Los que tenemos cierta edad, recordamos la efemérides y el hito que supuso en aquel caluroso verano de 1969 la llegada del hombre a la luna. Recordamos a Neil Amstrong, astronauta de palabras breves pero hombre de enorme formación y valor, que fue el primero en pisar la superficie lunar y lanzar al mundo aquella famosa frase: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. La película Firts man cuenta aquella hazaña de la NASA, centrando el relato en la vida de Amstrong (Ryan Gosling) entre los años ’50 y sobre todo de 1961 a 1969, para contar cómo se fraguó la misión espacial del Apolo 11 con destino a la Luna, cuyo alunizaje se produjo el 21 de julio de 1969. No hay que olvidar en este capítulo de nuestra reciente historia, metido de lleno en la pugna por la carrera espacial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Estamos ante un relato en primera persona basado en la famosa novela de James R. Hansen, “First man: Te Life of Neil A. Amstrong”, donde el escritor hace un recorrido del coste que en todo sentido representó para Armstrong y para los Estados Unidos, una de las misiones más arriesgadas entre las aventuras aeroespaciales. Hansen expuso en su momento un perfil convincente del enigmático personaje Amstrong, portador de un drama personal y lleno de matices y ángulos desconocidos (biografía autorizada), y gran cantidad de reseñas sobre la compleja NASA (National Aeronautics and Space Administration). Se ha dicho de Amstrong que era “un héroe espacial sin palabras pero con la integridad del Medio Oeste”. Hay que añadir que Hanson contó para esta obra biográfica e histórica con la colaboración de la familia del astronauta y de la propia NASA.

El director Damien Chazelle conduce este relato, no sólo como un acontecimiento glorioso, sino también como un suceso con tintes de drama y muerte (Amstrong perdió prontamente a una hija). Es un film grave y lejos del mero triunfalismo. La cinta habla de un acontecimiento célebre con los modos de la derrota. Cinta de un héroe que arrastra la pérdida de su hija enferma de cáncer, hombre sin consuelo; con una tristeza infinita que tiñe constantemente de angustia la responsabilidad y el riesgo del emprendimiento lunar. El oscareado director de La La Land, 2016 ha construido una cinta atípica que resulta por momentos fascinante, otras veces es chocante y siempre con primerísimos planos y encuadres cerrados, cuando paradójicamente es una aventura estelar y de espacios abiertos. Chazelle ha querido aproximarse al cosmos desde un tipo de veracidad que en vez de panorámicas llamativas, aposta la cámara en el interior de la nave soportando junto a los protagonistas, las sacudidas y temblores del artefacto, lo que da una sensación de realismo ensordecedor que produce miedo.

El guion de Nicole Perlman y el celebérrimo Josh Singer es un biopic melodramático que aunque bien escrito y bien llevado, por momentos puede resultar monótono. El libreto desenfoca en ocasiones y resta interés a la obra, aunque en realidad la historia de Amstrong tampoco parece particularmente interesante. El mismo Gosling declaró después de haber hablado con los hijos de Amstrong, su ex mujer y otros familiares y allegados, que había llegado a la conclusión de que “Neil era un hombre introspectivo, callado y humilde. No se consideraba un héroe americano, para nosotros era importante mostrar su yo auténtico. Se trataba de abrir unas cuantas ventanas en ese hermetismo para acercarse a lo que sentía durante esa época”. Tal vez estamos ante un antihéroe cargado de sufrimiento y de dolor, y eso parece que era lo que se quiso contar, una historia cuasi-doméstica con su ingrediente de fatalidad, como la de tantas personas en el mundo.

En el reparto destacan un Ryan Gosling que hace una interpretación digna, fría, distante incluso, con demasiada contención expresiva en el rol del atormentado Amstrong. Claire Foy realiza un excelente y medido trabajo con su sonrisa natural y una mirada muy bonita de esposa media americana. Muy bien el australiano Jason Clarke en su rol de piloto. Kyle Chandler, buena interpretación como el astronauta Deke Slayton. Corey Stoll, estupendo como Aldrin, segundo navegante en pisar superficie lunar. Y muy meritorio el reparto en general.

La película, en fin, me ha dejado un sabor agridulce, echando en falta algo más de la épica y un poco menos del tenor dramático e incluso trágico de un Amstrong-Gosling que resulta desde mi modo de ver excesivo en su desdicha: exceso de odisea existencial, mientras se desvanece el subrayado de la empresa lunar. Esta hazaña fue, al modo del viaje de Colón pero salvando las diferencias, un salto al vacío, quizá el último de la humanidad. Salto en el cual se cometieron errores y con un grado de incertidumbre importante cara al éxito de la expedición, dadas las limitaciones técnicas del momento. En ocasiones la pantalla asiste a un espectáculo tenso dominado por la amenaza siempre presente del error.

 

La intriga no dura demasiado pues la tensión decae tras optar el director por una manera añeja de biopic melodramático. Tampoco el personaje resulta abiertamente osado, enérgico o de particular interés. Más bien es una persona que se huye de su drama personal a través de su labor como astronauta, un hombre trágico y roto en vida.

Un film en el cual podemos reconocer la grandeza de un emprendimiento glorioso en las pequeñas cosas humanas, la humildad de un hombre angustiado y de una familia en general asustada por la inseguridad de si Neil va o no a volver de su viaje. Drama pausado y lento en ocasiones. Tempo éste que seguro frenó la acogida en las salas de cine.

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