Gi Taek es el patriarca de una familia muy pobre que malvive en un semisótano expuesto a la mirada de los que pasan por la calle, un lugar precario, miserable y sucio de Seúl. La familia se mantienen a base del gorroneo, los salarios precarios ensamblando cajas para pizzas o vampirizando el wi-fi de los locales y viviendas aledañas. Pero un día, el hijo Gi consigue a través de un amigo, una recomendación para dar clases particulares de inglés en casa de los señores Park, una familia de clase alta. Falsificando un título con la ayuda de la hermana, que es especialista en estas lides, inicia su labor docente con la hija de los Parker y paralelamente usa su viveza para ganarse la confianza de la señora de la casa. De este modo y con artimañas diversas, va logrando que paulatinamente, los señores vayan despidiendo al servicio de casa, para ir introduciendo a su familia: hermana, padre y madre, en los puestos de que quedan vacantes. Así se inicia una dinámica cuyo engranaje acabará fuera de control y de la cual nadie saldrá ileso.

En principio podría pensarse en una especie de lucha de clases, pero creo oportuno aclarar antes dos coincidencias no tan coincidentes para la historia. Por un lado, siendo familias diferentes en su procedencia social, son empero idénticas en su composición: padres, hijo e hija. Y que la cosa va más allá de la mera lucha de clases, como ahora iré explicando, pues hay facetas y mensajes que sibilinamente transcurren paralelos al film.

Creo oportuno aclarar antes de continuar dos coincidencias no tan fortuitas para la historia. Por un lado, siendo familias diferentes en su procedencia social, una pobre y la otra pudiente son empero idénticas en su composición: padres, hijo e hija: mismos miembros e iguales sexos de hijos. Esto ya da que pensar. Pero además, la película va más allá de la mera lucha de clases, como ahora iré explicando, pues hay facetas y mensajes que sibilinamente transcurren paralelos a la historia.

El director Bong Joon-ho acierta a narrar con notable excelencia una sucesión de acontecimientos tragicómicos, escenas ingeniosas e incluso cómicas, con un ritmo narrativo óptimo, giros inopinados bien concebidos y una puesta en escena en el límite de lo creíble, esta historia que se sitúa en el punto justo en que tragedia y comedia se cruzan. Vertebrado todo por un inteligente y sorprendente guion del propio Joon-ho, junto a Kim Dae-hwan y  Jin Won Han, con un argumento que destruye a los personajes de la historia, para pasmo del espectador. Fotografía de Kyung-Pyo Hong más que correcta, al igual que la música de Jaeil Jung. Y unas interpretaciones de gran nivel: Song Kang-ho, el patriarca pobre, uno de los mejores actores coreanos actuales; Choi Woo Shik, hijo de éste; Lee Seon-gyun, como señor Park; y otros artistas de excelencia como Jang Hye-jin o Park So-dam; el reparto es todo un valor. Todo lo cual constituye un film notable el cual, no hay que olvidarlo, ha conseguido la Palma de Oro del Festival de Cannes.

En la obra, Bong Joon-ho sabe manejar los hilos de un nivel subterráneo de la trama de gran complejidad y sutileza, no exenta de crítica y causticidad, lo cual sabe aliviar y hacer más accesible y tolerable para el público, gracias a que acierta a introducir oportunamente incidentes rocambolescos y un fino humor que alivia unas imágenes angustiantes en ocasiones.

Parte de las relaciones conceptuales que se establecen en la película son referidas a aspectos, conductas u objetos concretos como la presencia de diferentes sótanos en la historia, la espacialidad amplia y lúcida de la impresionante casa de los ricos, el impacto de la lluvia en unos y otros personajes, la relación entre la pobreza y las cucarachas del semisótano donde habitan los miserables, el olor definitorio de las personas pobres, un olor que no pueden higienizar ni evitar cara a los ricos, la función mística de una roca regalada o la idea presente entre los pobres de que los ricos son más ingenuos y torpes que ellos. Todas estas mimbres tejen una urdimbre argumental sólida y bien hilvanada que deviene terror social en el transcurso del metraje. Y un final bizarro con un exceso de violencia, tal vez buscando un efectismo que olvida el tono elegante en el que se había desenvuelto el film hasta ese entonces.

Los ricos, que viven en una confortable pero a la vez blindada fortaleza sobre una colina, metáfora de la inexpugnable tierra prometida. La inventiva, el esfuerzo e incluso la picaresca de los pobres por alcanzar esa cumbre lujosa, sobrada y plácida donde casi todo es posible. Por lo tanto, el esfuerzo para dar vuelta a las cosas y subvertir el orden social engañando a los ricos, todo un canto político del film. Y los recodos de una lujosa residencia que se revela como el personaje más potente del film. Invadir el palacete significa romper la intimidad de sus moradores y, a la vez, destruir la propiedad como entidad hasta entonces privada, pero que acaba siendo fagocitada por los moradores externos que vinieron con su pestilencia y el recuerdo de sus cucarachas. Funesto final a modo de comicidad pintada de negro.

Pero hay más. Porque la película no es sólo un asunto de clases sociales, es sobre todo de supervivencia y de pisarse unos a otros para poder sobrevivir. Por eso, cuando parecía que los ingenuos ricachones habían sido colonizados y ‘parasitados’ por los sonrientes pero listillos pobres, aparece otro escenario. Los que están aún más abajo, los que están en peores circunstancias que nadie, pues siempre hay alguien peor, como aquel hombre sabio de Calderón que se alimentaba de hierbas y se preguntaba si habría otro más pobre y triste que él: “y cuando el rostro volvió/ halló la respuesta, viendo/ que otro sabio iba cogiendo/ las hierbas que él arrojó”. Así es, la cinta nos muestra a esos personajes en peores circunstancias que los muy pobres. Diríamos los pobrísimos, los que peor acaban y los que más se revuelven contra el sistema en la historia.

Todos los bandos antagónicos de la película están condenados a la explotación, la degradación y el desasosiego. Pero para saber de esto mejor hay que ir a ver la película, a ser posible virginalmente, sin preconceptos, sin spoilers en el coco.

En resolución, obra con un pulso impensado que cambia casi en cada escena. Es comedia, es tragedia, es drama, es familia y thriller psicológico, y de contenido social, pero nunca todo a la vez. Es una cinta que se queda grabada en el frontal y en el centro-encéfalo, cargada de tufos, aromas, y un caudal sin fin de sustanciosas enseñanzas. Película delicada y a la vez, brutal y sanguinaria; y la extraña y estimulante sensación de haber visto algo nunca antes visto, o al menos no con estas hechuras.

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