Nuestro colaborador, Enrique Fernández Lopez hace una crítica a la película “Rocketman” (2019):

Cuando acababa yo el entonces llamado Bachillerato, corría el año de 1970 y leí en una revista musical que un tal Elton John había irrumpido en el panorama musical británico y que su calidad y su fuerza presagiaban que se convertiría en el legítimo sucesor en éxitos y fama de The Beatles. Me impresionó esta noticia y lo busqué hasta conocer su genio como compositor y cantante, de esa música suya que ha sido calificada como soft rock, pop, o glam rock, pero que ha incursionado en otros géneros como el country, el disco, el R&B y formas más pesadas de rock. Sin duda había nacido una gran estrella. Mis primeras audiciones fueron canciones de 1971 ó 1972 como: “Levon”, “Your Song”, “Tiny Dancer” o la mismísima “Rocket man” que da título a esta cinta.

Pues bien, ‘Rocketman‘ es un biopic y más: todo un ‘musical biográfico’ incandescente y superlativo sobre Elton John, desde sus comienzos hasta alcanzar el estrellato mundial, merced a su rutilante estrella como músico y compositor, y a su colaboración desde finales de los años sesenta con el poeta y letrista Bernie Taupin. Este astro de súper-ego exacerbado y excelencia, bien merecía una súper-producción como la que ahora paso a comentar.

Tiene este musical una buena dirección de Dexter Fletcher, que aporta un fidedigno y dramático retrato del personaje; la vida agitada y en ocasiones tortuosa de un E. John que apuntó a lo más alto de una fama probablemente mal asimilada.

Está conducida la obra por un buen guión de Lee Hall que va y viene, adelante y atrás, en la historia personal del músico, con una narrativa impecable, siguiendo el recorrido emocional y echando mano de los golpes de efecto más predecibles en un biopic, si bien es cierto que están muy logrados y lucidos, sobre todo las escenas del mundo del espectáculo, danza, coreografía y musicales.

No olvida la obra la vida infantil del protagonista, un niño de cualidades extraordinarias al piano, una relación ambivalente y desapegada con su madre, una relación tortuosa con un padre frío y ausente que nunca lo abraza ni tiene el más mínimo gesto de afecto hacia él y, eso sí, una abuela ‘buena’ que lo apoya y lo ayuda en su carrera musical desde muy pequeño. Todo este cúmulo de circunstancias adversas la mayoría le pasarán factura en su vida adulta. Estos elementos del guión y la película toda han contado con el beneplácito de E. John, dado que ha participado activamente en el rodaje como figura y como productor, nada menos.

El repertorio musical o la playist de éxitos musicales, sobre todo de Elton John (también de Matthew Margeson) garantizarán de seguro el éxito taquillero del film; igualmente su vistosidad, cara al público con gustos videocliperos. La música va del rock al pop siguiendo el recorrido real del artista. La cámara recoge estas actuaciones o ensoñaciones actuadas, en un tono espectacular con la extravagancia kitsch propia de músico inglés.

Magnífico atrezzo, decorado, vestuario, todo deslumbrante y reproduciendo fielmente los gustos del protagonista y remedando las épocas pasadas de los años sesenta y antes, hasta la actualidad. Se une a ello una buena fotografía decadente y oscura de George Richmond que acierta a teñir de un color ocre a la historia.

En el reparto sobresale un magistral Taron Egerton, cuyo parecido con E. John unido a su brillante trabajo interpretativo resultan más que eficientes para hacer creíble la historia; ello se completa con la importantísima aportación vocal, pues es el propio Egerton quien canta los temas de Elton. Justamente en la presentación del film, Egerton lloró profusamente cuando el público le ovacionó por su papel como actor y como cantante; Egerton recordó que cuando ingresó en la Escuela de Interpretación en la vida real, le pidieron que cantara “Your Son”: ¡sorpresas del destino! Jamie Bell interpreta con gran sintonía, sentido y sentimiento el rol del amigo y letrista de toda la vida, Bernie Taupin. Acompaña un cuadro actoral impecable con figuras como Richard Madden (muy bien como su manager con escena sexual ‘medida’ de por medio), Bryce Dallas Howards (buen trabajo como la indolente madre), Steven Mackintosh (bien como el padre desapegado), Gemma Jones, Tom Bennett y otros.

A Fletcher lo conocemos por haber rodado vidas muy bien talladas, como la intrigante “Amanece en Edimburgo” (2013); la historia del saltador sobre esquís extravagante y empecinado que fue “Eddie en Águila” (2016); y por haber llevado a buen fin la biografía de Freddie Mercury en “Bohemian Rhapsody” (2018) –aunque no sea él quien figure en los créditos, sino Bryan Singer. En esta se emplean con el musical, género dado al éxito del protagonista, su redención y a la evasión. Y a fe que lo consigue.

Un musical, en fin, plagado de números, sangrante y crudo en ocasiones, poco condescendiente con la figura de Elton John, todo lo cual alcanza a emocionar al espectador. En este sentimentalismo bien trabado por Fletcher, acierta a desvelar la fatalidad de una vida disoluta de sexo, drogas y alcohol, si bien tanta tragedia está lacada y abrillantada por la espectacularidad de la música y la danza con que la cinta encuadra la trama. El film divierte y atrapa. Hay una escena en la cual Elton entra en una sesión de terapia de grupo para la desintoxicación diciendo: “Soy adicto al alcohol. Soy adicto a las drogas. Soy adicto a la cocaína. Soy adicto al sexo“. Pero inmune al desaliento, el film continúa con un espectáculo trepidante y cautivador de luz y sonido.

En resolución, es un merecido homenaje al universalmente reconocido cantante y pianista británico. Esta película es más sincera y veraz que “Bohemian Rhapsody” (la comparación no se puede evitar) y a la vez, es un producto previsible confeccionado mirando sin duda el éxito comercial.

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