Democracia, palabra conformada con la unión de los vocablos griegos Demos y Kratós, hace referencia al cambio de paradigma histórico en el que el poder pasa de estar en una sola persona para diversificarse en el pueblo y los ciudadanos.

Régimen, y sistema político, que parece que el Presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, no parece tener asumido en su plenitud. Como si del pito del sereno se tratará, este ignora la voz de los ciudadanos mientras con sus gafas de sol y con el Falcon, danza por lugares inhóspitos para promocionar su figura al mismo tiempo que se tapa los oídos y los ojos, esas cuencas que se encuentran cubiertas por los cristales tintados de sus lentes, para obviar los deseos de sus votantes.

Valedores, que no son suficientes para que esté ocupando la bancada azul del hemiciclo o para que se acurruque con su parienta, esa que ha enchufado este verano, en la cama de La Moncloa. Porque si Franco dio un golpe de Estado y utilizó su estancia en el poder para enriquecerse y beneficiar a sus allegados, Sánchez hace lo propio habiendo asaltado el ejecutivo sin legitimidad para enchufar a sus familiares, entre los que se encuentra, aparte de su esposa, su hermano.

De no ser España una democracia asentada, Pedro Sánchez bien podría ser un déspota que hace lo que le sale de las joyas de familia olvidando la voluntad popular. “Nuestro” Presidente, y lo entrecomillo porque no me representa, como a otros tantos de ciudadanos que llevan pidiendo una convocatoria de elecciones desde que el iluminado por el oportunismo sentó su trasero en la poltrona. Ese sillón, que, en lugar de utilizarlo para llevar a cabo medidas constructivas y transformadoras, prefiere calentar hasta el 2020. Permanece impasible. Encantador de serpientes de verano, lanza globos sonda como la exhumación del cuerpo de Franco para ganar votos, y perder el tiempo. A más del 78% de los españoles, como manifiesta una encuesta realizada por The Journalist, le es indiferente o se niega a exhumar el cuerpo del dictador. Pero da igual, Sánchez, pese a que los ciudadanos no apoyan esa decisión continúa con su huida hacia a adelante con prisa, pero sin pausa.

Sánchez, no sé si víctima de su ego o de las hipotecas que tiene que pagar a sus respaldos en la investidura, gobierna con tapones en los oídos y con unas gafas cóncavas que le hacen ignorar la realidad. Le era indiferente que los ciudadanos pidieran elecciones anticipadas para escoger a un nuevo Presidente. Él, por su orgullo y ambición tenía que pisar el mármol de La Moncloa y salir a correr por sus jardines. Controlado por su despotismo, no sólo no está cumpliendo la voluntad popular, sino que intenta coartar y maniatar todo mecanismo democrático a base de decretazos y minimizando la influencia del Senado para que la cámara alta no se interponga en sus intenciones de desbaratar España.      

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