La nueva película del universo Lucasfilms y Disney desarrolla un episodio de la vida de Han Solo y cómo alcanzó a tener ciertos amigos y ciertas naves espaciales. Intenta tejer ciertos elementos carismáticos de películas anteriores, como un romance picantón y trágico, que si bien no es patéticamente extripable como el de amor interracial del episodio VIII, no termina de calar y de tener el ardor de la insinuación de Leia y Solo. Los secundarios, algunos entrañables, y las escenas de acción divertidas hacen olvidar la falta de trascendencia de la trama y que el protagonista sólo haga alguna que otra mueca parecida a Harrison Ford. Tiene algún que otro agujero de guión, aunque, como Rogue One, emite un olorcillo a cariño de los los años analógicos y de algún guionista ingenioso oportuno de los que los episodios VII y VIII adolecen. Lo mejor es, sin duda, los encuentros con amigos que posteriormente serán camaradas y la revolución proletariada androide. Lo peor: la sencillez de algunas tramas y la falta de concreción, además de algunas insinuaciones sexuales que están a medio de camino de ingeniosas o escandalosas para la era Disney. Aprueba por el fracaso de sus predecesoras, no por sus éxitos.