tanto que se agradece que la tragedia de los personajes que llena la pantalla, se alivie finalmente en un desenlace tranquilizador. El buen final, cuando el niño por vez primera sonríe, lo cual es un lenitivo y una ayuda para levantarse del asiento, salir a la calle y respirar el aire fresco con cierta serenidad.

Contundente trabajo de Labaki, una propuesta extrema e hiperrealista que habla sobre la inmigración ilegal, la trata de personas a toda escala, los niños abandonados, los matrimonios forzados para las niñas y la esclavitud. Un relato que asemeja un thriller judicial cuya trama va de atrás a adelante en el tiempo. Un juicio conmovedor y a la vez aleccionador. Un mensaje sobre las líneas rojas que no hay que traspasar.

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