Feixistes. Es uno de los piropos que el sector independentista catalán ha lanzado sin complejo alguno a los que se sienten españoles. Llamar fascista a una persona no es moco de pavo. Pueden habernos llamado opresores, dictadores, bestias y muchas más calificaciones que no merecen aprecio aquí y ahora. Sin embargo, parece que la RAC (ficticia Real Academia Catalana de la Lengua) se ha pronunciado. Existe una segunda acepción de feixista. La resumiré brevemente:

Dícese de cualquier persona que se sienta español y defienda los valores de su Constitución.

Esta acepción es muy clara, pero también rompedora. No la califico de este modo por ser ofensiva, sino porque rompe no solo con la Historia de España, sino con la historia de Europa del siglo XX.

Como bien sabrán nuestros amigos independentistas, el fascismo surge en Italia con Mussolini. Concretamente, aquel sector era llamado fascios de combattimento y era considerado un partido político italiano fundado por el que luego regirá tan bello país en 1919. Para los que hemos tenido la gran suerte de estudiar la historia tal y como es y ha sido, sabemos bien algunas de las características que representan el fascismo. El fascismo no es otra cosa que un sistema político que se encarna en los valores de personalismo y un seguimiento de carácter casi deísta hacia un líder carismático. Si hoy juzgásemos a Mussolini, muy probablemente se le podría atribuir el delito de rebelión e incitación a ella. Los que hayan estudiado historia contemporánea y tengan un mínimo de cultura, recordarán aquellos famosos discursos del Duce en la Piazza Venecia tratando de arengar a las masas.

Pero… vayamos al grano. ¿Por qué empiezo a hablar de la historia del siglo XX y la mezclo con los catalanes? Nietzsche (no es un filósofo en quien me inspire normalmente) defendió la teoría del eterno retorno por la que los hechos se vuelven a repetir una y otra vez. Aquí le tengo que dar la razón al filósofo alemán. Lo que Puigdemont, Junqueras y sus allegados hicieron hace exactamente un año es una repetición de la historia en toda regla. Arengar a las masas, alentar a la sedición y a la rebelión es algo no novedoso en nuestra historia como europeos.

El motivo por el que escribo estas líneas es, simplemente, porque el pasado sábado fue 27 de octubre. Mucha gente recordará ese día como una fecha normal, pero es el día en que se produjo el segundo golpe de estado en la era democrática española. Aquel día se promulgó la famosa Declaración Unilateral de Independencia (que duró ocho segundos de reloj) por la que Cataluña quiso tomar una decisión que atentaba contra la Constitución sin tener en cuenta, al menos, al 50% de su población. Remontándonos al breve apunte histórico que me he permitido hacer anteriormente, ¿cómo se le llama a eso? Muy fácil. Dictadura.

Pero esto no es lo más sorprendente. El hecho más significativo es que la Generalitat de Cataluña publicó el pasado sábado en la cuenta de Twitter oficial del Govern un vídeo de unos dos minutos aproximadamente en el que se exhiben públicamente, con orgullo por su parte, los acontecimientos tan dolorosos que tuvimos que sufrir millones de españoles. Anteriormente, me he dejado por nombrar un rasgo esencial del fascismo. Es el de la propaganda ideológica. El vídeo de la Generalitat me ha recordado a aquellos documentos todavía existentes en los que se recogen fragmentos e, incluso, programas enteros de aquello que se conocía en cierta época de España como Noticiario y Documentales Cinematográficos (NO-DO). Ambos son propaganda de unas determinadas ideas que se difunde de forma pública y que puede causar aplausos o desaprobación.

Podríamos pasarnos horas y horas haciendo una comparación entre los regímenes fascistas y el golpe de estado del año pasado, pero probablemente el lector de este artículo no tenga tiempo para ello.

De todas formas, la conclusión es clara. Concluyo mi artículo con un refrán español fantástico: consejos vendo, y para mí no tengo. 

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