Palacio de Vistalegre, 10.000 personas, butacas llenas, aires de cambio, de triunfo. Emocionado, en éxtasis, incrédulo y venido arriba, Santiago Abascal se agarra al atril y dice: “Todos los que estamos aquí somos de Madrid. Madrileños de Vitoria como yo, madrileños de Galicia como otros…”. Con estas palabras el líder de Vox, partido ultraderechista para unos, nacionalista conservador para un servidor, sacaba pecho de su tesis centralista. Esa idea con la que pretende eliminar las autonomías y hacer de España, una, grande y libre.

Según los máximos mandatarios del “nuevo” partido de la derecha española, y lo entrecomillo porque estas siglas llevan más de cinco años intentando entrar en las instituciones sin ningún éxito, la única forma de atajar el problema catalán es la supresión de las Comunidades Autónomas y hacer de Madrid el eje neurálgico del país. La capital manda, el resto de regiones obedecen. Se terminó discutir por el reparto de competencias, que ningún rincón de España tenga autonomía y todo solucionado.

Si el Partido Popular es la derecha acomplejada y Ciudadanos es una veleta, Vox es un populista que pretende solucionar problemas complejos con atajos simplistas. Si sueñas loterías…, si haces política bajo el influjo del sueño… Vox. Como buenos vende enciclopedias, los de Vox quieren entrar en la escena política como si fueran ellos los que han inventado la política. Abascal, me recuerda al típico cuñado que se cree que arregla España viendo las tertulias políticas y divagando sobre las tesis de los tertulianos. Fuera autonomías, porque lo digo yo, y me quedo tan pancho. Pretende transformar España por sus narices pese a que para que suceda lo que el líder del partido nacionalista español pretende se tenga que celebrar un referéndum para reformar el sistema territorial. Promete el oro y el moro mientras critica a los de Podemos por ser populistas. Tócate las narices…

Incluso siendo madrileño, me niego a que Madrid sea la región que dirija el rumbo de España. No porque reniegue de mis raíces, yo no soy como Rufián, sino porque centralizar el país significa hacerlo más pequeño. Minimizar las diferencias entre cada rincón, destruir la heterogeneidad, lo que nos hace una nación rica y grande. No se puede equiparar a los madrileños con los vascos, ni a los andaluces con los gallegos. Cada región española, es única. Diversidad, que se siente, se palpa, y se oye, se escucha en las expresiones de los lugares que conforman nuestra bandera. Si en Andalucía dicen chiquillo, en Valencia rezan xiquet. Un solo país, una única bandera, distintas culturas que conectadas, dan vida a España. Heterogeneidad, que, de intentar eliminarla, nuestro país morirá junto a su historia. Existencia, que, se debe a la unión de diferentes reinos, al vínculo entre dos coronas con distinta historia y tradición.

Memoria, que no debemos olvidar. Raíz, que no se debe cortar. Esencia, la diversidad de tradiciones, que no es el problema de la crisis catalana. Tampoco es la solución la supresión de las autonomías, sino más bien al contrario. Si el secesionismo ha surgido en Cataluña por una presunta y falsa incomprensión por parte del Estado español hacia los catalanes, la eliminación de cualquier libertad de las regiones frente al Estado no hará más que aumentar la crispación y el nacionalismo.    

 

 

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