El cine coreano, con su manera directa y sin tapujos de contar historias, ha dado y sigue dando grandes títulos a la cartelera. Uno de sus mayores representantes, Park Chan-wook, sorprendió a propios y extraños en la primera década del milenio con la llamada Trilogía de la Venganza: tres películas con la venganza como denominador común, de excelente factura, con unas escenas que pocas películas occidentales se atreverían a plasmar en pantalla, de un lirismo y espíritu trágico asombrosos. Merece la pena, por tanto, revisitar estas tres joyas.

Sympathy for Mr. Vengeance (2002)

Fuente: https://m.filmaffinity.com/es/movie.php?id=473854#&gid=1&pid=1

Park Chan-wook comienza su trilogía de forma magistral, con un drama brillantemente realizado, montado y guionizado. Los personajes van situándose estratégicamente como piezas en un tablero: comienza con Ryu (Shin Ha Kyun), un chico sordomudo que vive con su novia Cha Yeong Mi (Bae Doona), una chica antisistema. Ryu trabaja para pagar el tratamiento de su hermana (Im Ji-eun), quien padece una enfermedad del riñón. Por otro lado, entra en escena Park Dong Jin (Son Kang Ho), un amigo de los jefes de Ryu y padre de una niña pequeña. Y hasta aquí puedo leer, porque las relaciones que envuelven a todos estos personajes conforman una trama de venganza sobre venganza perfectamente hilvanada que obviamente no voy a destripar.

Chan-wook tiene muy claro lo que quiere plasmar en pantalla y no se deja llevar por subterfugios visuales insinuantes. Tal es así, que la violencia inevitable que conlleva una trama de semejantes tintes dramáticos es mostrada sin tapujos, con toda su descarnada realidad. A pesar de la evidente crueldad de algunas escenas, el director coreano se las apaña para hacer que el espectador empatice con los personajes por muy brutales que sean sus actos, justificando de alguna forma lo injustificable.

El aspecto técnico del filme es notable, a saber: un diseño de producción rico en planos visualmente potentes, de un lirismo casi hipnótico que hablan por sí solos simplemente con sonido ambiente, un montaje excelente y, finalmente, un guion muy bien elaborado en el que las conversaciones aparecen en su mínima expresión, justas y acertadas.

En definitiva, una obra notoria que sirve como entrenamiento a lo que Chan-wook tenía preparado a continuación.

Oldboy (2003)

Un confinamiento de 15 años en una habitación de hotel, sin lujos pero con comodidades, lleva a Dae-su (Choi Min-sik) a tramar una terrible venganza contra sus desconocidos captores. Un planteamiento a lo Conde de Montecristo tan simple le basta y le sobra a Chan-wook para elaborar una de las películas más extrañas, geniales e impresionantes que ha dado jamás el cine asiático. Si Sympathy for Mr. Vengeance era el azúcar, Oldboy es la tarta entera.

El filme propone al espectador un viaje en el que va a experimentar la palabra “cine” en toda su pureza y esplendor. Chan-wook trabaja cada fotograma de esta obra como un escultor sobre la piedra virgen: de forma concienzuda, calculada y cuidadosa, regalándonos unos planos únicos que permanecen en la retina como grabados a fuego. Es magistral el uso que hace de la fotografía, jugando con los colores de una forma tan elaborada que a ratos nos parece estar disfrutando de un cuadro impresionista, y otros nos muestra, con apenas un par de focos bien situados, pura maestría en la simplicidad (no hay más que ver el plano secuencia de la pelea en el pasillo).

El excepcional montaje, de los más brillantes que recuerdo, nos transporta desde el desconcierto más absoluto hacia una claridad abrumadora, y nos dirige a un final que no deja indiferente a nadie que se pueda considerar un ser humano, emocional o racional.

La banda sonora merece mención aparte. El score de Jo Yeon-wook no sólo cumple su función de acompañamiento, sino que además se convierte en otro personaje, siendo parte fundamental del tempo narrativo de la cinta. Las partituras de corte barroco, tan comunes en la filmografía de Chan-wook, van acompañadas de unas deliciosas melodías afrancesadas que recuerdan las de Yann Tiersen para Amelie (2001), hecho que se ve reforzado por el parecido del personaje de Mi-Do (Kang Hye-jung) con el de Audrey Tautou.

El premio a la mejor película del Festival de Sitges en 2004, o el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes del mismo año, avalan la obra maestra que sin duda encontrará cualquiera que tenga los arrestos de acercarse a ella con la suficiente amplitud de miras, porque en el cine, como en cualquier arte, la calidad de una obra siempre depende del observador, y Chan-wook supo encontrar el denominador común para convencer a crítica y público por igual. Obra maestra, sin duda.

Sympathy for Lady Vengeance (2005)

Como en Oldboy, de nuevo un largo confinamiento: el de Kum-ja (Lee Young-ae), condenada a trece años de prisión por asesinar a un niño de seis años. Durante su estancia, piensa en elaborar un plan para poder vengarse de los que la metieron allí (nuevamente reminiscencias de una venganza fría y preparada a lo Conde de Montecristo). Esta tercera y última de las “venganzas” de Park Chan-wook es la más floja de todas, pero no por ello deja de derrochar talento cinematográfico como el de sus dos trabajos anteriores.

El filme es impecable técnicamente: planos de gran angular, fotografía de colores vívidos o de un delicioso blanco y negro , una banda sonora que repite el clasicismo característico de la obra de Chan-wook (Paganini, Vivaldi), y por último y más destacable, un montaje brillante.

Sin embargo, Sympathy for Lady Vengeance adolece de algo tan importante como la cohesión argumental: en ocasiones resulta muy complicado seguir los caminos que transita el director coreano, y nos encontramos con escenas en las que cuesta encontrarle el sentido. La complejidad del lenguaje cinematográfico que utiliza Chan-wook en esta ocasión hace que nos enfrentemos a una cinta de una belleza estética indudable pero con muchos altibajos argumentales.

Cabe destacar el buen trabajo de Lee Young-ae. Sabe dotar al personaje del aura trágica que necesita: a ratos con dulzura e inocencia, a ratos con frialdad vengativa. Su actuación le valió el reconocimiento de la crítica con varios premios, entre ellos el de mejor actriz en el Festival de Sitges de 2005.

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