Nuestro colaborador, Enrique Fernández Lopez hace una crítica a la película “Los hermanos Sisters” (2018):
He ido a ver esta película en el único cine clásico de mi ciudad, el Cine Madrigal, en pleno centro. Un ejemplo de sala vocacional donde todavía se proyecta a la antigua usanza, con los típicos rollos de película; una sala donde la familia que la regenta estrena en exclusiva filmes buenos, muchos europeos, como el que he visto este sábado en una agradable tarde de primavera.
Excelente película del tipo ‘western crepuscular’,
un western taciturno, revisionista, que desmitifica y presenta un lejano oeste decadente, con protagonistas perdedores, hombres cansados de su vida, de la violencia que han ido encadenando a lo largo de su misérrima existencia. Protagonistas que se plantean su futuro, dejar la vida de forajidos. Vaqueros desencantados, librados a su suerte. En el film, la violencia es manifiesta, brutal y de un realismo descarnado. Esta obra es un ejemplo de que el género no muere, a pesar de que haya tenido que pasar más de un cuarto de siglo desde la obra maestra de Eastwood de 1992, “Sin perdón”.
La trama se desarrolla a mediados del siglo XIX, en plena fiebre del oro. Charli y Eli Sister son hermanos y caza recompensas con un largo historial de muertes en su haber. Matan sin escrúpulo y consideran su actividad como un oficio. Pero si el menor, Charli (Joaquin Phoenix), es un psicópata y bebedor que lleva el pistolerismo en su genética, el mayor, Eli (John C. Reilly), anhela una vida normal y montar un comercio. Ambos hermanos han sido contratados por un siniestro Comodoro para que asesinen a Hermann Kermit Warm (Riz Ahmed), un buscador de oro que posee una fórmula química para extraer el noble metal. Acompaña a Warm otro caza recompensa que ha decidido ayudarlo (Jake Gyllenhaal). Así, la cinta es una larga y cruel caza por valles y montañas. El viaje pondrá a prueba el vínculo entre los dos hermanos.
No deja de ser curioso que el francés Jacques Audiard haya dirigido un gran western, género norteamericano por antonomasia, y más meritorio aún por cuanto el western no está de actualidad, según se cree. Audiard ha conseguido una película respetuosa con el género y poseedora de una profundidad narrativa en tono clasicista, regida por los códigos y paisajes legendarios en este tipo de obras. Audiar invita al espectador a que acompañe a los sanguinarios hermanos Sister, que son en realidad los héroes del film.
“The Sisters Brothers”, logra un interesante retrato de los dos forajidos en comunión fraterna y un paisaje agreste, lo cual es uno de los méritos de una obra volcada en la mítica
Para esta resurrección del western Audiard ha contado con la pluma de Thomas Bidegain, y entre ambos han escrito un magnífico guión basado en la novela del canadiense Patrick deWitt, “The Sisters Brothers”, que logra un interesante retrato de los dos forajidos en comunión fraterna y un paisaje agreste, lo cual es uno de los méritos de una obra volcada en la mítica. Por cierto, esta paisajística no es americana, sino que pertenece a las provincias españolas de Pamplona y Almería, amén de tierras rumanas.
Muestra la historia el cariño que se profesan dos hombres antitéticos. Dos hombres toscos y feroces unidos por un destino de mutuo apoyo en aras a la supervivencia. El viaje de Charli y Eli se desarrolla por senderos de montaña o bosque, e incluso mar, y en cada escena, estos personajes sucios y hambrientos, son el hálito del Oeste americano. Todo ello teñido de lirismo y una poética que siempre tiene su encuadre adecuado: primeros planos para la cercanía o planos aéreos para la fusión de los hombres con unos contornos majestuosos. Aparenta ser un constante viaje y salto de fronteras, sin embargo, más que el cielo raso o las millas andadas en un cosmos salvaje, lo que centra la trama es el relato íntimo de ambos hermanos que, esencialmente, ‘retornan’ al hogar. Se puede afirmar que es una trama paradójica, que es también una original forma de revisar el western.
John C. Reilly y Joaquin Phoenix son dos enormes valores de esta película. Reilly hace un trabajo interpretativo inconmensurable, pues con los mínimos elementos expresivos sabe transmitir todo el abanico de emociones y sentimientos posibles, desde la fiereza y la saña, hasta la ternura; su cara refleja el ansia por encontrar la paz en la vida. Igualmente Phoenix está cargado más de gestos y detalles que de palabras, transmitiendo todo lo que encierra su tortuoso pasado y su desalmado presente. Jake Gyllenhaal hace un trabajo firme, seguro y creíble como caza-recompensas caritativo. Bien igualmente, la presencia del químico interpretado por un Riz Ahmed eficiente.
A pesar de contar una historia sombría, desesperanzada y sanguinaria, Audiard aporta un grado de luz y esperanza en los eternos valores de la camaradería, el honor, el acompañamiento y dos hermanos cuyos lazos de sangre aciertan a concluir un final esperanzado y feliz con vocación redentora. El mismo Audiard ha declarado: “…escribí la película a la manera de un cuento de hadas, y por tanto diseñé la violencia que aparece en ella como si fuera vista a través de los ojos de un niño o incluso como si fuera cometida por un niño. Creo que, en general, esta es mi película más luminosa y optimista”.
En resolución, estamos ante una aportación clásica al género western. Nada es previsible en la historia. A veces resulta arrolladora y violenta. En ocasiones se tiñe de un lirismo luminoso. En otras partes la oscuridad nos muestra los fogonazos de los revólveres disparando a discreción en la noche. Pero si accedemos a lo sustancial, la entonación es sugestiva, concluyendo en un desenlace hermoso, humanista y sensible.