Ya ha dado comienzo una nueva etapa política, la nueva forma de hacer política de Sánchez y sus socios en la que prima la tiranía de la mayoría frente a todos, una nueva forma democrática o no, cuyo único contrapeso real a día de hoy es la propia ciudadanía.

Tradicionalmente, hemos estudiado que la democracia tiene como objetivo limitar el poder político mediante una tutela efectiva de separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), como esencia propia e innata de un estado democrático liberal. Pero ésta, se ha visto corrompida por una total politización de los tribunales, facilitando así el control absoluto por el ejecutivo,  sirviéndose de estos poderes cual menú a la carta que calme su apetito y afiance la estabilidad y continuidad del gobierno.

Ya son más de tres siglos los que han pasado desde que el gran Montesquieu plasmara en el “Espíritu de las leyes” su teoría de la división de poderes, y que hoy día, debería de estar plenamente arraigada en cualquier estado democrático contemporáneo, pero como todos sabemos…”Del dicho al hecho, hay un trecho”.

Son numerosos los informes que España ha recibido por parte de la Comisión Europea, Asociaciones de jueces, Colegios de abogados y fiscales, y un largo etcétera advirtiendo de las interferencias políticas que se estaban produciendo, y que por tanto, nos acercaban más a postulados propios de sistemas autoritarios donde se perpetúa el poder ejecutivo sobre el resto implantando así una nueva democracia, la totalitaria.

Se trata pues, de un gobierno que elabora leyes sin contar con el legislativo, y ofrece indultos y amnistías anulando la potestad del poder judicial sin importar su legalidad o inconstitucionalidad. 

Hoy, por desgracia, aquella famosa frase que pronunció Alfonso Guerra – “Montesquieu ha muerto y que antes parecía una exageración, toma más fuerza que nunca. Los principios fundamentales de nuestra vida democrática como la garantía de la igualdad, la legalidad como seguridad jurídica, o la independencia se dejaron de lado produciendo un retroceso inimaginable del que aún no somos conscientes de la gravedad de sus consecuencias.

El propio Tribunal Supremo recordó que ” el Estado de Derecho, en el que se fundan la Unión Europea y nuestro orden constitucional, exige el absoluto respeto a la división de poderes” . Otra vez más vemos que la teoría en papel es perfecta e ideal, pero que en la práctica nadie hace nada, y éstas no son más que papeles mojados que reflejan las carencias del propio sistema de derecho.

Pues bien, ¿Y ahora qué, esperamos que la Unión Europea tome cartas en el asunto? Nada más lejos de la realidad, esperar que esta Institución que actualmente se centra en el cumplimiento de una agenda globalista para lograr imponer un orden mundial, luche para combatir estos problemas y vele por la legitimación de los estados miembros es un error.

Es nuestra responsabilidad como ciudadanos despertar mostrando un espíritu crítico y nuestro rechazo a estas prácticas corruptas, que corrompen la función de nuestras instituciones y que avanzan con gran velocidad convirtiéndose en la carrera por la colonización de las mismas.

Nos encontramos bajo un gobierno que supera a Maquiavelo, y a un Montesquieu más muerto y enterrado que nunca, el cual será difícil resucitar a tiempo si los ciudadanos no despiertan y dejan de servir como un coladero de las tiranas prácticas de los que se suponen, son sus representantes.

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