En este artículo comentaba cómo se habían configurado dos escuelas de esgrima en España durante los siglos XVI y XVII: la Vulgar Destreza y la Verdadera Destreza. Estas dos escuelas se enfrentaron a lo largo de dos siglos, con sendos corpus con palpables diferencias teórico-prácticas e  ilustres maestros y tiradores que pertenecieron a cada una de ellas.

Podemos hablar de esta relación a través de dos autores: Luis Pacheco de Narváez, diestro verdadero; y el más que conocido Francisco de Quevedo, considerado diestro vulgar. Sobre ellos dos se estableció una enemistad de la que quedó constancia, y hasta nuestros días ha llegado la historia de un duelo entre ellos dos, que acabó ganando Quevedo de una manera humillante para Pacheco. Esta relación entre estos dos autores simboliza la de las dos escuelas de esgrima antes mencionadas, y es por ello que la quería tratar en este texto.

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Empezaré presentando a Pacheco de Narváez, que es el más desconocido para prácticamente todos los lectores actuales. Aunque los pormenores de su biografía no han llegado a nuestros días, es bien sabido que el baezano fue un maestro de esgrima muy conocido en las cortes españolas de Felipe III y Felipe IV, llegando a ser el maestro mayor de esgrima de este último y una de las figuras más importantes de esta disciplina ya incluso en la propia época. Se le considera el responsable, junto con Carranza, de construir el método sobre el que se fundamenta la Verdadera Destreza de las armas, que buscaba romper con la tradición de esgrima que se practicaba en España antes de la llegada de Pacheco a Madrid. La esgrima común generaba grandes tiradores, pero era considerada por muchos un tipo de esgrima que tendía a la violencia y la rudeza, por lo que Pacheco aportó un método más seguro, no tan dependiente de las habilidades físicas y la pericia del combatiente sino de las verdades matemáticas, geométricas y lógicas, universales e inapelables. Inicia una serie de tratados de esgrima con la publicación en 1600 del Libro de las grandezas de la espada, a las que siguieron otras como las Cien conclusiones o formas de saber la verdadera destreza fundada en ciencia (1608) o el Modo fácil y nuevo para examinarse los maestros en la destreza de las armas (1625). En 1635 se anima, incluso, con una obra de ficción titulada Las dos constantes mujeres españolas. 

Resultado de imagen de quevedoQuevedo es, sin duda alguna, uno de los literatos más populares del siglo de Oro, y de él es más que conocida su acidez estilística, su constante sátira de la sociedad de la época y, en términos más mundanos, su fanfarronería allá donde fuese. Quevedo era un firme defensor de la destreza común, la que era practicada en Madrid antes de la llegada de Pacheco, y es por ello que no dudó en verter con sorna varias líneas sobre este en El Buscón, donde se burla no tanto del método sino de los propios diestros que lo practican, al decir que “el libro (la Verdadera Destreza) es bueno, pero que hacía más locos que diestros, porque los más no le entendían”.

Existe una anécdota que ha llegado hasta nuestros días que habla de un duelo entre Pacheco de Narváez y Quevedo. Para muchos, simboliza el duelo entre la vulgar destreza y la destreza verdadera; muchos pretenden resumir las cualidades de una y las desventajas de otra en una eventualidad como esa. El autor de la anécdota es Pablo Antonio de Tarsia,y dice así:

Hallóse Don Francisco en vn concurso de los mayores Señores

de la Corte en casa del Presidente de Castilla, donde se argüyó sobre

las cien conclusiones de la destreza de las armas, que sacó Don Luis

Pacheco de Narváez, Maestro, que fue del Rey nuestro Señor en esta

profession, y mayor en los Reynos de España; y después de auer discurrido

algunos, e impugnado las conclusiones, salió Don Francisco

contradiziendo la que en vn genero de acometimiento dezia no auer

reparo, ni defensa; y para la prueba, combidó al Maestro, á que tomasse

con él la espada; el qual, aunque lo reusaua, alegando, que la

Academia se auia juntado para pelear con la razón, y no con la espada,

obligáronle sin embargo los Señores á salir con ella, y al primer

encuentro le dio Don Francisco en la cabera, derribándole el sombrero.

Retiróse el Naruaez algo enojado del sucesso; y Don Fra[n]cisco,

para sazonar la fiesta, dixo: Probó muy bien el señor D. Luis Pacheco

la verdad de su conclusión, que á auer reparo en este acometimiento

no le pegara yo.

Es decir, que Pacheco tratando de defender una de sus conclusiones fue desafiado por Quevedo, y éste le derrotó asestándole un golpe en el sombrero y, por tanto, ridiculizando sus propuestas, que quedaban relegadas a la teoría. Así, parecía quedar demostrada cómo la casta y el instinto del que bebía la Vulgar Destreza superaba a los presupuestos matemáticos y racionales de la Verdadera Destreza.

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“Compendio de los fundamentos de la verdadera destreza y filosofía de las armas”(Francisco de Ettenhard, 1675)

No obstante, esta historia es probablemente falsa. Las razones son varias. En primer lugar, el origen de la anécdota es más que dudoso. El autor de la misma llega a Madrid entre 1645 y 1647 y no llega a conocer nunca a Quevedo. Años después, decide escribir la biografía de Quevedo con el material que encuentra en la casa del poeta y con los testimonios que podía recoger de la gente que le conoció. Es más, ni siquiera había nacido cuando se produjo el supuesto duelo. Tampoco cita las fuentes de la anécdota. Ni siquiera el propio Quevedo dedicó unas palabras a este enfrentamiento, lo cuál es extraño en un autor de sus características.

Por otra parte, es conocida por numerosas referencias las aptitudes de Pacheco de Narváez como esgrimista y soldado, e incluso diestros enemistados con él dijeron que nunca había sido vencido. Algo que parece lógico por la fama y prestigio que llevó consigo asociada. Además, Quevedo estaba cojo y no tenía buena vista, por lo que el hecho de que venciese a Pacheco, más aún de esa manera (con un golpe en la cabeza) parece inverosímil. Tampoco encontramos referencias a sus habilidades con la espada que nos inviten a pensar que podría tratarse de una excepción.

Probablemente, en este caso la pluma haya podido más que la espada y se generase una leyenda en torno a este duelo con tal de dotar de prestigio a la figura de Quevedo y, de paso, manchar el historial de Pacheco. Lejos de idealizaciones, es interesante acudir a las fuentes y al sentido común para darse cuenta de que Quevedo nunca venció a Pacheco de Narváez. No solo eso, sino que aunque ese duelo se hubiese producido no sería oportuno establecer marchamos sobre la superioridad de una u otra escuela en base a una anécdota.

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