Paquita Salas es un fenómeno imparable de la cultura pop en España. Se pueden dar muchas respuestas a por qué una webserie de bajo presupuesto tuvo tanto éxito entre el público hasta ser apadrinada por Netflix España y convertirse en una de las puntas de lanza de su cartel de novedades de verano, con anuncios en televisiones nacionales y con una grandísima presencia en redes sociales.
La verdad es que, por muchas razones que se den, nadie lo sabe, como nadie sabe exactamente el porqué del éxito de Harry Potter. Aun así, podemos rastrear algunos motivos más o menos evidentes o hablar de un contexto sociocultural apropiado; en el caso de Paquita Salas, parece una serie hecha para nuestro tiempo.
Vayamos con lo que parece evidente: Paquita Salas no es una obra maestra cinematográfica. Javier Ambrossi y Javier Calvo (“los Javis”) no son muy buenos directores ni guionistas. En la película que estrenaron el año pasado, La Llamada, se mostraban muchas de sus carencias en una obra sin demasiada profundidad en ningún aspecto. Uno de los problemas creativos de aquella película es que era una película, no una serie de cinco capítulos de veinte minutos, con lo que se requería de cierta hondura que no tuvo y sus flaquezas se evidenciaban mucho más que en la más comedida Paquita Salas. Hablamos es una obra con un formato más adecuado para lo que se proponen sus creadores: humor actual sobre temas relevantes para los jóvenes, adecuada para la difusión por redes sociales y la creación de memes, si no es una serie creada por los memes. Las actuaciones son exactamente lo que se pide de ellas, y Brays Efe interpreta a la perfección al personaje protagonista. Paquita Salas es una serie para millenials, sin que eso tenga nada de malo. Es una obra alineada a favor del feminismo y la lucha LGBTI+, totalmente consciente de qué humor es el que funciona actualmente, que probablemente sea el mismo que guste a sus creadores. Decía Javier Cansado, uno de los humoristas más míticos de nuestro país, que no hay nada más generacional que el humor; si Paquita Salas es vista por una o dos generaciones anteriores, probablemente no sólo no haga gracia, sino que desconcierte. Paquita Salas es hija de su tiempo; quizá, la mejor muestra de este. Una obra falible y superficial porque funciona a base de fogonazos, de ideas y de irreverencia. No profundiza en los temas y la narrativa de la historia toma el camino más funcional. No obstante, es una máquina humorística perfectamente engrasada y está llena de ideas y lucidez contemporánea. Sin saber cómo, ni ellos ni nosotros, han conseguido de los personajes de Paquita Salas unos de los más queridos de la ficción española.
Tenéis las dos primeras temporadas en Netflix. Os las recomiendo, por ser ágiles y divertidas. Habrá más, probablemente, viendo el éxito cosechado por la segunda temporada. Es de agradecer que la producción española también genere esta clase de obras que, sin ser las mejores, sí son mucho más transgresoras e interesantes de lo que nos tienen acostumbrados los grandes canales de televisión nacionales.