Vivimos en los años del cambio, de la innovación constante en todo aquello que nos
rodea, avances tecnológicos que nos permiten estar permanentemente conectados unos a
otros y a lo que se acontecen en todo el mundo.
Una conexión que cada vez es mayor y de la que cada vez más dependemos como ciudadanos
de este planeta, a los que nos motiva estar a la última, conocer las noticias de primera mano,
compartirlas con los demás, e incluso convertir esa noticia en transcendental o como se dice
ahora, en viral.
Ya todo es noticia, todo interesa y todo tiene su público, un público expectante por saber más,
pero debemos preguntarnos…¿estas noticias son realmente veraces? ¿Cuál es la fuente? ¿es
fiable? ¿A quién beneficia esa noticia o perjudica? Y lo que es más importante, ¿quién la
financia?.
A menudo estamos acostumbrados a dar por buenas o veraces la mayoría de noticias que se
transmiten por televisión, radio, prensa escrita o digital y las redes sociales, medios que
diariamente de forma directa o indirecta se introducen día a día en nuestras vidas,
transformándonos en meras marionetas divulgativas de sus intereses ocultos.
Como dijo Honoré de Balzac (1977-1850) en “Las ilusiones perdidas”; “siempre hay dos
historias: la historia oficial, mentirosa, la que nos enseñan. Y la historia secreta en la que se
hallan las verdaderas causas de los acontecimientos; una historia vergonzosa”.
Por lo que muchas de las noticias que nos están transmitiendo no son veraces, ni siquiera a
veces llegan a ser verdades a medias, sino que forman parte de una gran engranaje de poder
que cocina, moldea y sirve las informaciones al gusto del cheff político, económico, social o
cultural al cual le convenga. Y por supuesto, lo que no interesa queda en el olvido y más allá de
cualquier medio, o bien es tipificado por los conocidos como “verificadores de la información”
como bulo o fake news.
Estos poderes son los auténticos artesanos de la información y por tanto, los productores de
una película que se reproduce una y otra vez, a la que al parecer nadie interesa dar al pause o
directamente cortar la cinta, a pesar de la democracia en la que supuestamente vivimos y de lo
libres que supuestamente nos sentimos.
Esto da como resultado una sociedad programada, con ausencia de espíritu crítico y capaz de
dirigir sus vidas en base a las informaciones que van puestas en bandeja. Hasta el mismo Noam
Chomsky afirmó: “La población no sabe lo que está ocurriendo, y ni siquiera sabe que no lo
sabe”.
No pienses, no investigues, no critiques, sólo sírvete de un menú cerrado del que todos están
degustando sin levantar la cabeza de la mesa.