Y llegó el día.

El día en el que, después de cuarenta y dos años, la historia toca a su fin.

El día en el que los héroes de antaño marchan, dejando el testigo a las nuevas generaciones.

Y también, el día en el que J.J. Abrams dejó medianamente satisfechos a buena parte de los fans que vieron cómo Rian Johnson destrozaba el guion de toda una saga con una sola película. Si obviamos todas las partes épicas (que son muchas y muy buenas como para obviarlas, pero intentémoslo), Star Wars: Los últimos Jedi (2017) fue un esperpento y una falta de respeto hacia unos personajes icónicos que no merecían un trato tan ridículo y deleznable (sobre todo en el caso de nuestra querida princesa Leia, en una escena muy concreta que produjo vergüenza ajena a casi todo el mundo). Curiosamente, el mismo George Lucas alabó el filme después de haber puesto de vuelta y media la película anterior: Star Wars: El despertar de la Fuerza (2015). El porqué de ese cambio de opinión quizá lo encontremos en algún directivo de Disney, que le dejara caer algún “estate calladito anda, que tú ya no eres su padre”.

Sin llegar a los niveles que alcanzó la trilogía original, o al del excelente y oscuro Episodio III (2005), Star Wars: El ascenso de Skywalker cumple con solvencia la difícil tarea de hacer de colofón a toda una saga que se ha convertido en un fenómeno mundial, casi diríamos que en una religión. Como en las grandes familias, los Skywalker han tenido sus ascensos y caídas, y las hemos vivido durante nueve películas y tres generaciones, sufriendo con ellos, asombrándonos con sus proezas y emocionándonos con sus amores. J.J. Abrams les dice adiós en un homenaje sincero, recordándolos y haciendo de su final una leyenda imperecedera.

Abrams, reconocido experto del pastiche del nuevo cine, ha intentado arreglar el desaguisado de Rian Johnson con la misma fórmula que utilizó para El despertar de la Fuerza: una llamada al corazón de la trilogía original con los medios tecnológicos del nuevo siglo, todo a servicio del espectáculo. Dicho con otras palabras, no ha creado nada que no hayamos visto antes, no ha arriesgado y ha jugado a lo seguro: ofrecer a los fans de siempre un final digno para los personajes más queridos, y una aventura sólida a los nuevos fans, los conseguidos por Disney, para los nuevos personajes. Si colocamos todas esas piezas en un tablero repleto de proezas visuales, ritmo endiablado y frases emotivas, resulta difícil perder la mano en esta jugada.

Aunque El ascenso de Skywalker haya conseguido salvar el tipo a la trilogía “made in Disney”, ésta ha resultado ser la más floja de las tres. Por muy criticada que fuera la dirigida por George Lucas, con los episodios I, II y III, la de Abrams y Johnson no ha aportado prácticamente nada al corpus de la saga. Y digo prácticamente, porque han acertado de pleno con el personaje de Rey (Daisy Ridley). A pesar de sus claras reminiscencias al Luke Skywalker de la trilogía original, Rey tiene carisma y su propia personalidad, debido principalmente a la estupenda actuación de Daisy.

Del resto del reparto que encarnan los nuevos personajes, jóvenes todos ellos en un intento de rejuvenecer la saga, cabe destacar a Adam Driver como el villano Kylo Ren. No empezó convenciéndome, pero supo hacer evolucionar positivamente a su personaje durante las tres películas, y ha conseguido dotar en esta última entrega de una fuerza dramática que era muy necesaria para su relación con Rey. Por otro lado, tenemos a Poe (Oscar Isaac), el “sustituto” de Han Solo, que alcanza más protagonismo en este filme, y a Finn (John Boyega), quizás el más flojo de todos y el más claramente “Disney” por la comicidad que aporta en algunos momentos.

En cuanto a la parte técnica, el filme tiene presupuesto Disney y eso se nota en cada fotograma. Las escenas son realmente espectaculares, destacando la última parte en la que no hay ni un segundo de respiro. Su impacto visual sólo es igualado por el estupendo score de John Williams, siempre reinventándose y ofreciendo sus partituras al servicio del espectáculo. Nadie entiende la música en el cine como él.

Aunque este Episodio IX sea un colofón, Disney tiene pensado explotar más el filón. Hay sobre la mesa por lo menos otras dos trilogías más, la primera con estrenos previstos para las navidades de 2022, 2024 y 2026. Inicialmente se encargó el proyecto a D.B. Weiss y David Benioff, creadores de la exitosa Juego de Tronos, pero abandonaron para centrarse en un acuerdo con Netflix más provechoso.

¿Cómo se enfocarán esas futuras películas? ¿Se tratará de algo totalmente distinto? ¿O tendrán alguna relación con la historia que ha cerrado Abrams? Yo me decanto por lo último, y mientras tanto, la espera se hará más llevadera con la magnífica serie The Mandalorian, cuya primera temporada acaba de finalizar con unas críticas excelentes y cuyo artículo podéis leer en esta misma revista, y con la futura miniserie que se emitirá en 2021 sobre Obi-Wan Kenobi, con el mismísimo Ewan McGregor repitiendo su celebrado personaje.

Emocionaros, vivid y disfrutad de este crepuscular Episodio IX, porque esta vez a Abrams la Fuerza le acompañó.

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