El Festival Internacional de Cine de Gijón cumplió este mes de noviembre su 57 edición, con la voluntad de seguir proyectando un cine más independiente y alternativo, que lo es incluso dentro del panorama de festivales nacionales. Quizá por ello, guiado por este espíritu -y pese a que el festival no deja de ser transversal- el jurado decidió otorgar el máximo premio del certamen a la portuguesa Vitalina Varela, de Pedro Costa, uno de los referentes de este tipo de cine de autor europeo. La película narra las vicisitudes de una mujer procedente de Cabo Verde que llega a Lisboa tres días después de celebrar el funeral de su marido, que tiempo atrás se vio obligado a emigrar.
Hace dos ediciones, en el 55 FICX, se pudo ver en la sección oficial una película búlgara que reflejaba las vicisitudes de un grupo de taxistas y sus pasajeros, a lo largo de una noche, en la ciudad de Sofía. Su autor, Stephan Komandarev, ha repetido presencia en el festival este año con Rounds, una propuesta similar que cambia a los seis taxistas de aquella por tres parejas de policías que rondan la noche en la capital búlgara. Y al igual que con la de los taxis (mejor guión en 2017), también este año hace aparición en el palmarés con el premio a la mejor actriz, decisión discutible del jurado habida cuenta de la condición coral del reparto, además de las potenciales rivales por el premio vistas en el resto de la sección oficial.
No es habitual en las programaciones de los festivales la presencia de la comedia, pero de vez en cuando haberlas haylas, y el FICX ha incluido en el concurso este año la divertida y refrescante Sword of trust, película independiente estadounidense que le ha supuesto a su protagonista, el actor y humorista Marc Maron, el premio al mejor actor de la presente edición. La trama cuenta la odisea del dueño de una tienda de antigüedades que, cuando una pareja de mujeres acude a su negocio para intentar vender la herencia de la abuela difunta de una de ellas (una espada antigua que al parecer es la única prueba física que existe de que el Sur ganó realmente la Guerra Civil Norteamericana), intenta sacar tajada de tan potencialmente codiciado objeto. Una fresca propuesta del festival de este año.
Una de las particularidades que tiene este festival es el de incluir en su listado de galardones uno que lleva el nombre de un ilustre cineastaa asturiano, el director artístico Gil Parrondo, ganador de dos Oscars en sendas producciones norteamericanas de los años 70 (Patton y Nicolás y Alejandra), y cuya magnífica dedicación al cine en su campo justifica otorgar en este certamen una distinción a la mejor dirección artística, que este año no podía recaer en otra que en la producción china Saturday Fiction, que también obtuvo el premio a la mejor dirección. Una historia de espionaje en el Shangai previo a la II Guerra Mundial, donde una actriz-espía descubre el plan japonés para atacar Pearl Harbor. La minuciosa recreación de época justifica el premio Gil Parrondo.
Otras de las destacadas propuestas vistas en el festival, e injustificadamente ignoradas por el jurado, han sido la provocadora y potente película alemana System Crasher, en torno a una niña con un grave problema de adaptación y conducta, cuyos tutores no saben qué hacer con su caso; la islandesa A white white day, que narra la obsesión de un policía por descubrir si su mujer, recientemente fallecida, mantenía una relación con otro hombre; o el documental de Nanni Moretti titulado Santiago, Italia, que testimonia de manera conmovedora los recuerdos de un grupo de chilenos que emigraron forzosamente a Italia tras el golpe militar pinochetista, y que rehicieron sus vidas en un nuevo país.