Una cuestión de género, protagonizada por Felicity Jones, está basada en la historia de Ruth Bader Ginsburg, una de las pocas estudiantes de derecho de los años 50. Ruth, junto a su marido el abogado Martin Ginsburg (interpretado por Armie Hammer), cambió el curso de la historia con un singular caso sobre discriminación de género (hacia el hombre) que abrió un camino para la igualdad en los Tribunales. Con este caso tomó el testigo de otras abogadas que, como ella, habían luchado por los derechos de las mujeres y, al mismo tiempo, dejó un legado para las posteriores mujeres que continúan luchando por la igualdad legislativa.
Este biopic llega en un muy buen momento para su estreno (¿casualidad? para nada). Con la gran avalancha de gente estas semanas con motivo del 8M (Día Internacional de la mujer), no solo en España sino en todo el mundo, el impulso social hace que esta película brille por si sola en cuanto a su forma. Sin embargo si pasamos a analizar el contenido el cuento varía. Citando la propia película: “el tribunal no cambia su opinión según el tiempo que haga ese día, sino por el clima de la era”. “La era feminista” se podría titular el momento actual en el que nos encontramos ya que, aunque son muchas las antecesoras que han ido germinándolo, nunca se ha visto una implicación social tan grande como en esta última década. Y eso el cine lo sabe. El cine es una industria, no se debe olvidar nunca y, por tanto, no es casual que en estas fechas lleguen a los cines de todo el mundo una película como esta o como ´Capitana Marvel´ (un estreno que ya ha traído su repercusión correspondiente).
Dicho esto y puestos a analizar la película, lo primero que hay que destacar es sin duda la labor de proyección tan compleja como es el machismo de los años 50. A simple vista puede parecer algo sencillo pero para ello no se debe solo reflejar ese machismo mediante comentarios despectivos hacia las mujeres, sino que al mismo tiempo se vea como algo normal y no excesivamente violento. Con respecto a la evolución de la trama, su continuidad se definiría como “cotidiana”, es decir, que no tiene ninguna complejidad y que hace que el espectador siga la historia de principio a fin sin ningún esfuerzo (especialmente con el plano familiar). El eje central de la historia es la vida de Ruth a lo largo de los años, desde que decide estudiar derecho en Harvard, pasando por Columbia, sus dos hijos, su trabajo como profesora… hasta llegar finalmente al caso que le dio la fama.
En este caso se pretende mostrar a una protagonista antihéroe (con los momentos en los que Ruth se deja llevar por su carácter, como en el simulacro de juicio) pero, no obstante, siempre se reitera lo inteligente y única que es en la lucha de sus ideales (de ahí que se “pretenda” y no se logre del todo). Evidentemente esas características son propias de ella, ya que la historia auténtica es admirable, pero no resulta del todo trascendente desde la película. Como tributo hacia Ruth es más que admirable pero como biopic deja mucho que desear (aún teniendo en cuenta la difícil tarea de reflejar 30 años en 2h).
Una cuestión de género se añade así a la “filmoteca morada” junto a títulos como Erin Brockovich (2000) (protagonizada por Julia Roberts), Figuras Ocultas (2016) o incluso Thelma y Louis (1991). Nos invita, por tanto, a reflexionar sobre el cambio que ha habido con respecto al movimiento feminista a lo largo de los años y, sobretodo, de las generaciones. ¿Las cosas han cambiado realmente de 1950 o 1970 hasta ahora? ¿Hemos alcanzado la verdadera igualdad o solo una igualdad “relativa”?